La historia de Frida Añez en Carabobo a partir de 1950

Este blog nos narra la historia de una mujer que marcó de forma única la cultura en Valencia, Estado Carabobo entre 1950 y 2000

30 de abril de 2015

"Todo arte es abstracto (...) esa es la estructura del arte porque es imposible copiar la realidad" "El artista deja de ser artesano en el momento en el que empieza a pintar para sí mismo "

ENTREVISTA SANTIAGO CÁRDENAS Y JORGE STEVER, PINTORES

La luz y las memorias de Cárdenas y Stever

"Todo arte es abstracto (...) esa es la estructura del arte porque es imposible copiar la realidad" "El artista deja de ser artesano en el momento en el que empieza a pintar para sí mismo "

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Santiago Cárdenas fue galardonado con el Premio Nacional de Pintura en Colombia en 1976 VENANCIO ALCÁZAREZ
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MARÍA GABRIELA FERNÁNDEZ B. , SANTIAGO CÁRDENAS , PINTOR , JORGE STEVER|  EL UNIVERSAL
sábado 25 de abril de 2015  12:00 AM
Un marco y dos libros reposan sobre una mesa blanca. Sus colores pasteles son alumbrados por la luz de alguna ventana que, aún sin estar pintada, existe. Existe en la sombra gris que impronta su reja sobre los objetos, en el brillo que penetra sus cristales, en la forma en que transmite las huellas de un área exterior colmada de plantas. Su presencia se recrea en un mundo de siluetas. En una pintura en la que el juego de luces y engaños es, por mucho, más valioso que la mesa, el marco y los libros.

En la Galería Freites de Las Mercedes, inaugura hoy una exposición que reivindica el papel de la pintura como medio de representación y como generadora de reflexiones. En la muestra, titulada Al límite de la pintura, el artista colombiano Santiago Cárdenas, autor de Mesa blanca (2011) descrita al inicio, y el alemán residenciado en Venezuela Jorge Stever, unen por primera vez sus creaciones para presentar un compendio de 49 obras donde el arte se forja como un proceso de pensamiento y la técnica se orienta a tejer memorias y sombras.

El engaño en el lienzo blanco

Si un elemento distingue a las 32 piezas de Cárdenas disponibles en la muestra, es la ubicación de algún objeto cotidiano o de flores de jardín en el centro de cada obra. Estas parecen flotar sobre un lienzo blanquísimo que, intencionalmente, se funde en las paredes.

"Pinto objetos en los que normalmente las personas no se fijan pero que forman parte de la civilización y hablan sobre ella, para que alguien pueda preguntarse '¿por qué este pinta un lápiz y no a un general?'". Sobre las flores, apunta: "antes no llamaban mi atención pero desde que me atraparon procuro mostrarlas de formas en las que no hayan sido exhibidas, porque cuando me pregunto por qué soy pintor entiendo que no quiero ser un reproductor mecánico, sino plantear el arte como una forma de filosofía que haga que el hombre se pregunte cosas al enfrentarse con la abstracción". 

-Aunque hace referencia a la abstracción, sus obras podrían pasar por figurativas...

-Todo arte es abstracto, y así es el mío, aunque pinte figuras. Porque cuando pinto una flor pinto la representación que tengo en mi memoria sobre la flor, y cuando plasmo una sombra es, en realidad, mi imagen sobre alguna sombra, la sombra que yo imagino. La abstracción es la estructura del arte porque es imposible copiar la realidad.

-Además del objeto, en sus pinturas destacan sombras sobre el lienzo que hacen referencia a otros planos ¿por qué capturar una escena a través de sus sombras?

-Es una forma de representar paisajes a través de una imagen poética que atrape al espectador. Que lo engañe. He visto a personas girar y mirar hacia arriba, para intentar descifrar de dónde viene la luz. Yo no creo en la pintura decorativa, creo que la pintura es un vehículo para que el hombre se exprese en su época e intente explicarse cosas, desde su identidad hasta el origen de una sombra.

-¿Cómo se atrapa una sombra con pincel en este siglo?

-Con trabajo (risas). En todo caso, si alguien hubiera pintado sombras en la Edad Media no habrían sido iguales a las mías porque eran sombras negras, sin la luz eléctrica, y porque estas son mis sombras. Mi arte pertenece a su tiempo y por cosas como esas digo que la pintura nunca va a morir, porque siempre queda algo por hacer. 

