La historia de Frida Añez en Carabobo a partir de 1950

Este blog nos narra la historia de una mujer que marcó de forma única la cultura en Valencia, Estado Carabobo entre 1950 y 2000

29 de diciembre de 2013

En el Centro de Investigaciones Populares (CIP), como resultado de un largo y profundo trabajo de análisis cualitativo hermenéutico sobre numerosas historias-de-vida de venezolanos populares, expuesto en varias y bien aceptadas publicaciones, hemos llegado a la conclusión de que la mujer de nuestro pueblo no se concibe a sí misma, ni se vivencia ni se identifica en cuanto individuo de la especie homo, como diría un biólogo moderno, sino como madre en lo más hondo de su sentido de sí. Este es un dato y significado de la experiencia, un acontecimiento de mundo-de-vida y cultura, entendida ésta como la manera integral que tiene de existir un pueblo...Frida Añez en plena década de los 50 en una Valencia, ciudad pacata y de crítica fácil enseñó que no siendo de la valencianidad dominante, se puede ser una mujer plena, exitosa en sus objetivos, que logra metas difíciles en donde realizó su trabajo, pues tanto en la cultura no ha habido personaje de la importancia de ella en Carabobo, y en la industria, todos recuerdan la época en la que junto a su esposo el Ing. Janos Magasrevy, hicieron de la Corporación Cerámicas Carabobo una empresa exitosa que ha decaído desde que ellos se retiraron de sus Gerencias General y de Administración, en el comienzo de los años 2000...

A vueltas con individuo y relación

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En el Centro de Investigaciones Populares (CIP), como resultado de un largo y profundo trabajo de análisis cualitativo hermenéutico sobre numerosas historias-de-vida de venezolanos populares, expuesto en varias y bien aceptadas publicaciones, hemos llegado a la conclusión de que la mujer de nuestro pueblo no se concibe a sí misma, ni se vivencia ni se identifica en cuanto individuo de la especie homo, como diría un biólogo moderno, sino como madre en lo más hondo de su sentido de sí. Este es un dato y significado de la experiencia, un acontecimiento de mundo-de-vida y cultura, entendida ésta como la manera integral que tiene de existir un pueblo, y no una especulación sin fundamento en hechos (sin que esto suponga el rechazo de toda especulación pues ésta muchas veces viene a ser la culminación más excelsa del pensamiento). Ahora bien, si nos detenemos un tanto en el concepto y el hecho de lo que nombramos madre, nos daremos cuenta en seguida de que madre no es un uno (individuo) sino un dos en uno. No tiene sentido (no es pensable) madre sin hijo. Al decir madre, estamos diciendo una relación-en-dos (no de dos) o un dos-en-relación y no un uno en sí, un individuo. La realidad concreta de nuestro mundo-de-vida popular nos muestra así lo que aquí he designado con el nombre de persona, una relación que en cada caso real particular es distinta de toda otra y por ende singular (no individual) y original. Análogamente, lo mismo habría que decir del hombre en el mundo-de-vida popular pues su identificación de fondo es el autovivenciarse como hijo.
No se trata de contraponer individuo a persona, sino de distinguir y buscar la conceptualización más adecuada a la realidad concreta del hombre distinguiéndolo de los demás seres vivos e inertes del universo que bien pueden ser concebidos como individuos de algo. La manera de pensar dominante en una civilización en un momento de la historia elabora un concepto de hombre según las prácticas que en esa civilización y en ese momento predominan. Ese concepto está en función de esas prácticas, de los consiguientes intereses, de los fines conscientes o no que ella persigue, del ejercicio de los poderes en su tiempo y de la dinámica o lógica interna que la rige.
Cómo se piensa al hombre en un mundo y un tiempo tiene consecuencias prácticas de todo tipo (políticas, económicas, educativas, religiosas, etc.) para la vida de los seres humanos en concreto.
El mundo que vivimos hoy, y las ideas con las que sus dirigentes lo rigen, tanto en un proyecto revolucionario como en cualquier otro, es producto del pensamiento que se ha formado sobre el hombre durante el desarrollo de la burguesía como grupo dominante en nuestra sociedad, tal como ya he expuesto en anteriores artículos. Pero, al margen del pensamiento dominante, se dan maneras de vivirse y pensarse, distintas (ni pre ni post) que han sido producidas desde las prácticas y experiencias de otros mundos-de-vida. Este es el caso del pueblo venezolano, según nos lo muestra el trabajo de investigación con modos de acercamiento a su realidad más actuales y más adecuados a la complejidad de la vida humana en toda su integridad.
En concreto para nosotros hoy esto quiere decir que las actuaciones en la política, en el ejercicio del poder, en la economía, en eso que hoy se llama ingeniería social, en la educación y en todo lo que constituye las dinámicas sociales dirigidas desde el Estado, tanto en el campo revolucionario como en el de la oposición al mismo, siguen rutas completamente externas a las que podrían trazarse desde las vivencias, identificaciones y distinciones propias de nuestro pueblo

ALEJANDRO MORENO

Psicólogo, filósofo, teólogo y Doctor en Ciencias Sociales. Profesor de la UCAB y director del Centro de Investigaciones Populares en Caracas

Al revisar lo más destacado del año en el área, los especialistas coinciden en afirmar que, a pesar de la crisis económica, los artistas del país se esforzaron para no bajar la guardia

Los 12 de 2013: Plástica

La artista Lucía Pizzani | Foto: Raúl Romero
La artista Lucía Pizzani | Foto: Raúl Romero
Al revisar lo más destacado del año en el área, los especialistas coinciden en afirmar que, a pesar de la crisis económica, los artistas del país se esforzaron para no bajar la guardia  
1 Los 90 años a todo color de Cruz-Diez

Al hacer una evaluación de lo más destacado en el mundo de la plástica nacional durante 2013, los especialistas consultados –­la curadora de arte contemporáneo y columnista del diario El Nacional Lorena González, así como los directores de las galerías Carmen Araujo Arte y GBG Arts, entre otros– coinciden en afirmar que la celebración de los 90 años de Carlos Cruz-Diez fue sin duda uno de los grandes motivos de celebración del año. “Es uno de nuestros artistas de la modernidad más importantes. El aniversario estuvo acompañado de múltiples reconocimientos y exposiciones que ayudan a seguir divulgando su obra”, expresó la directora de la Sala Mendoza, Patricia Velasco. En el Museo de la Estampa y el Diseño Carlos Cruz-Diez se exhibieron publicaciones e ilustraciones hechas por el creador entre 1948 y 2009. En el hotel Tamanaco mostraron una faceta desconocida: fotografías en blanco y negro que el maestro tomó a partir de 1948. El Centro de Arte Daniel Suárez presentó una colectiva para rendirle homenaje. El festival Por el medio de la calle le dedicó su más reciente edición y, en una actividad paralela, se recuperaron los pasos peatonales de la obra Inducción cromática, creada por el artista en 1991.

2 El arte venezolano viajó a España
La Colección Patricia Phelps de Cisneros llevó 180 obras al Museo Reina Sofía de Madrid, que fueron cedidas en comodato a la institución. De ese grupo, 62 son de artistas nacionales. La invención concreta fue el título de la exposición curada por Manuel Borja-Villel y Gabriel Pérez Barreiro, que incluyó piezas elaboradas entre los años cuarenta y sesenta del siglo pasado. Los visitantes disfrutaron desde enero hasta septiembre de las creaciones de Héctor Fuenmayor, Alejandro Otero, Gego, Jesús Soto y Carlos Cruz-Diez, entre otras. “Buscamos promover una mayor apreciación de la diversidad, la sofisticación y la variedad del arte contemporáneo de América Latina”, expresó Patricia Phelps de Cisneros. En noviembre, la galería Odalys en su sede madrileña (inaugurada en junio) incluyó enReconstructivismo 1.0 las obras de importantes representantes venezolanos de la abstracción geométrica y el arte cinético como Mateo Manaure y Arturo Herrera. “La muestra anhela incorporar a los artistas contemporáneos y emergentes herederos de esta tradición pictórica para ponerlos a dialogar con obras de aquellos que protagonizaron la abstracción mundial y la hispanoamericana”, señala Odalys Sánchez en el catálogo.

3 Intercambio con miradas foráneas 
En un esfuerzo por relacionar el arte venezolano con el latinoamericano, varios centros expositivos organizaron exposiciones de gran relevancia. Fue el caso de Nuevos vínculos. Selección de obras de la Trigésima Bienal de Sao Paulo, que se hizo posible gracias a la alianza de tres instituciones privadas: la Sala Mendoza, el Centro Cultural Chacao y la Hacienda La Trinidad Parque Cultural. La muestra a tres tiempos presentó una selección de obras de la bienal curada por el caraqueño Luis Pérez Oramas en 2012. El público tuvo la oportunidad de intercambiar opiniones con los artistas a través de talleres y diálogos con la crítica, la curaduría y la investigación. También sobresalieron otras alianzas como la que estableció Carmen Araujo Arte con la galería Vermelho, con sede en Brasil, que les permitió traer a la artista portuguesa Gabriela Albergaria al país. La pintora desarrolló una propuesta de trabajo a partir de las fotos de especies de árboles que tomó en el Parque del Este, el Jardín Botánico y la Universidad Metropolitana. El resultado, que incluyó dibujos e instalaciones, se presentó en la casa colonial de la Hacienda La Trinidad con el título de No hay tal cosa como la naturaleza.

4 El regreso del Premio Mendoza 
Después de una década de ausencia, la reactivación del Premio Eugenio Mendoza en su duodécima edición fue uno de los hechos más importantes del año. El galardón, que entrega de forma bienal la Sala Mendoza, apoya y estimula el talento de los jóvenes creadores al contribuir con su formación. La artista Lucía Pizzani fue la ganadora con De la desconocida del Sena y otras Ofelias, una obra que reflexiona sobre el suicidio femenino en sociedades tan dispares como la canadiense, la británica, la dominicana y la venezolana. “Es un premio muy importante que han ganado Javier Téllez y Magdalena Fernández. Tiene gran peso, me alegró mucho que lo retomaran y ser parte de este grupo fuerte, bueno y representativo de lo que se está haciendo hoy en día, en el que estaban Suwon Lee, Juan Pablo Garza, Iván Candeo y Starsky Brines”, expresó la artista en una entrevista conEl Nacional. Pizzani, que expone actualmente en Oficina #1 la muestra Mariposario, recibió como estímulo una residencia en Hangar, Centro de Producción e Investigación en Artes Visuales, en Barcelona, España. El jurado seleccionador estuvo integrado por el pintor Adrián Pujol y los curadores e investigadores Lorena González y Gerardo Zavarce.

5 El hombre invisible se escondió en Caracas
El artista chino Liu Bolin estuvo en el país a principios de noviembre para hacer varias intervenciones con su particular estilo de camuflaje. Los espacios de la Galería Freites le sirvieron de taller y de escenario, en los que recreó un stand de cómics. Allí se mimetizó. El creador de 40 años de edad convocó a un grupo de voluntarios para que participara en las series que realizó en Caracas, como una basada en los empaques de harina PAN y otra en billetes nacionales. Lo interesante de su visita, a juicio de los especialistas en arte, es que el público pudo disfrutar en vivo de su proceso de trabajo, una forma de estar cerca de lo que ocurre en el mundo entero y más aún de un exponente como él, que a través de su obra ha criticado aspectos como la pérdida de individualidad en la sociedad actual y la manera cómo el medio ambiente afecta a las personas.

6 En la espera del regreso de la Odalisca
Un nuevo capítulo se abrió en relación con el caso de la Odalisca con pantalón rojo de Henri Matisse, obra que fue hurtada hace más de una década del Museo de Arte Contemporáneo, cuando el Estado venezolano autentificó como verdadera la obra que era ofrecida para la venta en un hotel en Miami, en julio pasado. Con este paso se inicia el proceso de repatriación. Se espera que la pieza llegue al país en el primer trimestre del próximo año.

7 La despedida de la Velada de Santa Lucía
Después de 13 ediciones, la Velada de Santa Lucía que se celebraba en Maracaibo llegó a su final. Su creadora, Clemencia Labin, tomó la decisión porque ya no podían crecer más. “Se marcha Santa Clemencia, pero a la comunidad le queda su Santa Lucía”, dijo la artista. A pesar de la despedida, quedó el legado. En Alemania, por ejemplo, un grupo de artistas venezolanos replicaron la actividad en un taller, un hotel y el garaje más antiguo de Hamburgo.

8 Buenas noticias desde el extranjero
La actuación de los artistas venezolanos en el extranjero fue una bocanada de aire fresco para el sector. La obra de Alexander Apóstol, por ejemplo, se afianza al entrar en la colección del Centro Georges Pompidou, en París. También fue relevante la participación en ferias internacionales como ARCO-Madrid, Arte Lima-Perú, Art Bo-Colombia, Art BA-Argentina, KIAF-Korea, IAAF-Korea, Art Basel y Pinta. El curador Miguel Miguel García destaca, además, el trabajo de varios creadores que viven en otros territorios: “Están haciendo fuera de Venezuela una obra de singular importancia. Personas como José Gabriel Fernández, en Nueva York; José Antonio Hernández-Diez y Meyer Vaisman, desde Barcelona; Víctor Lucena en Italia, y Arturo Herrera y Javier Téllez, desde Berlín, entre otros. Ellos son parte del exigente y exclusivo circuito internacional del arte”.

9 PhotoEspaña reconoce talento de Venezuela
Como una forma de reconocer el trabajo fotográfico que se hace en el país, PhotoEspaña, uno de los más importantes festivales del mundo, incluyó a Venezuela para participar en el Visionado de Portafolios. La oportunidad se dio gracias al esfuerzo conjunto entre la Oficina Cultural de la Embajada de España en Venezuela, el Centro Cultural Chacao y el Centro de Estudios Fotográficos-CIEF. De esos encuentros seleccionaron las mejores imágenes, que formarán parte de una exposición que se llevará a cabo el próximo año. Como parte de las actividades, los organizadores también trajeron al país la exposición (Re)presentaciones. Fotografía latinoamericana contemporánea, que se exhibe en La Caja y que es el resultado de los visionados hechos en México y Costa Rica durante el año pasado.

10 El pop art tejió diálogos
La sala de exposiciones del Centro Cultural BOD-Corp Banca presentó una muestra colectiva de pop art, en la que dialogaron obras de artistas venezolanos y estadounidenses. La curadora María Luz Cárdenas reunió un grupo de piezas representativas, la mayoría de los años setenta. Los visitantes pudieron admirar el arte de Robert Rauschenberg, Larry Rivers, Robert Indiana y Tom Wesselmann, así como el de Rolando Peña, Marisol Escobar y Pedro León Zapata.

11 Controversial participación en Venecia
Simón Bolívar y Hugo Chávez en versión grafiti formaron parte de la propuesta del pabellón venezolano en la 55° Bienal de Venecia. En lugar de artistas de renombre, el Estado prefirió mostrar las creaciones de cerca de 25 colectivos anónimos. Una decisión controversial que dividió no solo a la burocracia del Ministerio de la Cultura, sino también a los propios creadores urbanos, que consideraron que lo que se llevó allí no era la mejor cara de esa subcultura.

12 Cambios gerenciales e incertidumbre 
El año cierra con cambios importantes en el sector, encabezados por la designación de Edgar González como presidente de la Fundación Museos Nacionales. El diseñador gráfico, que se mantiene al frente del Museo de la Estampa y el Diseño Carlos Cruz-Diez, expresó que durante su gestión se dedicará al diseño de políticas claras en cuanto a qué desea llegar a ser la fundación. Otro movimiento importante fue la renuncia de Diana López a la presidencia de Cultura Chacao, después de 11 años de trabajo. La gestora cultural expresó que se dedicará a asesorar a otras alcaldías, entre ellas la de El Hatillo. El cierre de Periférico Caracas también causó mucha expectativa. El espacio será sustituido por Espacio Monitor, que dirigirá Miguel Miguel García. La sala será inaugurada el 16 de febrero con una exposición del artista mexicano José Dávila.

22 de diciembre de 2013

Cuando leí el titular en primera página del Diario "El Universal" de fecha 17 de diciembre 2013: "Obra de Cruz Diez se pierde paso a paso" y luego el reportaje de Nadeska Noriega Avila en la pág.3-2, inmeditamente ratifiqué lo que espero con este blog, que la obra que realizó desde 1950 hasta el 2000 Frida Añez en Carabobo, que no es visible como la del maestro Cruz Diez, sino de mecenas y "doña de la cultura en Carabobo" según expresión de Luis Cubillán Fonseca, no se pierda también paso a paso en el olvido, como lo vemos los que aún estamos en esta Tierra Gracia, por la desidia de gobiernos que desconocen el arte y silencian lo patrimonial, cuando no maltratan con sus gestos y omisiones presupuestarias para el mantenimiento de las obras de arte que existen en el país...

“El arte es el más bello, más eficaz y más noble medio de comunicación que el hombre ha inventado”. Carlos Cruz-Diez
Carlos Cruz Diez Foundation



                                                                        ASI ERA

Poco a poco desaparece obra de Cruz-Diez en Maiquetía

El policromático piso del Aeropuerto un muestra avanzado deterioro

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Mosaiquillos levantados, grietas, abultamientos y desgaste general se observa de la pieza de arte CRUZ SOJO
NADESKA NORIEGA ÁVILA |  ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL
martes 17 de diciembre de 2013  
Maiquetía.- Es un ícono, un símbolo del principal aeropuerto del país. Quienes llegan o van por la terminal internacional del Aeropuerto Simón Bolívar de Maiquetía reconocen en el pasillo principal, y en dos de sus paredes, de vibrantes colores secuenciales que es claramente una pieza de arte cinético. Algunos ignoran que la obra es del maestro Carlos Cruz-Diez, quien en el afán de diseñar piezas de carácter utilitario desarrolló la Cromointerferencia de color aditivo, 1974-1978, que desde hace 35 años ha visto millones de pisadas e innumerables equipajes.

Sin embargo, lo que hoy llama la atención a los viajeros, no es el patrón multicolor, o la importancia mundial del artista venezolano, o la historia del piso por el que transitan; sino el deterioro que presenta y parece aumentar con el pasar de cada temporada.

"Esta es una obra de arte espectacular. Uno regresa a Venezuela y lo primero que te recibe es la obra de Cruz-Diez, un hombre del que cualquier venezolano puede presumir ser su compatriota. Es una vergüenza regresar y conseguirlo deteriorado. Somos un país que no valora el arte. Lo mismo pasa con el mural de Zapata en el Universitario y con cientos de otras obras que no recuerdo", comenta la venezolana Regina Espinoza, quien regresaba de España a pasar las festividades con su familia.

El deterioro va por diversas dimensiones. En un recorrido se pueden visualizar 23 espacios con mosaicos despegados. De estos, por lo menos ocho, son de gran envergadura. También se observa el desgaste, fracturas y fisuras de diverso espesor, así como zonas con abultamientos. Al transitar por el pasillo se puede ver como al impacto de un equipaje grande con ruedas, una diminuta losa azul se desprende. "Eso pasa a diario. Siempre puedes conseguir un mosaiquito desprendido. Creo que el piso no estaba preparado para esos maletones y tanta carga", asegura uno de los trabajadores que plastifica equipajes.

"Como venezolano esperamos que se haga el mantenimiento correctivo necesario al aeropuerto de Maiquetía y a esta pieza. No puedo ni imaginar que corra la misma suerte del muro del Puerto de la Guaira", dijo Adolfo Castillo, quien se dirigía a Miami, refiriéndose al Muro de Inducción Cromática, derribado mandarriazos por la administración portuaria en 2006.

Otros no se sorprenden, pues es común la falta de mantenimiento. "En 15 años, la obra de Cruz-Diez en los silos del Puerto de La Guaira (Cilindros de Inducción Cromática, 1975) no ha recibido mantenimiento. Lo dejan perder de a poco", agrega la vecina Lorena González.


18 de diciembre de 2013

Desde el ignoto mundo de nubes en el que reposa su mente, Frida Añez quién sabe qué escribiría en esas hermosas tarjetas navideñas que enviaba a sus amigos para celebrar estas fiestas del año 2013. En su nombre, apelo al mundo de costumbres y tradiciones propias de la Navidad en Venezuela, ese país que tanto quiere y por el que tanto trabajó...FELIZ NAVIDAD en nombre del blog que honra a una mujer maravillosa, que dio todo de si a la cultura e industria carabobeña, que sin ella han perdido esa calidad y eficiencia que supo imprimirle a cada acto de su vida y cuya ausencia en vida tanto nos conmueve... Por eso honramos con mucho amor su presencia con este blog hecho desde el corazón y el agradecimiento con el compromiso de mantenerla viva en el presente, como icono de una Valencia que se nos fue justo cuando se retiró de la vida pública valenciana...FELIZ NAVIDAD Y PROSPERO AÑO 2014...


Misa de Gallo
Misa de Gallo
Los Pastores del Niño Jesús, las Misas de Gallo, la Paradura del Niño, los Locos y Locainas y las parrandas de año viejo y año nuevo son algunas de las tradiciones que rodean la época navideña en Venezuela 

Música, teatro, disfraces coloridos, historia y, en ocasiones, hasta alusiones políticas son ingredientes que hacen que   tan vistosas y atractivas.

La Navidad es una manifestación cultural que involucra a todas las regiones del país. Se podría marcar como punto de partida las fiestas en honor a la virgen de Chiquinquirá, en el estado Zulia, cuando las gaitas indican el inicio de las tradiciones católicas que conmemoran el nacimiento del Niño Jesús. A ello se une la llegada de los aguinaldos y las patinatas en calles.

Las ciudades se visten para la ocasión: adornan sus calles con luces y dan un lugar privilegiado a los pesebres. A grandes rasgos esa es la práctica común. Pero hay lugares en los que las fiestas son mucho más autóctonas y variopintas, donde los habitantes arman sus celebraciones para que locales y visitantes disfruten de las ceremonias que ratifican sus creencias y que fueron aprendidas de generaciones anteriores.