Disparador de recuerdos

El artista alemán Jorge Stever viste como pinta. Sus prendas sencillas, casi unicolores, dan fe del vínculo con una paleta que gira entre el blanco, el negro y los tonos tierra. 16 pinturas y una instalación que se asemeja a un juego de comedor, aguardan en la muestra de la Galería Freites como legado de las labores de un hombre que confiesa haber huido de las salas expositivas nacionales desde 1991. Sus cuadros recrean espacios en los que los objetos son reducidos a puntos o líneas, con sombras que les aportan sensación de movimiento.

Obsesionado desde la infancia con la posibilidad de representar en la pintura la distancia entre las cosas, convirtió a sus piezas en espacios sin límites, en los que invita al espectador a integrarse y complementar cada una con sus memorias. "Pretendo que la obra se convierta en una experiencia personal que evoque recuerdos, objetos. Como pintor me convierto en el proveedor , en el disparador de recuerdos".

-¿Por qué le interesan las memorias de la audiencia?

-Mi labor toma con ellos el carácter de una especie de arqueología moderna, porque busco recuerdos y convierto a mis piezas en huellas de escenas que cada uno completa. La mesa de comedor, por ejemplo, me lleva a una noche de amigos.

-Si sus cuadros necesitan de un espectador ¿por qué evita exponerlos?

-Porque, entre tanto, el espectador soy yo y en cada uno he puesto mis historias. Soy un coleccionista de mis obras (tengo más de 2 mil en casa) y me cuesta desprenderme de ellas.

-Entonces ¿para quién pinta?

-Creo que el artista deja de ser artesano en el momento en el que empieza a pintar para sí mismo y no para los otros. Cuando vine a Venezuela en 1973, donde no conocía nadie, fue precisamente para encontrarme, y creo que he alcanzado en mi trabajo algo sincero.

27 de abril de 2015

En el casco histórico de Petare suenan más risas que balas.Integrado en esa especie de oasis parroquial se ubica en la calle Guanche el Museo de Arte Popular de Petare Bárbaro Rivas, una enorme casa de estilo español que ha sido sede de exposiciones artísticas desde hace 31 años.

Carmen Sofía Leoni

El santo contraste del arte

"Somos un espacio de arte en medio de un entorno difícil y abrimos canales para artistas populares" "Si tenemos una deuda con la comunidad, es la de acercarnos más y encontrar talentos", señala la directora del Museo de Arte Popular "Bárbaro Rivas" de Petare.

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La exposición "Arte religioso popular venezolano" estará abierta hasta el 31 de mayo (Adolfo Acosta)
MARÍA GABRIELA FERNÁNDEZ B. |  EL UNIVERSAL
domingo 19 de abril de 2015  11:01 AM
En el casco histórico de Petare suenan más risas que balas. Como si el tiempo no hubiera avanzado, las fachadas coloniales y las calles empedradas construyen un epicentro en el que los ancianos leen prensa y discuten, mientras las parejas jóvenes arden en besos furtivos. La violencia con la que suele vincularse a esta parroquia mirandina se mantiene como parte de un paisaje montañoso separado por, apenas, pocas cuadras de distancia.

Integrado en esa especie de oasis parroquial se ubica en la calle Guanche el Museo de Arte Popular de Petare Bárbaro Rivas, una enorme casa de estilo español que ha sido sede de exposiciones artísticas desde hace 31 años.

Cinco salas ubicadas en serie, una tienda, mesas para impartir talleres, y un patio con pocos bancos que casi se encienden bajo el sol de abril integran este museo en el que la cultura de lo tradicional y el realse del valor artesanal en las piezas fungen como escudo y bandera.

Madera santa

Carmen Sofía Leoni, directora de la institución, baja a buen paso las escaleras del fondo, sonríe, se arregla el chaleco bordado y atraviesa la entrada de la sala principal.

Pequeñas tablas y nichos con diseños de santos, vírgenes y arcángeles que han sabido de hasta dos siglos de plegarias cuelgan en esas paredes, mientras que grandes esculturas de madera posan erguidas (y acostadas) sobre el suelo rojo. Leoni las señala y las nombras de una a una. Son obras que corresponden a la muestra Arte religioso popular venezolano, que estará abierta en este museo hasta el 31 de mayo. 

La exposición, comenta, contiene 65 piezas de la colección privada del docente Ramón Amado Villegas, y siete pertenecientes a la Iglesia Dulce Nombre de Jesús. Todas fueron elaboradas por autores anónimos y hacen apología a un tiempo en el que el quehacer artístico popular tendía lazos indisolubles con la religión.