“Es una forma de reafirmar las tradiciones que hemos heredado, el patrimonio navideño que tenemos en cada pueblo y que estamos luchando para que no desaparezcan”, indica Carlos Marrón, fundador de la Red Nacional de Burras y Burriquitas Tradicionales de Venezuela. Participar en estas manifestaciones folklóricas, o simplemente admirarlas, es una forma de hacer turismo y festejar con orgullo el mosaico cultural del país.

Según el Atlas de Tradiciones Venezolanas de la Fundación Bigott, entre el primer domingo de diciembre y el 24 de diciembre comienzan en los estados Aragua y Carabobo los velorios, danzas y romerías de los Pastores del Niño Jesús. En Mariara, Aguas Calientes, San Joaquín, Chuao y El Limón los feligreses amanecen en la Misa de Gallo, ceremonia eclesiástica acompañada de cantos y aguinaldos que culmina con fuegos artificiales.

Al terminar la eucaristía, aparece el ángel Gabriel y se inicia un diálogo –según el texto de san Lucas– entre él y los pastores, que saludan la imagen del Niño Dios e inician sus danzas al son de cuatro, guitarra, maracas, furruco, tambor, gajillos (palos de madera con chapas) y panderetas, que animan los aguinaldos dedicados al niño que está por nacer. Los pastores van vestidos con faldas largas hechas con tiras de papel y sombreros decorados con flores y lazos. La fiesta termina cuando el personaje del Cachero entrega sus cuernos, su símbolo de poder, a Jesús.

Parrandas por doquier. En el estado Miranda, las parrandas son una de las expresiones más utilizadas para venerar las festividades decembrinas. El 24 diciembre es cuando tienen su momento de esplendor. La parranda del Niño Jesús de Curiepe, en el municipio Brión; las de Capaya y Marizapa, en el municipio Acevedo; y la de El Guapo son algunas de ellas.

Los peregrinos que participan hacen un recorrido por varias comunidades y vuelven a su pueblo de origen para continuar el festejo. A lo largo del camino, los “niñeros” se van pasando en brazos la cuna de cristal que contiene al Niño Jesús como pago de una promesa. “El recorrido es acompañado con el ritmo musical de la parranda mirandina, y en los últimos años se le han incorporado instrumentos de viento que le dan mayor dinamismo a la manifestación popular”, explica Marrón.

Entre el 24 de diciembre y el 2 de febrero los primeros años de vida de Jesucristo son representados en la Paradura del Niño que se hace en los estados Táchira, Mérida y Trujillo, y que consiste, básicamente, en poner de pie la figura del Niño para demostrar que está en capacidad de caminar. Los fieles se reúnen frente al pesebre de alguno de los hogares del pueblo y es donde comienza la acción de los rezanderos y los músicos, quienes hacen el acompañamiento con sus violines, cuatros y guitarras. Los padrinos reparten velas entre los presentes para que las lleven encendidas durante la procesión en la que pasearán a Jesús por la casa anfitriona para que bendiga a la familia. Al terminar, la figura es devuelta al lugar que le corresponde en el pesebre –entre María y José– y se cantan villancicos, aguinaldos, romances, décimas y rosarios para pedir protección.

De locos e inocentes
Locos y locainas es una de las tradiciones más pintorescas de la temporada decembrina local. Todos los 28 de diciembre en Pueblo Llano y El Valle, estado Mérida; Quebrada Seca y Mesa de Esnujaque, estado Trujillo; Agua Blanca, estado Portuguesa; y Sanare, estado Lara, la burla, las bromas y la diversión se apoderan de las calles.

En ocasiones, las críticas políticas tienen espacio en esta expresión cultural. La inversión de roles es muy popular el Día de los Santos Inocentes. Así, las comparsas se organizan con mujeres vestidas de hombres, hombres vestidos de mujeres y niños como si fueran viejos.

Los Zaragozas es otra celebración que se llevan a cabo este mismo día. En Sanare y Guárico, del estado Lara, se ha convertido en una gran atracción turística de la región, en la que pagan promesas, cantan y rezan ante un cuadro que ilustra el relato bíblico del sacrificio de niños por órdenes de Herodes. Las calles del pueblo se convierten en las sendas que seguirán las comparsas.

Los cascabeles que cuelgan de los vestuarios hacen el sonido que identifica la procesión que se dirige a la iglesia de San Isidro a escuchar la misa y que luego seguirá hasta la iglesia de Santa Ana. “Ay Zaragoza”, es el estribillo entonan los participantes, mientras a ritmo de cuatros, maracas y tambora tocan un sabroso merengue larense.

La parranda de los Santos Inocentes y los Boleros de Caucagua, fiesta que se realiza el 27 y 28 de diciembre, es una tradición que tiene más de 150 años. La cosa es así: hay 2 bandos, el de Pantoja y el de Caucagua. Cada uno rinde homenaje con boleros, banderas y sombreros adornados con hojas de crotos y cayenas. Tambores, instrumentos de viento y un candente ritmo tropical crean el ambiente musical.

El 29 de diciembre es la parranda de la burra de Marizapa, en el pueblo del mismo nombre en Miranda. Desde hace 21 años la conocida burra mayor recorre sectores mirandinos con un concepto pantomímico. “Lanza agua por la cola y gases aromáticos, abre y cierra la cola y rebuzna. Recibe anualmente a turistas nacionales y extranjeros que viven a plenitud el jolgorio”, explica Marrón. En 2006 fue bautizada como “la burra mecánica de Venezuela”, por Simón Díaz.

Por el que se va y el que viene. El 31 de diciembre, un hombre maltratado recorre el pueblo mirandino de Acevedo, acción que se replica en otros estados del país, representando el año que ha pasado y que está a punto de morir. En contraparte, el primer día de enero, las parrandas visitan cada casa en la que esté la imagen de Jesús para darle la bienvenida al año que comienza.

Los Reyes Magos salen en sus caballos el 6 de enero para llevar los regalos al Niño Jesús. En San Miguel de Boconó, en el estado Trujillo, la Santa Misa es amenizada por los pastores, quienes van golpeando rítmicamente las cañas que llevan en las manos. Al momento de la comunión, con un pitazo, comienzan a sonar los tambores. Al terminar, los fieles salen en procesión llevando la imagen del Niño a un altar afuera de la iglesia.

En la tarde, los tres Reyes Magos llegan a recitar coplas. 
“Lo sabroso es que todos, turistas y gente de las comunidades, disfrutan de ver los personajes típicos ataviados según la celebración y con las connotaciones negroides, españolas e indígenas que enmarcan nuestras fiestas. Eso contribuye a que más gente participe en esto, que es patrimonio”, concluye Marrón. ean tan vistosas y atractivas.

La Navidad es una manifestación cultural que involucra a todas las regiones del país. Se podría marcar como punto de partida las fiestas en honor a la virgen de Chiquinquirá, en el estado Zulia, cuando las gaitas indican el inicio de las tradiciones católicas que conmemoran el nacimiento del Niño Jesús. A ello se une la llegada de los aguinaldos y las patinatas en calles.

Las ciudades se visten para la ocasión: adornan sus calles con luces y dan un lugar privilegiado a los pesebres. A grandes rasgos esa es la práctica común. Pero hay lugares en los que las fiestas son mucho más autóctonas y variopintas, donde los habitantes arman sus celebraciones para que locales y visitantes disfruten de las ceremonias que ratifican sus creencias y que fueron aprendidas de generaciones anteriores.

“Es una forma de reafirmar las tradiciones que hemos heredado, el patrimonio navideño que tenemos en cada pueblo y que estamos luchando para que no desaparezcan”, indica Carlos Marrón, fundador de la Red Nacional de Burras y Burriquitas Tradicionales de Venezuela. Participar en estas manifestaciones folklóricas, o simplemente admirarlas, es una forma de hacer turismo y festejar con orgullo el mosaico cultural del país.

Según el Atlas de Tradiciones Venezolanas de la Fundación Bigott, entre el primer domingo de diciembre y el 24 de diciembre comienzan en los estados Aragua y Carabobo los velorios, danzas y romerías de los Pastores del Niño Jesús. En Mariara, Aguas Calientes, San Joaquín, Chuao y El Limón los feligreses amanecen en la Misa de Gallo, ceremonia eclesiástica acompañada de cantos y aguinaldos que culmina con fuegos artificiales.

Al terminar la eucaristía, aparece el ángel Gabriel y se inicia un diálogo –según el texto de san Lucas– entre él y los pastores, que saludan la imagen del Niño Dios e inician sus danzas al son de cuatro, guitarra, maracas, furruco, tambor, gajillos (palos de madera con chapas) y panderetas, que animan los aguinaldos dedicados al niño que está por nacer. Los pastores van vestidos con faldas largas hechas con tiras de papel y sombreros decorados con flores y lazos. La fiesta termina cuando el personaje del Cachero entrega sus cuernos, su símbolo de poder, a Jesús.

Parrandas por doquier. En el estado Miranda, las parrandas son una de las expresiones más utilizadas para venerar las festividades decembrinas. El 24 diciembre es cuando tienen su momento de esplendor. La parranda del Niño Jesús de Curiepe, en el municipio Brión; las de Capaya y Marizapa, en el municipio Acevedo; y la de El Guapo son algunas de ellas.

Los peregrinos que participan hacen un recorrido por varias comunidades y vuelven a su pueblo de origen para continuar el festejo. A lo largo del camino, los “niñeros” se van pasando en brazos la cuna de cristal que contiene al Niño Jesús como pago de una promesa. “El recorrido es acompañado con el ritmo musical de la parranda mirandina, y en los últimos años se le han incorporado instrumentos de viento que le dan mayor dinamismo a la manifestación popular”, explica Marrón.

Entre el 24 de diciembre y el 2 de febrero los primeros años de vida de Jesucristo son representados en la Paradura del Niño que se hace en los estados Táchira, Mérida y Trujillo, y que consiste, básicamente, en poner de pie la figura del Niño para demostrar que está en capacidad de caminar. Los fieles se reúnen frente al pesebre de alguno de los hogares del pueblo y es donde comienza la acción de los rezanderos y los músicos, quienes hacen el acompañamiento con sus violines, cuatros y guitarras. Los padrinos reparten velas entre los presentes para que las lleven encendidas durante la procesión en la que pasearán a Jesús por la casa anfitriona para que bendiga a la familia. Al terminar, la figura es devuelta al lugar que le corresponde en el pesebre –entre María y José– y se cantan villancicos, aguinaldos, romances, décimas y rosarios para pedir protección.

De locos e inocentes
Locos y locainas es una de las tradiciones más pintorescas de la temporada decembrina local. Todos los 28 de diciembre en Pueblo Llano y El Valle, estado Mérida; Quebrada Seca y Mesa de Esnujaque, estado Trujillo; Agua Blanca, estado Portuguesa; y Sanare, estado Lara, la burla, las bromas y la diversión se apoderan de las calles.

En ocasiones, las críticas políticas tienen espacio en esta expresión cultural. La inversión de roles es muy popular el Día de los Santos Inocentes. Así, las comparsas se organizan con mujeres vestidas de hombres, hombres vestidos de mujeres y niños como si fueran viejos.