-¿Por qué seleccionaron estas piezas de la colección para la muestra?

-Es una serie muy rica, de imágenes talladas a mano que fueron perseguidas, halladas y salvaguardadas por Amado en pueblos remotos de todo el país. Sobre todo de Lara. Son fragmentos de identidad que conservan la inocente belleza de, por ejemplo, el chamusqueo en la madera producto de alguna vela, en algún altar.

Arte en la mira

Cuando Leoni conversa sobre las labores de este museo, centra la mirada en las obras y dice: "Somos un espacio de arte en medio de un entorno difícil, y abrimos canales para que artistas populares muestren sus creaciones y aporten un material con el cual cuestionarse o identificarse".

Se declara apasionada por el arte popular, al que describe como aquel que, aunque desborde belleza, es elaborado de un modo más intuitivo que técnico. "En mi juventud tuve la oportunidad de rodearme de arte en París pero, cuando regresé, me encontré con esto y quedé enamorada. El arte popular que conocí en Petare se me impuso frente a cualquier otro tipo de manifestación como algo maravilloso que quise transmitir".

-¿Cómo hacer del arte un elemento atractivo en los sectores más populares?

-Mantener las puertas abiertas para todo el que ingrese ha sido una vía aquí, pero sobre todo hemos establecido el vínculo desde la infancia, invitando a los colegios a visitas guiadas para que se involucren con el arte desde pequeños. Esos niños se sorprenden, encuentran cosas que no hallan en los lugares donde residen y, a veces, hasta vuelven con sus padres.

-¿Cuál ha sido el potencial artístico que ha percibido en la parroquia Petare?

-Las exposiciones no siempre han contenido obras de artistas de la parroquia, pero Petare cuenta con artistas, de tipo popular y no, que se mantienen en constante producción de piezas. Si tenemos una deuda con la comunidad es la de acercarnos más y encontrar nuevos talentos. En una oportunidad lo hicimos con una serie de fotografías capturadas por vecinos, y fue una gran experiencia.

-¿Qué les ha impedido estrechar los vínculos con las comunidades vecinas?

-La falta de fondos nos limita, como a todos. Aunque tenemos el apoyo de la Alcaldía de Sucre y la Fundación José Ángel Lamas, es difícil cubrir los costos de las jornadas de investigación que requerimos.

Si bien sus cifras indican que unas 10 mil personas visitaron el museo durante 2014, Leoni culmina el recorrido por las salas con una invitación que es casi lamento: "Aquí hay mucho que ofrecer y pocas personas vienen a verlo por el temor a la zona". El arte se ganó en Petare un espacio contra el caos y ahora los santos esperan, grabados en sus tablitas, por el milagro de ver a más audiencia ganada para la cultura popular. El contraste es ironía y también oportunidad en esta casa perdida en el tiempo.

13 de abril de 2015

Cultura e historia de la ciudad brillan en la exposición colectiva “Luces de la Eternidad Maestros Inmortales de Valencia”, inaugurada en el Teatro Municipal, como parte de la celebración de los 460 años de la ciudad.

El Carabobeño 12 abril 2015

Historia y cultura valenciana en el Teatro Municipal

Edgar Darío Núñez conversando con los asistentes. (Foto cortesía alcaldía)
Beatriz Rojas || Brojas@el-carabobeno.com
Cultura e historia de la ciudad brillan en la exposición colectiva “Luces de la Eternidad Maestros Inmortales de Valencia”, inaugurada en el Teatro Municipal, como parte de la celebración de los 460 años de la ciudad.
Esta exposición reúne obras de los artistas Armando Olavarria, Andrés Pérez Mujica, Braulio Salazar, Cristóbal Ruiz, Juan Antonio Michelena, Wladimir Zabaleta, Leopoldo La Madriz, Oswaldo Vigas, Luis Guarenas, Césare Valle, Bari Pantoja, Elba Damast, Alexis Mujica, Lula Bertrand y Jorge Zerep.
Edgar Núñez, presidente del Teatro Municipal de Valencia, aseguró que el objetivo de esta colectiva es mostrarle a los ciudadanos el pasado histórico cultural de la ciudad y quiénes fueron sus mejores artistas plásticos. A su juicio la ciudad se encuentra redescubriendo su identidad cultural.