Los Zaragozas es otra celebración que se llevan a cabo este mismo día. En Sanare y Guárico, del estado Lara, se ha convertido en una gran atracción turística de la región, en la que pagan promesas, cantan y rezan ante un cuadro que ilustra el relato bíblico del sacrificio de niños por órdenes de Herodes. Las calles del pueblo se convierten en las sendas que seguirán las comparsas.

Los cascabeles que cuelgan de los vestuarios hacen el sonido que identifica la procesión que se dirige a la iglesia de San Isidro a escuchar la misa y que luego seguirá hasta la iglesia de Santa Ana. “Ay Zaragoza”, es el estribillo entonan los participantes, mientras a ritmo de cuatros, maracas y tambora tocan un sabroso merengue larense.

La parranda de los Santos Inocentes y los Boleros de Caucagua, fiesta que se realiza el 27 y 28 de diciembre, es una tradición que tiene más de 150 años. La cosa es así: hay 2 bandos, el de Pantoja y el de Caucagua. Cada uno rinde homenaje con boleros, banderas y sombreros adornados con hojas de crotos y cayenas. Tambores, instrumentos de viento y un candente ritmo tropical crean el ambiente musical.

El 29 de diciembre es la parranda de la burra de Marizapa, en el pueblo del mismo nombre en Miranda. Desde hace 21 años la conocida burra mayor recorre sectores mirandinos con un concepto pantomímico. “Lanza agua por la cola y gases aromáticos, abre y cierra la cola y rebuzna. Recibe anualmente a turistas nacionales y extranjeros que viven a plenitud el jolgorio”, explica Marrón. En 2006 fue bautizada como “la burra mecánica de Venezuela”, por Simón Díaz.

Por el que se va y el que viene. El 31 de diciembre, un hombre maltratado recorre el pueblo mirandino de Acevedo, acción que se replica en otros estados del país, representando el año que ha pasado y que está a punto de morir. En contraparte, el primer día de enero, las parrandas visitan cada casa en la que esté la imagen de Jesús para darle la bienvenida al año que comienza.

Los Reyes Magos salen en sus caballos el 6 de enero para llevar los regalos al Niño Jesús. En San Miguel de Boconó, en el estado Trujillo, la Santa Misa es amenizada por los pastores, quienes van golpeando rítmicamente las cañas que llevan en las manos. Al momento de la comunión, con un pitazo, comienzan a sonar los tambores. Al terminar, los fieles salen en procesión llevando la imagen del Niño a un altar afuera de la iglesia.

En la tarde, los tres Reyes Magos llegan a recitar coplas.
“Lo sabroso es que todos, turistas y gente de las comunidades, disfrutan de ver los personajes típicos ataviados según la celebración y con las connotaciones negroides, españolas e indígenas que enmarcan nuestras fiestas. Eso contribuye a que más gente participe en esto, que es patrimonio”, concluye Marrón. 

15 de diciembre de 2013

Wladimir Zabaleta, maestro del duende que morará por siempre

El Carabobeño 15 diciembre 2013

Zabaleta, maestro del duende que morará por siempre

Por César Peña Vigas
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Nació para ofrecer un legado de grandeza y dejó una huella para el deleite de muchos y por tiempos sin cuenta ni número. Con su maravilloso duende enriquecía su obra y acrecentaba su ingrávida figura. 
Sin tener el don de convertir en oro lo que tocaba, si trocaba en esplendidez el maravilloso arte que creaba. Enorme y valioso su legado y por mucho tiempo riqueza y gratos recuerdos serán signo de su memoria y cuantía de su herencia. 
Con su presencia humilde y notoria hizo de la amistad un bastión inexpugnable, un estandarte de la siempre bienvenida que anticipaba en sus encuentros para disfrute del espíritu, para el espumar del humor y para marcar la impronta indeleble de su arte y de su duende y de su ligero andar.
Dejó muchas memorias cosidas en los entresijos del placer por contemplar su arte, hecho de sombras por las noches en el parque Negra Hipólita, o radiante y oferente en cualquier lugar, tiempo u ocasión. 
Tenemos y tendremos la suerte y la dicha de recordar más a tan grande artista, por el acierto del municipio Naguanagua de acrecentar las potencias de su creación, al ser enarbolada la magnífica escultura que adorna la vista norte de la redoma de Guaparo. Es justicia al talento y vida al aliento de un creador que crecerá con el pasar de los días y se agigantará ante la mirada iluminada de los transeúntes.
Vladimir ya hizo de la calle valenciana morada del placer estético y signo del asombro que despierta su colosal menina, singular signo de la redoma de Guaparo, compartida con otro gran artista del cinetismo. Con el pasar de los años esa redoma se poblará con otras obras, para devenir en un foco de irradiación de arte majestuoso para  acicate del placer de propios y extraños. 
 “Lo que ninguna parte viene a ninguna parte va” (A. Malreaux) aplica a los estrechos nexos que mantuvo con las arcillas del Cabriales de Braulio Salazar o las brujas de Vigas, y seguramente otras cuantas recónditas influencias ayudaron a moldear ese espíritu original y orgulloso de sus dones de artista y de excepcional hombre del bien.
Al rememorar las exposiciones de Vladimir me viene a la memoria una delicada expresión que Milagros Socoro le dedicó a otro gran artista, la cual me permito parafrasear de memoria: “Cuando se está frente a una obra de Zabaleta, por grande que sea su porte, hay que mirarla de cerca como se mira un anillo desenterrado de Troya, o una carta autógrafa del Padre de la Patria”.
Su obra morará para siempre en los mejores lugares de este mundo, y concurrirá a los más elevados sitiales del espíritu de propios y extraños a esta tierra del maestro del duende. 

1 de diciembre de 2013

El 1 de diciembre de 1963 por primera vez se encendió en lo alto de El Ávila una cruz que marcaba el inicio de la Navidad.La ingeniosa idea fue de Ottomar Pfersdorff, un ingeniero estadounidense, que trabajó para la Electricidad de Caracas desde los años 40 .El encendido de la cruz se convirtió en tradición, una que arriba hoy, a las 6:00 p.m., a sus 50 años.

Medio siglo iluminando al valle en Navidad

Hace 50 años brilló, por primera vez, una cruz en el cerro El Ávila

Hoy se realizará el tradicional encendido que marca el inicio de las festividades con motivo del nacimiento de Jesús. La idea fue acuñada por el ingeniero estadounidense Ottomar Pfersdorff. 74 bombillos reflectores proyectan la luz que ilumina la montaña. La tradición se inició como un efecto de luces y sombras logradas desde las habitaciones del Hotel Humboldt.

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En últimos días se hicieron las pruebas finales para su encendido esta tarde (Venancio Alcázares)
VALENTINA OVALLES R. |  EL UNIVERSAL
domingo 1 de diciembre de 2013  12:00 AM
Aunque las primeras planas de los periódicos de la época no reseñaron el evento - estaban copados de lo que sucedía en torno a unas elecciones presidenciales- el 1 de diciembre de 1963 por primera vez se encendió en lo alto de El Ávila una cruz que marcaba el inicio de la Navidad. No era lo que es ahora, en aquel entonces la figura se constituía por la luz de las habitaciones del Hotel Humboldt que se encendían, del piso uno al catorce, y cerraban las cortinas de otros cuartos para completar la forma. 

La ingeniosa idea fue de Ottomar Pfersdorff, un ingeniero estadounidense, que trabajó para la Electricidad de Caracas desde los años 40. Sin embargo, el encendido de las decenas de habitaciones resultaba tan costoso en consumo energético que tuvieron que cambiar el plan. En 1966 se instaló la cruz en la antena del canal Venezolana de Televisión, ubicada en el sector de Los Mecedores. Casi una veintena de años más tarde, en 1982, se construye la mole de hierro que hasta hoy ilumina las navidades capitalinas, desde el sector Papelón.

El encendido de la cruz se convirtió en tradición, una que arriba hoy, a las 6:00 p.m., a sus 50 años.

Durante las últimas semanas los técnicos de Corpoelec suben hasta donde está la estructura, ubicada a 1.530 metros de altura sobre el nivel de mar, para realizar el mantenimiento previo al gran día. "Lo primero es la limpieza, el desmalezamiento de la zona, que ya hicimos la semana pasada. Luego revisamos los bombillos, cables, sócates...", explicó Danilo Álvarez, uno de los técnicos de la corporación que desde hace unos 15 años está encargado de las labores. 

Él comenta que lo más común es encontrar algunos bombillos rotos debido a las lluvias y bajas temperatura. Ahora son 74 bombillas reflectores, de 250 watios, que dan vida a la cruz de 37 metros de alto. 

Normalmente los retoques se hacen solo en noviembre, justo antes del encendido. Aunque este año se verificaron los desperfectos también en febrero, porque en ese mes y en marzo también se prendió, primero por la salud del ex presidente Chávez y luego por su muerte. De forma extemporánea también se iluminó en 2012, el 16 de marzo, cuando el ex presidente viajó a operarse del cáncer.

Desde hace siete años el grupo Venezuela Trekking realiza una excursión cada 1 de diciembre hasta la cruz, para presenciar el encendido. Esa es ahora de sus convocatorias con mayor asistencia, el año pasado contaron unas 70 personas y para este esperan superar la cifra.

Hay quienes vienen incluso desde el interior del país. "Es una excursión bien pintoresca. Van niños, la gente se pone gorros navideños y hacemos un compartir a los pies de la cruz", explicó Freddy Arévalo, coordinador de las actividades del grupo. 

Los excursionistas presencian el conteo regresivo. Uno de ellos contó que el año pasado descubrió uno de los secretos del evento y es que, aunque la cruz se enciende supuestamente a remoto desde la sede de Corpoelec en San Bernardino, en ese momento los técnicos tienen un monitor por donde ven la cuenta regresiva y al momento de presionarse el botón son ellos quienes suben el breake que ilumina a la mole de hierro. 

Tal día como hoy, los obreros de Corpoelec suben desde el mediodía y llevan la caja de control, que programan para que durante todo diciembre y hasta el 6 de enero la cruz se encienda desde las 6 pm y hasta las 12 m. Solo el 24 y 31 está prendida las 24 horas.

Y Convit, documental producido por Vale TV que se estrenará en la gran pantalla a mediados de marzo, hará un recuento de la vida y el trabajo del doctor en Ciencias Médicas (1938), que el pasado 11 de septiembre celebró el centenario de su nacimiento.

Un documental para Jacinto Convit

El trabajo dirigido por Sergio Monsalve llegará en marzo a las salas de cine.

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"Convit" resalta los logros del doctor de 100 años de edad (Cortesía)
LORENA TASCA |  EL UNIVERSAL
martes 26 de noviembre de 2013  
Creador de la vacuna contra la lepra, fundador del Instituto de Biomedicina de Caracas y de la Red Nacional de Dermatología Sanitaria. Esos son apenas algunos de los logros del doctor Jacinto Convit, quien ahora persigue el sueño de encontrar la cura contra el cáncer.

Convit, documental producido por Vale TV que se estrenará en la gran pantalla a mediados de marzo, hará un recuento de la vida y el trabajo del doctor en Ciencias Médicas (1938), que el pasado 11 de septiembre celebró el centenario de su nacimiento.