11 de abril de 2015

Hoy 11 de abril del 2015 cumple un año más Frida Añez de Magasrevy, "la dama y mecenas de la cultura valenciana" desde 1950 hasta el año 2000, hoy sumida en sus sombras, aquejada de un inesperado e inexplicable Alzheimer....La mejor forma que tengo para homenajearla es invitando a la exposición “Luces de la Eternidad – Maestros Inmortales de Valencia”, muestra especial enmarcada en las actividades culturales por el 460º aniversario de la ciudad que tanto amó, promovida por la Alcaldía de Valencia


¡FELIZ CUMPLEAÑOS, QUERIDA FRIDA!!!
El Carabobeño 09 abril 2015

Se inaugurará exposición "Luces de la Eternidad" en el Teatro Municipal

La muestra será inaugura el próximo sábado 11 de abril. (Foto Archivo)
La Alcaldía de Valencia invitó a la inauguración de la exposición “Luces de la Eternidad – Maestros Inmortales de Valencia”, muestra especial enmarcada en las actividades culturales por el 460º aniversario de la ciudad.
Edgar Núñez, presidente de la Fundación para la Cultura y del Teatro Municipal de Valencia, precisó que el evento está pautado para este sábado 11 de abril a las 10:00 de la mañana, en la Sala Mary Schwarzenberg del teatro.
La muestra alberga piezas de los maestros Braulio Salazar, Wladimir Zabaleta, Leopoldo La Madriz, Oswaldo Vigas, Cristóbal Ruiz, Alexis Mujica, Luis Guarena, Lula Bertrand, Elba Damast, Bari Pantoja, Juan Antonio Michelena, Armando Olavarría Iturriza, Zerep, Cesare Valle, y Andrés Pérez Mujica.
Al respecto, Núñez detalló que “se ha seleccionado a un grupo significativo de artistas para homenajear a la ciudad y a sus habitantes mediante una mirada a las luces de la eternidad, de hombres y mujeres que han emprendido el viaje trascendente, dejándonos sus obras iluminadas por el amor a nuestra tierra”.
Agregó que Valencia siempre ha sido cuna de grandes artistas, cuyas obras han iluminado salones a nivel nacional y en las principales capitales del mundo, mencionando a Juan Antonio Michelena, quien inició a su propio hijo Arturo Michelena; y a artistas contemporáneos como Braulio Salazar, Oswaldo Vigas y Wladimir Zabaleta quienes son, hoy por hoy, la mayor referencia valenciana en la plástica internacional.
Visitas guiadas a espacios culturales valencianos
Asimismo, Núñez afirmó que los espacios culturales y recreativos de la ciudad están a la disposición de los ciudadanos para la organización de visitas guiadas, dirigidas no solo a instituciones educativas, sino a comunidades organizadas en general.
En este sentido, comentó que los espacios disponibles para las visitas son La Casa Natal “José Rafael Pocaterra” con la exhibición “El mundo de los Saharauis”; El Centro de Artes Vivas “Alexis Mujica” (Cavam) con la exposición “El Vuelo”, el Teatro Municipal de Valencia, con un recorrido especial por las Gran Sala y visita a la muestra “Luces de la eternidad” y el Museo al Aire Libre “Andrés Pérez Mujica” en el Viñedo.
Las instituciones o grupos interesados en coordinar las visitas guiadas, deben dirigirse a la sede de Fundacultura ubicada en la Casa Pocaterra de lunes a viernes en horario de oficina o comunicarse a través del 0426-5461162 con la Coordinadora de Difusión, Virginia Aguiar.
Prensa Alcaldía de Valencia

6 de abril de 2015

El mejor regalo que podemos darle a Frida Añez en su próximo cumpleaños el 11 de Abril, es el artículo en el que el Lic. Alfredo Fermín reconoce que ella fue una de las presidentas del Ateneo inigualable, pues cumplió una gestión memorable que contribuyó a sacar a la cultura valenciana del ambiente parroquial que tenía. En su gestión, 1953-1955, fue celebrada la histórica Exposición Internacional para el cuatricentenario de Valencia, en 1955. Ninguna otra ciudad latinoamericana había tenido, hasta entonces, una muestra con obras de Picasso, Georges Roualt, Diego Rivera, Vieira Da Silva, Hans Hartung, René Magritte, Wilfredo Lam, Max Ernst, Auguste Herbin, Alberto Magnelli y Karel Appel entre los 261 artistas de 30 países que concurrieron a la convocatoria del Ateneo promovida por Oswaldo Vigas residenciado entonces en París. Después de su aplaudida gestión en el Ateneo, Frida Añez, con el apoyo de su esposo Janos Magasrevy, se convirtió, desde la empresa Cerámica Carabobo, en mecenas de artistas y promotora de iniciativas para la historia de las artes valencianas. Precisamente, el domingo pasado, la Galería Braulio Salazar de la Universidad de Carabobo, inauguró la exposición “Enigma y Poesía en el Arte Ingenuo Venezolano”. La muestra está dedicada a Mariano Díaz cuya obra de investigación y promoción del arte popular venezolano fue amadrinada por Frida Añez, quien fue la editora de los hermosos libros “Bolívar hecho a mano”, 1983; “Por un cielo de barro y de madera”, 1984: “El Alma entre las manos”, “65 hombres para Bolívar” y “El Libertador de las Mujeres”.



El Carabobeño 22 marzo 2015

Alfredo Fermín || Hoy y Después en Valencia

Entre las personalidades distinguidas con la Orden Ciudad de Valencia con motivo de celebrarse, el próximo miércoles, el día de la ciudad, está doña Chuchuíta Carabaño de Díaz, quien tiene el récord de haber presidido el Ateneo de Valencia durante cuatro períodos.
En el primero de estos períodos, 1942-1943, doña Chuchuíta fundó el Salón Arturo Michelena que, desde entonces, se mantiene como la cumbre de las Artes Plásticas Venezolanas.
La condecoración es un acto de justicia tardío porque la notable dama, forjadora, con su esposo el doctor Fabián de Jesús Díaz, de una distinguida familia, dedicó su vida a la promoción cultural y a la solidaridad social a través de las Damas Salesianas. Su avanzada edad, de más de cien años, le impide asistir al acto protocolar en el Teatro Municipal por lo cual sería un gesto muy hermoso que, el alcalde Miguel Cocchiola, se traslade a su vecina residencia a entregarle el galardón que celebrarán, con júbilo, la valencianidad en pleno y la cultura venezolana.
Para Frida Añez
El reconocimiento a doña Chuchuíta nos ha recordado mucho a Frida Añez, otra de las presidentas del Ateneo quien cumplió una gestión memorable que contribuyó a sacar a la cultura valenciana del ambiente parroquial que tenía. En su gestión, 1953-1955, fue celebrada la histórica Exposición Internacional para el cuatricentenario de Valencia, en 1955. Ninguna otra ciudad latinoamericana había tenido, hasta entonces, una muestra con obras de Picasso, Georges Roualt, Diego Rivera, Vieira Da Silva, Hans Hartung, René Magritte, Wilfredo Lam, Max Ernst, Auguste Herbin, Alberto Magnelli y Karel Appel entre los 261 artistas de 30 países que concurrieron a la convocatoria del Ateneo promovida por Oswaldo Vigas residenciado entonces en París.
Después de su aplaudida gestión en el Ateneo, Frida Añez, con el apoyo de su esposo Janos Magasrevy, se convirtió, desde la empresa Cerámica Carabobo, en mecenas de artistas y promotora de iniciativas para la historia de las artes valencianas.
Precisamente, el domingo pasado, la Galería Braulio Salazar de la Universidad de Carabobo, inauguró la exposición “Enigma y Poesía en el Arte Ingenuo Venezolano”. La muestra está dedicada a Mariano Díaz cuya obra de investigación y promoción del arte popular venezolano fue amadrinada por Frida Añez, quien fue la editora de los hermosos libros “Bolívar hecho a mano”, 1983; “Por un cielo de barro y de madera”, 1984: “El Alma entre las manos”, “65 hombres para Bolívar” y “El Libertador de las Mujeres”.
En estos libros Mariano Díaz dio a conocer al país la riqueza del arte popular y la capacidad de creación de nuestro pueblo para expresar la sensibilidad y la riqueza estética, que permanecía oculta, en espera de que otro artista-escritor e investigador la hiciera visible en todo su esplendor.
En la víspera del día de nuestra ciudad, recordemos a Frida Añez Magasrevy -afectada por Alzheimer- cuyo nombre permanecerá siempre entre las animadoras culturas más extraordinarias del país, que tanto hizo por esta Valencia.
EL MEJOR REGALO PARA VALENCIA ES DEVOLVERLE SU ESCUDO, proponen los historiadores Julio Centeno y Carlos Cruz. De acuerdo

4 de abril de 2015

¿Quien se encargará de acercar esa Valencia que no recobraremos conmemorando el Cuatricentenario, la exposición internacional de Frida y Vigas o el discurso de honor de Pocaterra? Pienso en los jóvenes, aún en los que se están marchando y que regresarán. Pienso en los ciudadanos comunes y en la posibilidad de que muchos otros sientan esa activa nostalgia por Valencia.