Para el trabajo que se proyectará antes de su estreno el próximo 30 de noviembre, a las 11:00 am, en Cinex del centro comercial Tolón (Las Mercedes), se realizaron entrevistas a familiares, amigos y cronistas cercanos a Convit. También se tomaron varias declaraciones del galeno que se realizaron durante el año de filmación y se retomaron algunos de los archivos de Vale TV.

El largometraje de 70 minutos de duración que cuenta con la dirección y guión de Sergio Monsalve y la producción Rossana Quintero, es el primer trabajo del programa Gente que vale que saldrá a las salas de cine. El espacio que se transmite por las pantalla de Vale TV ha contado las historias de venezolanos como Sofía Ímber y José Antonio Abreu.

ltasca@eluniversal.com

"Mi padre, Juan Bautista Gerbasi, cuya vida es el motivo de este poema, nació en una aldea viñatera de Italia, a orillas del Mar Tirreno, y murió en Canoabo, pequeño pueblo venezolano escondido en una agreste comarca del Estado Carabobo". Vicente Gerbasi

Como un regalo a Frida Añez, en este primer Domingo Adviento (2013)
fecha en que llegaba  a mi casa un regalo de su parte como el gusto
que ambas compartíamos por este tiempo, entrada de la Navidad.

Vicente Gerbasi
              


I
Venimos de la noche y hacia la noche vamos.             
Atrás queda la tierra envuelta en sus vapores,
donde vive el almendro, el niño y el leopardo.             
Atrás quedan los días, con lagos, nieves, renos,
con volcanes adustos, con selvas hechizadas             
donde moran las sombras azules del espanto.
Atrás quedan las tumbas al pie de los cipreses,             
solos en la tristeza de lejanas estrellas.
Atrás quedan las glorias como antorchas que apagan             
ráfagas seculares.
Atrás quedan las puertas quejándose en el viento.             
Atrás queda la angustia con espejos celestes.
Atrás el tiempo queda como drama en el hombre:             
engendrador de vida, engendrador de muerte.
El tiempo que levanta y desgasta columnas,             
y murmura en las olas milenarias del mar.
Atrás queda la luz bañando las montañas,             
los parques de los niños y los blancos altares.
Pero también la noche con ciudades dolientes,             
la noche cotidiana, la que no es noche aún,
sino descanso breve que tiembla en las luciérnagas             
o pasa por las almas con golpes de agonía.
La noche que desciende de nuevo hacia la luz,             
despertando las flores en valles taciturnos,
refrescando el regazo del agua en las montañas,             
lanzando los caballos hacia azules riberas,
mientras la eternidad, entre luces de oro,             
avanza silenciosa por prados siderales.



              II
Venimos de la noche y hacia la noche vamos.             
Los pasos en el polvo, el fuego de la sangre,
el sudor de la frente, la mano sobre el hombro,             
el llanto en la memoria,
todo queda cerrado por anillos de sombra.             
Con címbalos antiguos el tiempo nos levanta.
Con címbalos, con vino, con ramos de laureles.             
Mas en el alma caen acordes penumbrosos.
La pesadumbre cava con pezuñas de lobo.             
Escuchad hacia adentro los ecos infinitos,
los cornos del enigma en vuestras lejanías.             
En el hierro oxidado hay brillos en que el alma
desesperada cae,             
y piedras que han pasado por la mano del hombre,
y arenas solitarias,             
y lamentos del agua en cauces penumbrosos.
¡Reclamad, gritando hacia el abismo,             
el mirar interior que hacia la muerte avanza!
En nuestras horas yacen reflejos de heliotropos,             
manos apasionadas, relámpagos del sueño.
¡Venid a los desiertos y escuchad vuestra voz!             
¡Venid a los desiertos y gritad a los cielos!
El corazón es una secreta soledad.             
Sólo el amor descansa entre dos manos,
y baja en la simiente con un rumor oscuro,             
como torrente negro, como aerolito azul,
con temblor de luciérnagas volando en un espejo,             
o con gritos de bestias que se rompen las venas
en las calientes noches de insomnes soledades.             
Mas la simiente trae a la visible e invisible muerte.
¡Llamad, llamad, llamad vuestro rostro perdido             
a orillas de la gran sombra!



              III
Relámpago extasiado entre dos noches,             
pez que nada entre nubes vespertinas,
palpitación del brillo, memoria aprisionada,             
tembloroso nenúfar sobre la oscura nada,
sueño frente a la sombra: eso somos.             
Por el agua estancada va taciturno el día,
doblegando los juncos hacia barcas de olvido.             
El alma silenciosa en las violetas tiembla.
¿No somos un secreto guardado por las horas?             
Mirad cómo en el césped de la tarde
la mirada es un brillo de azahares,             
cómo se esconde el ser
en el suspiro leve de las frondas.
Algo se cierra siempre en torno a nuestra frente.             
El frío de las piedras corre por nuestra sangre.
Un susurrar de nardo desciende por los valles.             
Y siempre el hombre solo, bajo el sol y los truenos,
perseguido por voces y látigos y dientes.             
El hombre siempre solo, con su mirada, suya,
con sus recuerdos, suyos, y con sus manos, suyas.             
El hombre interrogando a sus calladas sombras.
Escucha: yo te llamo desde mis soledades,             
desde mis suspirantes comarcas de palmeras,
abiertas a los signos luminosos del cielo.             
El viento se te enreda con nieblas siderales,
y te detiene al pie de negros abedules.             
Venados de la luna van corriendo
por la antigua memoria,
y en tu silencio caen llamas del corazón.             



IV
Lo que siento en mi sangre como un reloj de arena,             
cerca de algún retrato, del hilo y del salero;
lo que escucho en mi sangre como un rumor del día,             
cuando una mariposa de la noche
viene a besar la sombra de nuestro corazón;             
lo que escucho en mi sangre como acordes de luto,
cuando todo se apaga y todo es un ayer,             
con rostros, con cenizas y manos en la sombra;
lo que escucho en mi sangre como grano que cae             
en la penumbra de los aposentos,
donde el espejo de hundida confidencia             
destruye vanamente las máscaras del hombre:
lo que escucho en mi sangre como flautas del sol,             
cuando mis hijos danzan en torno a mi existencia
como en una lejana colina de vendimias;
cuando el pensamiento transforma mis secretos             
en abismos de yedras,
y reclino mi frente sobre el vino nocturno;             
cuando siento mis pasos en la tierra,
y cuando digo: tierra,
y sé que estoy aquí iluminándome,             
amándola y oyendo su mandato, que es el existir,
es lo que desciende en secreto hacia mi muerte:             
rumor que me sostiene y me dibuja
en mi retrato antiguo,
con un halcón sobre el hombro,             
en la penumbra de tus olivares:
marco de la conciencia,
enigma de viejos muros,             
caída de la luz en la tristeza,
heno en la tarde, nubes de soledad,             
higueras de la noche en forma de esqueletos,
mirada hacia la sombra del jaguar.             
No somos habitantes de la luz.
Hay lenguas de tiniebla y signos ardorosos             
danzando en torno nuestro.
Se nos cae la mirada en anillos de luto,             
en juncales de miedo, en estrellas de plata.
La frente va perdida, como ráfaga fría             
por la humedad nocturna de los espantapájaros.
¿Cuándo sale de ti mi oscuro andar?             
Atrás quedan abismos en que mis ojos caen.
El hombre es de la noche que lo sigue,             
sueño que el sol defiende,
paréntesis de incierta maravilla,
imagen que derriba la tiniebla.             
Aún mi madre contempla tu retrato
y en su cabello blanco se hace un lejano resplandor.             
Aquí en la tierra estoy, aquí en la tierra,
y en tu muerte, disperso en mis sentidos.             
Y persisten los ojos, las brasas del peligro
y el hábito de andar por los sonidos,             
por la humedad, la risa, las tinieblas,
donde las lumbres danzan             
como reminiscencias de muertos familiares.
Y todo avanza en mí y todo cae, y todo es un rumor,             
un acercarse y amar, y un sufrir por lo amado,
y un llevarlo todo al sueño             
y hacer de la tierra un sueño.
Y es lo que viene ardiendo, sonando como un trueno             
sobre un niño,
desde tu vida dura, desde tu muerte sola,
tu muerte semejante a una llanura,
donde curva la noche su lentitud de estrellas,             
con un rumor de cascos, de piedras, de esqueletos,
con guitarras caídas junto al corazón,             
con una copla del diablo,
con el azufre del Tirano Aguirre
danzando en las colinas,             
y lejanos relámpagos antiguos
en un denso horizonte con sombras de diluvio,             
y el viento que resuena sobre el sordo tambor
de la tierra caliente,             
del agua del caimán y el venenoso diente.
Padre mío, padre de mi huracán. Y de mi poesía.             




V
A veces caigo en mí, como viniendo de ti,             
y me recojo en una tristeza inmóvil;
como una bandera que ha olvidado el viento.             
Por mis sentidos pasan ángeles del crepúsculo
y lentos me aprisionan los círculos nocturnos.             
Venimos de la noche y hacia la noche vamos.
Escucha. Yo te llamo desde un reloj de piedra,             
donde caen las sombras, donde el silencio cae.




              VI
El velero lustroso de la muerte             
pasea tu silencio por mis mares sombríos,
entre brillos de un agua negra en ondas,             
donde cantan marinos de otro tiempo,
ahogados en la noche, rendidos a las algas             
que transportan las sombras.
Y siempre vienes a mí desde el olvido,             
aventurero terrestre de barbas seculares.
Tus zapatos aún suenan sobre los ladrillos             
y sobre las arenas de bahías desiertas,
con baúles desenterrados y monedas,             
y con rocas lejanas donde los astros caen,
donde avanzan temblando las auroras,             
en medio de las sombras de los fríos,
y de pinos del mar,
y signos y colores espectrales,             
y las sombras de madres de barqueros,
llamando entre sus paños y sus cabellos,             
y sus voces confundidas,
y sus lágrimas perdiéndose en la arena,             
y gaviotas en fila, volando hacia otro mundo,
hacia distancias cárdenas y negras,             
hacia un día del misterio,
donde grita el hombre a su muerte.             
Te sigue un perro grande,
el perro fiel y lento de nuestra lejanía.             
En tu penumbra brillan barcas abandonadas.
Con las ráfagas gimen tus hondas soledades             
y entre las algas tiembla el grave amanecer.
Te alejas en tu viaje como llovizna leve,             
como el rumor del finar en los caracoles.
En mi soledad guardo tus hondas soledades.             
De ti vienen los días
sonando en las guitarras del olvido.
Por ti yo soy el hombre, el portador del fuego.             
Por ti mi mano levanta el espejo que refleja la montaña.
Hacia mí venían tus huellas, tu fábula y tu clima,             
y aún te veo llegar desde la muerte,
padre del remo, padre del pesado saco,             
padre de la cólera y el canto.