El lugar común

Nostalgia de Valencia


Simón García (Notitarde/)
Nostalgia de Valencia

Simón García
Notitarde 4 de abril 2015, pág. 6/OPINION
Finaliza la semana que el Doctor de la Iglesia Católica, Atanasio de Alejandría, en
sus Cartas Festales denominó, hace unos mil seiscientos años, como Santa. El
padre de la ortodoxia, exhortó a cumplir durante ella un estricto ayuno, practicar
 la oración, purificar el espíritu y prepararse  para celebrar la misión redentora
de Cristo, su consustancialidad con Dios y su reencarnación como victoria sobre
la muerte. 
Una parte de la población dedica estos días a nutrir su religiosidad. Otra a viajar
o descansar en casa. Es tiempo de vacaciones. Alegría para los niños con más
oportunidades de hacer lo que les gusta y que no siempre la escuela les permite.  
Se inicia la parte gruesa del retorno. Los viajeros se devuelven a sus puntos
de partida, como en un mal lance del juego de Ludo. Tornan a sus  rutinas,
a los empeños de sobrevivencia, a los riesgos de una realidad que hace mucho
dejó de ser normal. 
Pienso en los regresos de antaño y gira en el recuerdo la idea de que al menos
aquel pasado fue mejor. En aquella época no existía el distribuidor San Blas.
La entrada a Valencia, desde Caracas,  era menos moderna, pero más pintoresca.
Unas cuadras más allá, el autobús llegaría al terminal privado de una línea cuyo
nombre no recuerdo, cercano a la Plaza 5 de Julio. Desde allí, recto, se podía ir
a pié hasta el magnífico edificio del Concejo Municipal, a los comercios del centro
o a la Facultad de Derecho frente a la plaza donde se realizaban las
concentraciones políticas y estudiantiles, la Sucre.
Valencia era la ciudad industrial de Venezuela. Título que por definición quería
decir abundante empleo, crecimiento poblacional y urbano, lugar atractivo para
invertir, motor de la producción nacional. Tenía excelentes Liceos y buenos
Colegios de primaria, públicos y privados. Un ateneo, cargado de éxitos, que
animaba una vida cultural interesante. El lustre de la universidad de Carabobo, 
recién rescatada de su cierre. El estadio Cuatricentenario y el equipo Industriales, 
que años más tarde recuperaría el nombre glorioso del Magallanes. Una 
plaza de toros menos monumental, pero más humana.   
Se retornaba a una ciudad de convivencia, donde un modo de vida pueblerino
era socavado por incipientes modas cosmopolitas, informada por sus periódicos
y emisoras de radio locales. La TV hacía sus pininos. Se podía ignorar el
nombre de los gobernantes.
Pero se volvía a una ciudad ordenada, sosegada, apacible donde se podía
andar de noche sin peligro o cruzar una calle con la certidumbre sobre la
dirección que seguirían los vehículos. Al revés de esta urbe inhóspita, agresiva,
anárquica, con aire de abandono y la pesada sensación de algo que se arruina.
Ciertamente una ciudad que se afea. 
¿Será verdad que con la edad crece el conservador que uno lleva por dentro?
No parece ser fatal, porque la evocación del pasado puede ser también una
refutación del presente, el silencioso estallido de una rebeldía. Y en el caso de
las nostalgias, ninguna sirve para validar la horrible Valencia del presente.
Más bien urge una extraordinaria nostalgia de la Valencia del futuro. 
¿Quien se encargará de acercar esa Valencia que no recobraremos
conmemorando el Cuatricentenario, la exposición internacional de Frida y
Vigas o el discurso de honor de Pocaterra? Pienso en los jóvenes, aún en los
que se están marchando y que regresarán. Pienso en los ciudadanos comunes
y en la posibilidad de que muchos otros sientan esa activa nostalgia por Valencia.

1 de abril de 2015

Vicente Gerbasi "Tirano de sombra y fuego" (1955) A la ciudad de Valencia con motivo de su Cuatricentenario.

Tirano de sombra y fuego

(1955)

A la ciudad de Valencia con motivo de su Cuatricentenario.