              VII
Tu aldea en la colina redonda bajo el aire del trigo,             
frente al mar con pescadores en la aurora,
levantaba torres y olivos plateados.             
Bajaban por el césped los almendros de la primavera,
el labrador como un profeta joven,             
y la pequeña pastora con su rostro en medio de un pañuelo.
Y subía la mujer del mar con una fresca cesta de sardinas.             
Era una pobreza alegre bajo el azul eterno,
con los pequeños vendedores de cerezas en las plazoletas,             
con las doncellas en torno a las fuentes
movidas rumorosamente por la brisa de los castaños,            
en la penumbra con chispas del herrero,
entre las canciones del carpintero,             
entre los fuertes zapatos claveteados,
y en las callejuelas de gastadas piedras,             
donde deambulan sombras del purgatorio.
Tu aldea iba sola bajo la luz del día,             
con nogales antiguos de sombra taciturna,
a orillas del cerezo, del olmo y de la higuera.             
En sus muros de piedra las horas detenían
sus secretos reflejos vespertinos,             
y al alma se acercaban las flautas del poniente.
Entre el sol y sus techos volaban las palomas.             
Entre el ser y el otoño pasaba la tristeza.
Tu aldea estaba sola como en la luz de un cuento,             
con puentes, con gitanos y hogueras en las noches
de silenciosa nieve.             
Desde el azul sereno llamaban las estrellas,
y al fuego familiar, rodeado de leyendas,             
venían las navidades,
con pan y miel y vino,
con fuertes montañeses, cabreros, leñadores.             
Tu aldea se acercaba a los coros del cielo,
y sus campanas iban hacia las soledades,             
donde gimen los pinos en el viento del hielo,
y el tren silbaba en lontananza, hacia los túneles,             
hacia las llanuras con búfalos,
hacia las ciudades olorosas a frutas, hacia los puertos,             
mientras el mar daba sus brillos lunares,
irás allá de las mandolinas,             
donde comienzan a perderse las aves migratorias.
Y el mundo palpitaba en tu corazón.             
Tú venías de una colina de la Biblia,
desde las ovejas, desde las vendimias,             
padre mío, padre del trigo, padre de la pobreza.
Y de mi poesía.             
              

              VIII
Cuando tú venías, venías hacia la muerte,             
porque así son nuestros pasos en los días:
hacia las montañas detenidas en los crepúsculos;             
hacia las ciudades que esperan la noche con luto y alegría,
tostando el pan, preparando dramas en los aposentos,             
derramando rojo vino en las penumbras;
hacia los puertos donde las barcas dan descanso a los vagabundos;             
hacia los pequeños caminos rojos,
donde nos duele el cuerpo del asno,             
donde nos duelen los pies del mendigo,
donde nos duele el canto de la triste quinquina;             
hacia nuestra futura vivienda,
con el susurro leve del naranjo             
a cuya sombra estaremos en la mirada del hijo,
como en una hora del cielo,             
del presentimiento y de la angustia.
Tú venías, y el mundo estaba debajo de tus pasos,             
y debajo de tus noches, y debajo de tus soledades.
Sí, tu existencia había creado sus cielos huracanados             
sus aguas tumultuosas, sus nubladas lejanías,
y las tempestades agitaban los mares de tu corazón             
con truenos y estrellas caídas
en las oscuras soledades del alma,             
con naufragios y voces de mujeres
perdidas en la extensión de las olas y los países.             
Soñabas con fantasmales buques en la sombra,
esos que llevan banderas de luto             
y viajan hacia los puertos de podridos aceites
y antiguos desperdicios.             
Y la furia levantaba ondas en la oscuridad de tu muerte,
perseguida por brillos lunares,             
como una oleaginosa superficie negra
con vuelos de lentas aves relucientes,             
ahí donde los astros gotean sus azules licores,
en ese espacio del misterio devorador,             
con islas iluminadas en nuestra soledad.
Tu juventud llamaba a las ciudades del mundo,             
a los vientos que soplan contra viejas murallas,
a la gente que vive en las oscuras minas,             
a marinos que yacen bajo cruces del mar.
Tú, el viajero, el insomne, el descontento,             
el que levantaba las manos hacia los relámpagos,
el que veía pasar las bahías             
como la orilla serena y brumosa de la tristeza.
Sabías soportar las lejanías, siempre tan del corazón.             
Sabías llegar.
Y eras ahí el anónimo, el oscuro, el devorado,             
tendido en las noches calientes,
como los sacos, como los barriles,             
a la orilla de los grandes navíos.
Un campesino te daba una copa de aguardiente.             
Y aún era la noche oscura como un tambor,
salvaje como las patas, las mías y los dientes del tigre.             
La noche, la noche llena de rumores de tamarindos,
de cocoteros movidos por una brisa             
que te devolvía a otro tiempo,
al tiempo de tu aldea con campanas,             
de tus mares del verano
con barcarolas cerca del amanecer.
Tú estabas dormido bajo las estrellas de otro mundo.             
Padre mío, padre de mi universal angustia.
Y de mi poesía.
              
              

              IX
Dejaste en mi existencia la nostalgia del mundo.             
Adoro las ventanas que tiñen los crepúsculos,
contemplo las estampas de algún campo del norte,             
elevo las aldeas a nevadas del cielo
y un reno silencioso se yergue en mi silencio.             
Muero contra los pinos por ráfagas heladas,
a mis manos se acercan pájaros del invierno,             
y un aire de mendigos difunde coros tristes.
No sé si alguna hora de copos solitarios,             
esos que a veces caen en grises cementerios,
sobre harapientas sombras, en plazas vespertinas,             
me espera en algún sitio lejano de la tierra.
Por ti, que caminabas con tus ropas pesadas,             
entre los esqueletos vegetales del frío,
yo vago por la orilla de un lago taciturno,
oyendo una campana de antiguos molineros.             




X
¿Qué fuego de tiniebla, qué círculo de trueno,             
cayó sobre tu frente cuando viste esta tierra?
Pasaron costas negras, arbustos inflamados,             
barcas con piñas, cocos, bananas, chirimoyas,
sobre un mar tenebroso con medusas y anémonas.             
Y pasaron caminos, zamuros, caseríos,
y viste un asno ciego atado a tina ventana,             
y un niño sin parientes pasar por la llanura,
y un vaquero llamando la sombra del ganado.             
Una puerta caliente se abrió para tu vida.
Te llamaron las aguas con sus lenguas oscuras,             
los pájaros con gritos, y animales dolientes
que lloran largamente en el alto follaje.             
Y llegaste a la puerta de la casa del brujo,
de cuyo tecleo cuelgan gruesas hojas moradas,
semillas venenosas, corazones de pájaros.             
Y viste la melaza correr en los trapiches.
Y el toro que en la tarde avanza hacia la muerte,             
atado a dos caballos.
Y viste la serpiente de agua, retorcida,             
que en la penumbra ahoga a la vaca sedienta.
Y anduviste de noche entre las mariposas             
de luto, que visitan los ranchos tenebrosos,
donde habita la fiebre de labios amarillos.             
Y viste danzar llamas, las llamas del Tirano,
seguido por el canto del aguaitacamino,             
que avanza, misterioso, junto al paso del hombre.
Y dormiste entre hormigas, arañas y escorpiones.             
Y grandes flores lilas, con brillos siderales,
se abrieron en tu sueño de encendidos diamantes.             




XI
Por ti sé que el remo que regresa del horizonte,             
y el hacha que al contacto del árbol
llena de resonancia el día,             
y el martillo que aplasta el hierro
y lo moldea como una llama densa, 5             
y la mano que amasa el barro para la vivienda,
y amasa la harina para los hijos,             
y para los hijos de nuestros hijos,
y el escalpelo que transmite sangre a la piedra,             
elevando su suave gesto en la penumbra,
y la frente inclinada sobre la maravilla,             
hacen la conclusión de la jornada.
Por ti sé que el paso de cada uno es solitario,             
como un recuerdo, como un instante,
como la muerte de cada uno.             
Por ti sé que el amigo es sagrado,
y que más vale un árbol con frutos             
que brillantes monedas de oro.
Pero aquí estoy debatiéndome con sangre, imagen y lamento,             
recogido en mi gesto como habitante que sale de la noche.
Por ti me alejo de las ruedas del lujo,             
de la serpiente de oro, de la araña de cristal pulido,
de la cortina de azules mariposas.             
La tierra nos reclama más cerca de sí misma,
más cerca del sueño en que la vemos.             
Ráfagas solitarias se acercan a mi frente,
donde la noche mora temblando en los jazmines.             
Fugaces resplandores pasan entre mis huesos,
mientras voy escuchando mis pasos en el polvo.             
Avanzo, clamo, caigo, y yo mismo levanto
mi cuerpo abandonado.             
Agítanse las sombras al golpe de la sangre,
con el trueno que enluta barrancos y montañas,             
y en la humedad enciende cuchillos, ojos, cuerpos
y manos que socavan la soledad oscura.
Camino por escombros, recojo un niño herido             
que interminablemente llama hacia las paredes.
Busco un pan, me persiguen             
y mis rodillas sangran por largas madrugadas.
Padre de mis huellas,             
padre de mi tristeza nocturna.
Y de mi poesía.



            
XII
Siempre te encuentro, oigo tu voz,             
en mi hora más secreta, cuando refulgen las gemas del alma,
como heridas por la luz de los sentidos,             
cuando el tiempo me convoca a los acordes del día,
y enciende en torno a mi ser flores silvestres;             
cuando la noche viene impulsando colores densos por el cielo,
como batallas del paraíso o anunciaciones sagradas;             
cuando el campo se lamenta en sus animales;
cuando la madre llora y sobre su cabeza             
la noche derrama su pesadumbre y el querer estar a solas;
cuando siento entrar por la ventana,             
a la quieta soledad de la tristeza,
el aire de los árboles cercanos.             
Tu vida y tu muerte, tuyas para siempre,
como es para sí el niño que se ahoga en un pozo perdido,             
en mí se juntan y me difunden en la tierra,
en ese instante que se detiene iluminando la memoria,             
igual al relámpago que enciende un horizonte sagrado,
en el momento en que el día y la noche se juntan,             
plenos de profundidades de lo eterno,
en una densa agitación de oscuros caballos celestes             
que se agigantan para el engendro de un poderoso enigma,
sobre las montañas, sobre las ciudades             
y las frentes pensativas.
Padre de mi soledad.
Y de mi poesía.             




XIII
¿Quién me llama, quién me enciende ojos de leopardos             
en la noche de los tamarindos?
Callan las guitarras al soplo misterioso de la muerte,             
y las voces callan, y sólo los niños aún no pueden descansar.
Ellos son los habitantes de la noche,             
cuando el silencio se difunde en las estrellas,
y el animal doméstico se mueve por los corredores,             
y los pájaros nocturnos visitan la iglesia de la aldea,
por donde pasan todos los muertos,
donde moran santos ensangrentados.             
Por las sombras corren caballos sin cabeza,
y las arenas de la calle van hasta el confín,             
donde el espanto reúne sus animales de fuego.
Y es la noche que ampara la existencia a solas,             
en el niño insomne, en el buey cansado,
en el insecto que se defiende en la hojarasca,             
en la curva de las colinas, en los resplandores
de las rocas y los helechos frente a los astros,             
en el misterio en que te escucho
como una vasta soledad de mi corazón.             
Padre mío, padre de mis sombras.
Y de mi poesía.


            

XIV
Áspero cuero de tigre,             
estrellada lentitud de arqueado lomo,
fuerte cabeza insomne,
dientes detenidos en la sombra.             
Un viento vegetal lame las peñas,
húmedas lumbres vagan por el río,             
y tensos pasos hunden
las flores de la noche en la memoria.
            



XV
Sí, la noche sostenida en las grandes hojas espesas,             
en las lianas que bajan hasta las aguas negras,
como lentas serpientes encantadas por los brujos,             
en los brillos que huyen como soplos azules,
dando un temblor fugaz a las ocultas flores,             
te dio el secreto antiguo de mi ardorosa tierra.
Tocaste las raíces, las piedras y las frutas,             
abrazaste los árboles, corriste por pantanos,
penetraste en las cuevas, heriste el armadillo,             
que semeja un cruzado de bruñidas corazas,
perdido en la penumbra de la selva y el río.             
Viste las madrugadas de las lluvias calientes
y oíste el murmurar de árboles y animales,             
ese reclamo eterno de la tierra en la noche
que a veces llora y grita y ronca en la pantera.             
Y viste el estallido de las grandes semillas,
y el nacer de la hoja y el abrir de la flor.             
Y hablaste, circundado por venados atónitos:
"¡Ampárame, oh tierra maravillosa!             
Yo me estaré contigo adorando tus peñas
que en la penumbra tienen rostros de nuevos dioses.             
Yo vengo de los puertos, de las casas oscuras,
donde el viento de enero destruye niños pobres,             
donde el pan ha dejado de ser para los hombres.
Yo vengo de la guerra, del llanto y de la cruz.             
¡Ampárame, oh tierra maravillosa!"




              XVI
Todas las colinas ondulaban hacia el sitio que buscabas.             
Los árboles ondulaban, ondulaban en la soledad de tu alma,
como un recuerdo de los siglos en el viento,             
como un recuerdo de las soledades del mundo,
cuando el fuego bajaba por el pecho de las montañas             
y los reptiles miraban las flores sudorosas.
Ondulaban, ondulaban en el silencio de tu alma.             
Ondulaban, ondulaban en el silencio de la tierra roja,
donde el hombre se esconde             
para dar muerte al tímido animal.
Ondulaban, ondulaban en la atmósfera ardiente del colibrí,             
que gira, y gira, y huye y gira en su vuelo tornasol.
Ondulaban, ondulaban, murmurantes,             
en las anchas soledades,
donde canta la guacharaca anunciando la lluvia.             
Ondulaban, ondulaban, y corrían los toros y los caballos,
espantados por el resonante viento del fuego,             
hacia un desolado atardecer.
Ondulaban, ondulaban, y caían reflejos rojos             
en las oscuras aguas de la selva,
donde beben la ardilla, la lapa y el tapir.             
Ondulaban, ondulaban, los árboles en tu vida,
aquí, en la tierra, aquí, en tu afán,             
aquí, donde algún hombre solitario,
entre carbones de árboles incendiados,             
siembra la yuca y el banano,
busca el veneno en la hojarasca,             
y conoce el misterio de los vegetales.
Y era un lento ondular el día,             
un ondular hacia las márgenes de los ríos
con lentas barcas y caimanes en las aguas amarillas.             
Un lento ondular hacia el horizonte,
donde la noche congrega a los hombres con sus guitarras,             
entre sus viviendas de ennegrecida palma,
bajo el silencio solitario de las estrellas.             




XVII
Ahí te acogían, y ahí estaba tu noche.             
Tú venías, venías con tu vida y tus recuerdos,
con tu voz y tus pequeños papeles amarillos,             
con tu alegría y tus angustias,
pero nadie sabía de dónde venías.             
Sonaban las guitarras en la sombra de tu corazón,
y había aguardiente en conchas de fuertes frutas,             
el aguardiente que incendia las venas
con forma de relámpago sobre un turbio galopar de caballos.             
Y el joropo en el arpa te agitaba una nueva melodía,
y había una nueva tristeza para ti, y una nueva alegría.             
Aquella gente era tu gente.
Un día te ibas con ella en el fragor de una guerra civil.             




XVIII
Llegaba el día del agua verde,             
espesa como un lienzo oscuro con flores.
El agua estancada con gérmenes de fiebre,             
el agua solitaria, perdida, abandonada,
donde la garza inmóvil se mira en su tristeza.
Y era el día sin pan, el día sin respuesta.             
El día de los campesinos muertos sobre la yerba reseca.
Y tu vida era de nuevo un regresar,             
un regresar hacia días y noches,
hacia el sitio que buscabas en tu desesperación.             




XIX
Te señalo en el mediodía de la angustia,             
entre árboles y espinas y cigarras,
entre lenguas de fuego bajo el sol,             
ahí donde un caballo anda por nuestra tristeza,
y cae, y muere, con los ojos abiertos hacia el cielo.             
Te señalo en la soledad de danzas ilusorias,
de corrientes perdidas, de sutiles serpientes,             
cuando la hora tritura sus cristales y espejos,
y las aves huyen del gran pozo de fuego,             
donde estalla la fruta, la espiga, la corteza,
donde la calavera brilla sonoramente             
en su amarilla frente
que lamen aguas tibias,
que llaman voces roncas,             
ecos de las cavernas.
Y todo cae en el silencio de la tierra,             
de la tierra roja con grandes hormigas rojas,
que lentamente avanzan por sus claras ciudades,             
con su pesada carga de circulares hojas.
Y todo es un temblor de láminas livianas,             
de mercurio caliente,
y la curva de las colinas se hace adusta,             
grave, resplandeciente,
bajo el vuelo circular de los gavilanes,             
lentos, casi inmóviles en la atmósfera caliente,
como sostenidos por el viento de los siglos.             
Te señalo en la hora del canto de la paloma torcaz,
escondida en la extensión reverberante,             
cuando el toro muge en medio de nuestra lejana melancolía,
cuando nos interrogamos: "¿quién me responde ahora?",             
cuando en la vivienda de barro y palmas
la gente calla cabizbaja en el humo del tabaco,             
en el sopor de su oscura pobreza
entre tinajas, cenizas y cucharas de palo.             
Cuando junto a nosotros el río arrastra vegetales sombríos,
como residuos de nuestros sueños luctuosos,             
en que negras barcas atraviesan luces, ondas, gritos.
Te señalo sobre la tierra, en medio de tu propia voluntad.             
La hoja aceitosa y morada del tártago,
la flor amarilla y espesa del guanábano,             
la fruta velluda del guamo,
la araña cobriza y lenta,
el insecto de plata y de veneno,             
están aquí en tu silencio,
en tu silencio profundo como el día,             
donde posan los valles
como en la reminiscencia de una leyenda.
Está aquí lo que tú querías allá entre los pastores,             
cuando los deshielos daban música y espuma a los riachuelos,
y florecían las violetas y maduraban las fresas en torno tuyo,             
alrededor de tu aldea con muros medioevales
y vuelo de palomas en las tardes.
Está aquí el fuego lamiendo la tierra,             
el agua lamiendo las raíces,
los animales lamiendo a los animales.             
Y tú estabas aquí con el sudor de tu frente,
el solitario, el vestido de paño de hilo,             
el erguido en medio de la comarca de las tempestades,
el que iba gritando hacia adentro,             
buscándose las manos y la frente en su existencia,
buscando el sitio donde poder decir:             
"Aquí yo vivo, aquí yo soy el hombre".
Sí, tú ibas, paso a paso, con tus pies pesados,             
tus pies que hacían correr los animales,
volar las aves hacia celestes puentes crepusculares.             
Tú eras el que contestaba sin que nadie te llamara.
¿Quién te llamaba? ¿Acaso ibas entre fantasmas?             
¿O estaba tu memoria poblada de fantasmas?
¿O huías de algo tuyo, de algo que dentro de ti aborrecías?             
Insectos peludos se acercaban a tus piernas,
víboras, escorpiones, gusanos como pájaros             
recién salidos del huevo,
animales con llanto, dientes con fuego.             
Pero eras el que marchaba, el resistente,
mudo en la nostalgia de susurrantes olivares,             
de serenas colinas con manzanos que iban hasta el atardecer,
hasta los últimos céspedes, donde una luz angélica se fuga,             
moviendo brillos del paraíso en las frondas lejanas del alma.
Estabas aquí en medio del vaho caliente             
que asciende de las hirvientes aguas estancadas,
del espeso limo verde con ranas             
y redondas flores lilas entreabiertas,
de la fruta y de la hoja que se pudren             
con huevos de insectos y reptiles.
En medio del vaho que asciende entre los juncos,             
entre las lianas y las amarillas frutas de la fiebre.
En medio del vaho que humedece nuestras espaldas             
nuestros hombros y nuestra frente.
En medio del vaho que aguarda la noche             
para mover sus visitantes azules,
entre los ojos del leopardo y del búho.             
Tú estabas aquí, solo, devorado, mudo,
con tu garrafa de aguardiente para la noche,             
con tu perro y tus estrellas de otro mundo.
Padre mío, padre de mi sangre.             
Y de mi poesía.




              XX
Aquí la noche deja los juncales             
con sangrientos reflejos,
con ondas purpurinas en penumbra
y escamas aceradas.             
Un profundo combate
hiere cuerpos perdidos en la sombra.
Es un agua de olvido, jadeante,             
de limpio cielo ardiente,
que descansa en relámpagos hundidos             
sobre babosas ramas de tembloroso limo.
Es un agua de lentos círculos de agonía,             
con ojos en el sueño,
de flor amarga abierta entre las piedras.             
Es el agua de alma solitaria,
del hombre que soporta los confines,             
dando a la tierra huellas, brasas del corazón,
voces a la llanura donde un demonio canta,             
por donde avanza el día con humedad caliente,
con altas y sonoras geometrías             
de pájaros acuáticos,
que figurando van rojas costas celestes.             
En el canto lejano del turpial,
entre las flores de cercano brillo,             
entre las ranas que semejan hojas
y cierran en la luz sus ojos verdes,
vaga un humo tenaz; y se oye que alguien dice:             
"Las sombras incendiaron el maíz".
Y a lo lejos ulula la montaña de un dios.             
Aquí el hombre ve el año
como una lenta furia de colinas,
donde el arbusto esconde su fruto y su veneno.             
Aquí la vida pasa cual un turbio verano,
mientras el cielo lanza arcángeles de fuego             
sobre los yerbazales,
donde el toro olfatea y resopla en la tierra,
y la escarba y se yergue como potente enigma,             
que muge contra el cálido resplandor de la roca.
Aquí la luz congrega las hormigas             
que llevan bajo el sol granos de oro
para dar brillo a los antiguos túmulos.             
Aquí levanta el día convulsas arboledas,
reclamos funerarios,             
barrancos como templos, humos lentos de tumbas.
Pasa pesado un viento de oscuros gavilanes             
y en las viviendas arden
ramas de algún boscaje misterioso.
En la selva Canaima huye en un denso soplo             
de tiniebla y de azufre, de pájaros negruzcos,
y cuelga de las ramas como caucho quemado,             
y aprisiona a los hombres
en sus brazos quemantes de lianas malolientes,             
y grita con la muerte como una araña-mona.
Ni el asno, ni el anciano, ni el niño, ni el conejo,             
saben aquí el camino más leve hacia la tarde.
Aquí el hombre soporta su frente, su mirada,             
sus manos incendiadas,
y entierra un gallo vivo hasta las alas,             
para decapitarlo con los ojos vendados
y manchar con su sangre los muros del crepúsculo.             
Así tú viste el cielo abrazado a la tierra,
en un grave misterio de rojo resplandor,             
donde un jinete enlaza el toro de la muerte.
Y fuiste interrogando en silencio los días,             
y una voz que salía del fuego de la tierra,
te dijo:
"Destruye tus venablos contra el sol,             
haz que tu cuerpo sangre sobre la roza oscura,
y entrégate a las llamas que surgen de las huellas,             
de la pira que América enciende noche y día
al pie de la visión abismal de sus héroes".             