"Cabalgaba adelante Lope de Aguirre, cubierto de armas, con el aspecto un poco desvencijado y enteco, pero muy bien sentado en el caballo. Tenía cierto aire de gavilán viejo.
"Tan solo Salduendo conservaba los ojos entreabiertos y no se atrevía a rendirse al sueño. Parecía querer esperar a que Aguirre se tendiese y se durmiese. Pero cuando al fin no pudo más y cerró los ojos, todavía el hombre caminaba cojeando, y daba vueltas a la fogata hablando entre dientes, y cuando a medianoche se despertó, lo vió sentado sobre una piedra con el arcabuz atravesado en las piernas, y al levantarse por la madrugada le encontró de pie atizando las brasas. Salduendo se persignó instintivamente.
"Cuando Custodio Hernández se levanta, los otros se abren para hacerle calle. Va hacia la puerta, por donde entra la luz del día. Lleva de la mano, colgada por los cabellos, casi a ras del suelo, la cabeza del tirano, como un farol apagado".
ARTURO USLAR PIETRI ("El Camino de El Dorado").

"El Salvaje u Hombre Peludo de la Selva pierde a los viajeros cantándoles el siguiente estribillo de su predilección:
"Cha uatáuatá.
Ce Rapé, rupi.
Cha uatáuatá,
Ce rakakuera
yuere uatáuatá."

que quiere decir, al trasladarlo del tupi amazónico: "Voy andando por mi camino; detrás de mí vente andando, andando." GILBERTO ANTOLINEZ' "Hacia el Indio y su Mundo".

"Mira, mira rey español, que no seas cruel a tus vasallos ni ingrato, pues estando tu padre y tú en los reinos de España sin ninguna zozobra, te han dado tus vasallos a costa de su sangre y hacienda, tantos reinos y señoríos como en estas partes tienes, y mira rey y señor, que no puedes llevar con título de rey justo ningún interese destas partes donde no aventuraste nada, sin que primero los que en ello han trabajado y sudado sean gratificados.

Por cierto tengo que van muy pocos reyes al infierno porque son pocos, que si muchos fuérades, ninguno pudiera ir al cielo, porque aun allá seríades peores que Lucifer, según tenéis ambición y hambre de hartaros de sangre humana; mas no me maravillo ni hago caso de vosotros, pues os llamáis siempre menores de edad y todo hombre inocente es loco".

(Fragmento de la carta de LOPE DE AGUIRRE al Rey Felipe II).


"Caminaba de un lado a otro como un lobo acorralado. Por su imaginación pasaba vertiginosamente la escena final de la tragedia en la que había actuado como primer actor y que debía concluir hasta caer el telón: en el primer término: la horca. Al foro: los postes donde colgarían sus miembros dispersos, colocados en las encrucijadas del camino largo que se dibujaba sobre el telón de fondo y que conducía a Valencia, aBorburata, al mar. En el lateral derecho: el estrado del Juez y el Fiscal. En los aires la sentencia infamante latigueándole en los oídos: la repetía ahora de memoria, después de haberla oído tantas veces en el Perú infamando la memoria de los "otros": Gonzalo Pizarro, Hernández Girón, Sebastián de Castilla. Y la sentencia, "su sentencia" le sonaba en los oídos como un responso:

" ...y declaro todos y cualesquier bienes que dexaseabellos perdido y ser y pertenecer a la corona e fisco de Su Majestad. Y mando que doquiera que el dicho Lope de Aguirre dexase casa de su morada, le sean derribadas, sean aradas y sembradas de sal". CASTO FULGENCIO LOPEZ ("Lope de Aguirre, El Peregrino").


"Era Aguirre natural de Oñate, en la provincia de Guipúzcoa, y aunque de noble origen e hijo de buenos padres, quizo su suerte que a su llegada al Perú, por los años de 1539 a 1540, se dedicara a domar potros y después a ser jefe de motines, por lo cual fue condenado a muerte, desterrado, y últimamente conocido con el nombre de Aguirre el loco. Tal es el hombre que va a realizar uno de esos episodios legendarios y que logrará con su osadía y crueldades poner en alarma una gran parte del continente americano.
"Más de tres siglos han pasado, y todavía el recuerdo de sus crímenes no se ha extinguido. Cuando en las noches oscuras se levantan de las llanuras de la costa de Borburata fuegos fatuos, y copos de luz tosfóricavagan y se agitan a los caprichos del viento, los campesinos, al divisar aquellas luces, cuentan a sus hijos ser ellos el alma errante de El Tirano Aguirre, que no encuentra dicha ni reposo sobre la tierra".

ARISTIDES ROJAS ("Capítulos de la Historia Colonial de Venezuela").