              XXI
Y siempre fue un nuevo regresar,             
un lento aproximarse de la noche,
un duro avanzar de la existencia,             
un recobrarse a solas, un decirle a las sombras:
"Esperad, esperad al hombre.
No le rechacéis, guardadle bien, que es vuestro hijo...".             
Suave lumbre de oro iluminaba tus tardes,
y árboles redondos iban basta el confín,             
hacia brumas azules con reflejos ardientes,
hacia el confín del toro y la nube de fuego.             
Era la tierra roja, con peñas, con tardones,
donde crece el tabaco             
de blancas flores como pequeños cálices.
Dos mujeres había, dos mujeres junto al pilón.             
Había brisa caliente y las dos pilaban con los mazos del pilón.
Pilaban el maíz para el pan,             
como si tocaran un tambor,
un gran tambor,
en la tarde de tu inflamado corazón.             
Temblaban sus pechos al golpe del pilón,
y la brisa removía sus negras y ondulantes cabelleras,             
y levantaba las flores de su falda
y ellas reían, reían, entre los golpes del pilón,             
reían hasta la noche,
donde los venados corren por un delirio de oro.
            




XXII
¿Habías visto, acaso, cómo ardía la soledad de tu sangre,             
en medio del ancho mundo con océanos, llanuras y montañas?
¿Cuál era tu angustia, y tu afán y tu oscuro descontento?             
¿No sabías, acaso, que deambulabas en tu propio drama,
con tus harapos incendiados, huyendo a través de las sombras,             
con tu boca, tus manos y tus sienes en el fuego,
en la sombra, en la soledad, en la existencia,             
como aquel que se debate en su sueño anónimo y sombrío?
Había una hora en las tabernas para ti,             
junto al marinero, y al beodo, y al abandonado, y al triste,
y junto a la prostituta             
que lucha con su corazón y sus recuerdos,
y quiebra copas contra los muros del mundo,             
y ríe y canta, y ríe en la tristeza,
y siempre ama con su extraño corazón.             
Y había una hora a la sombra de un gran ceibo para ti.
Y había una hora que no era de ningún sitio para ti.             
Tú eras un hijo de la tierra,
moviéndote en la tierra, en las ciudades,             
en los campos, hundido en tus solitarios recuerdos,
bajo los vientos que barren los anchos arenales del crepúsculo.             


              
              XXIII
Yo vengo de esa hora que soporta la tierra,             
donde estaba tu vida contra los huracanes,
frente a las puertas selladas ante las bocas mudas.             
¿Acaso, lloraste a veces bajo la medianoche,
cuando las estrellas te llevaban a tu cielo?             
¿Acaso te arrepentías?
¡Ah, pero tus manos podían soportar toda tu soledad
y te daban el pan!             
Y entonces miraste en los ojos de los pobres,
de los mendigos que guardan en los rincones de las ciudades.             
¡Ah, los mendigos!... ¡Ellos, los mendigos!...
Tan parecidos a los viejos muros y a los santos...             



XXIV
De todo tu andar de antiguo caminante,             
de todo tu sufrir en desamparo,
de soportar el peso del hacha o del saco,             
de asistir al herido y repartir el pan,
sólo te quedó una casa,             
a cuya puerta escribiste algunas palabras de la Biblia.
Aquella casa fue mi casa.             
Mi casa pintada de cal, allá en mi aldea,
escondida entre el café y el cacao.             
Otras casas había, rojas, azules, verdes, amarillas,
en mi aldea, que entre árboles             
jugaba con niños y caballos.
Había una plaza con cabras y almendrones de apacible sombra,             
y una iglesia de donde salía un Cristo,
en una urna de cristal, cuando la Semana Santa.             
Yo nací en tu casa con palabras de la Biblia,
y allí estabas callado, con tus libros,             
junto a mi madre y a mis pequeños hermanos.
Allí estaban tus noches,             
todavía con las estrellas de otro mundo,
y allí tu amorosa soledad, tu vida, tus recuerdos.             
Y allí estaba yo como una angustia para ti,
y tu trabajo y el sudor de tu frente;             
y el canto de los sapos en las sombras,
y el tinajero en el corredor de la medianoche,             
y las lluvias nocturnas que nos lanzaban a un oscuro amanecer.
¡Estábamos tan cerca de los árboles, del río y la montaña!...             
Yo con mi alegría donde cantaba el cristofué,
tú con tu vida dura, con golpes y nostalgias,             
de pie ante los días de mi infancia.





              XXV
Están en ti mis orígenes,
mis dioses, mis resinas, mis sueños.             
En tu vida de ayer y en tu muerte de hoy,
en el grave silencio que te guarda             
en un bosque de flores de elevados tallos,
en la penumbra de la música y las luciérnagas.             
Vas por comarcas de iluminadas grutas,
de reflejos violetas y de truenos azules,             
sin haber interrumpido la ascensión de tu ser,
porque la muerte nos acoge en sus leyendas             
y en sus graves dominios de cerezos en flor.
Ella... Ella... La que nos devuelve la memoria             
doliente de la esposa, del hijo, del amigo,
y acerca los perros a las tumbas,             
y agita mariposas en torno a nuestra frente,
y da suaves movimientos a los retratos en los aposentos.             
Ella... Ella... La que tan ardorosamente ignoramos.
¿Cómo he de aguardarla yo en mi angustia?             
¿Qué anuncian los coros que a veces oímos
más allá de las arboledas vespertinas?             
¿En cuál de nuestros oscuros sobresaltos
ha estado junto a nosotros, mirándonos,             
desde su ventana de frío e inolvidables pinos,
como en un espejo de sufrimientos             
y de hundido son de campanas,
en ese momento en que nos miramos el rostro con indiferencia,             
con recuerdos, y pensamos en el pan de todos los días?
Venimos de la noche y hacia la noche vamos.             
Tú eres ya el habitante de los reflejos y los ecos,
pero aún oigo tu voz y tu corazón y veo tu sonrisa             
y tu barba blanca y tu mano fuerte.
Tu mano, que un día, tuyo, y con palabras tuyas,             
de alguien se despedía desde un golfo perdido,
en ese momento en que aprendías a estar solo,             
viendo los distantes navíos, los amantes en las playas,
los pescadores moviendo sus barcas hacia las olas.             
Eras el que sabía avanzar con su vida,
entre las cosas que están aquí,             
para el hombre, para el que vive, para el que se debate.
Las cosas que están aquí sobre la tierra,             
y pasan junto a nosotros para habitar en la memoria
y edificar nuestra existencia resonante.             
Vienen de ti mi afán y mis palabras,
y es tu sangre la que dice con mis labios:             
hierro, pan, campana, frente, piedra, flor, caballo,
casa, sartén, naranjo, césped vespertino,             
romero, yerba, clavo, cayena y astromelia.
Y está aquí mi existencia con hijos en las horas,             
con hijos que me llaman en las horas,
buscándose a sí mismos en las horas.             
Y estoy aquí para llevarles pan,
y andar por la ciudad con mi destino,             
correr entre relojes con mi angustia,
y contemplar los astros, y mirarme las uñas,             
y gritar hacia adentro y hacia el mar,
y hacia la noche, y hacia mi madre,             
y hacia los grandes estremecimientos del mundo.
Y estoy aquí buscando las respuestas de mi sangre,             
los signos solitarios que me hieren,
mis huellas que me siguen en la tierra,             
mis huellas que vienen de tu vida,
padre mío, padre de mi pesadumbre.             
Y de mi poesía.




              XXVI
Aquí donde el caballo le da un trono al mendigo             
entre los tapices cárdenos de la tarde,
aquí donde la hora sella labios malditos,             
levantando humaredas, viviendas fantasmales,
aquí los gritos caen, las blasfemias, los llantos.             
¿Queréis ser los arrepentidos?
Aquí ni la palabra ni el gesto nos sostienen,             
y los huesos encuentran su tenebroso espejo.
Aquí sólo el misterio puede encender su lumbre             
y acoger nuestro fin con brillos de azucenas.
Mirad aquí los cráneos,             
las blancas calaveras que se enturbian,
las frentes bajo los días de lluvia,             
las frentes rodando,
esperando las guitarras y la danza.
Se apoyan a las piedras con su reír eterno.             
Miradlas. Tan parecidas a vosotros.
¿Recordáis vuestro aposento,             
vuestras oscuridades, vuestras monedas,
vuestras manos ensangrentadas?             
Miradlas con sus frentes de frío y de tiniebla.
Bajo la noche.             
Ellas nos esperan en el temblor de la sagrada sombra,
ante el que pasa indiferente al lado del mendigo.             




XXVII
Hijo desencadenado soy,             
furia reconquistada,
ensoñación ante las puertas sagradas.
El resplandor ha coronado mi frente,             
y la cumbre derrama sus hielos bajo el sol.
Oye mi soledad cuando te llamo             
desde los precipicios.
Escucha las campanas siderales
doblando sobre las aldeas crepusculares.             





XXVIII
Tú, que me lanzaste sobre la tierra y hacia la nada,             
desde el círculo incendiado de tus experiencias,
desde todas las puertas cerradas,             
desde la calles perdidas,
desde los perros que aúllan frente a los cadáveres,             
desde los puertos que inflaman
sus alcoholes en la noche,
desde la pobreza que va huyendo por las callejuelas,             
desde las mañanas, desde aquel cielo de samaritanas,
desde aquellos cerezos temblorosos,
a cuya sombra mi madre             
esperó que yo viniese de ti
como el sencillo regalo de un pobre;             
tú, junto a ella, levantas mi sombra
en los valles de mi propio corazón.             





XXIX             
Arden puertas oscuras hacia el fondo
de muros solitarios,
hacia la escala antigua de Jacob.             
Resbalan las maderas, los metales,
cayendo en las tinieblas como lenguas,             
en la sangre que hierve,
hacia rostros oscuros,
y aquí, junto a mi alma,             
se abren flores azules
en medio al resplandor.
Detrás están las llamas saliendo de la madera,             
detrás están los vientos de las constelaciones.
Una espada, una espada, una espada que brilla             
derriba un árbol negro.
Ahí va como un río el mármol por la noche,             
y resuenan las voces
de las almas que llegan al panteón nocturno.               
                            


              XXX
Vamos hacia la noche y hacia la noche vamos.