I

Con un fulgor de huesos, con barro entre los dientes,
vas buscando en la sombra a tus viejos soldados
caídos en mesetas lunares del Caribe.
Por la tierra cuarteada vas pisando costillas,
desdibujando cruces que la sombra del cactus
alarga entre pedruscos. Remueves los peñascos
en busca de una tumba, en busca de tu muerte,
y sólo encuentras sapos y un lamento que nace
de las grietas volcánicas. Tu muerte ya no es muerte
en estas soledades de palmeras quemadas,
de arbustos renegridos por el turbio verano.
Tu muerte ya no es muerte, sino un viaje que empieza
en las cumbres incaicas y sigue por las selvas
y pasa a nuestra tierra que reservó la noche
para que tú habitaras gobernando en el tiempo
fuegos fatuos, aullidos y el canto de los gallos.

II

En barcos fantasmales, con gritos, con espadas,
bajaste por los ríos al gran río de América.
Penetraste en la selva de plantas sudorosas,
en la selva que enciende luciérnagas de lluvia,
dando lumbre a las flores primarias de la tierra.
Penumbra donde vuelan mariposas de fuego.
Ámbito de las aves más bellas de este mundo.
Espacio que vigilan los jaguares del tiempo.
Sombra verde, poblada de pasos invisibles.
Resonancia del mar, del cielo, de la muerte.
En ella no combaten las noches y los días.
En ella pasan juntas las sombras y la luz.
En ella se detiene el tiempo entre las lianas,
y sólo se renueva en el amor oculto
de insectos como joyas, de fieras que se muerden,
de serpientes que trenzan sus babosos colores.
Entraste a esta morada sin techo y sin estrellas,
sin caminos ni sol, donde se oye la muerte
mordiendo, en la hojarasca, huesos, ramas, almendras.
Se apoderó de ti la verde alma sangrienta
del hosco Curupira, que defiende los árboles,
y amansa los caimanes, y recoge el veneno
de húmedos alacranes, y camina hacia atrás
para perder la gente en el cálido vaho
de aguas que se fermentan con flores y gusanos.
Te envolvió entre las redes de peludas arañas
que llenan de lamento los ocultos rincones
del alma de Canaima.
Te produjo el insomnio con nubes de zancudos.
Te transmitió la fiebre de lentas llamaradas.
Te dio a comer raíces que conocen los brujos.
y te hundió en el delirio del polen que en la sombra
engendra la arboleda de los duendes azules.
Cuando saliste al mar ibas solo y perdido,
solo entre tus soldados, bajo una lluvia lenta
que enciende por el cielo el penacho de Dios.

III

Eras un golpe sordo de la muerte,
un signo doloroso en la tiniebla,
la respuesta de un eco que maldice
de barranco ,en barranco.
Caías en regiones del verano,
como un ángel oscuro que desata sus fuerzas
entre piedras nocturnas de rojas geografías.
Levantabas el fuego del fondo de la noche
para mirar tu gente dormida entre los árboles,
para mirar tus muertos,
la cara de tus muertos,
los ojos de tus muertos,
los dientes de tus muertos,
la ropa de tus muertos,
la pobre ropa triste
de soldados dormidos para siempre en la yerba
bajo un silencio lento de zamuros.
Ibas de hora en hora y regresabas,
cojo de oscuridades,
con monótono golpe de ataúd,
de madera de muerte,
sonando con tus armas;
sonando en el silencio de la noche,
sonando en el silencio de los astros,
sonando en el silencio de las ranas,
rumiando alguna muerte,
una traición luctuosa en tus amigos.
Ibas solo en la sombra como un odio.
Te gustaba el terror que estremece las selvas y los ríos
cuando combaten roncas las fieras en la noche.
Y tus ojos caían en aguas que descienden con lumbres
hacia fondos de llanto.
Ibas buscando el oro que brilla en las vertientes,
removiendo las tierras de la muerte,
imperios vegetales,
hiriendo el árbol negro que segrega resinas venenosas
y dora en su follaje las frutas de la fiebre.
No tuviste castillos ni palacios,
como tu rey en campos de Castilla.
No tuviste carruajes ni alamedas,
ni feudos con iglesias y olivares.
Pero tú eras el dueño de selvas donde nacen
las más bellas serpientes,
donde las mariposas, de lento vuelo rojo,
hechizan los espacios,
donde duermen los pumas como formas sagradas.
Y eras dueño de ríos que bajan de los Andes
cruzando territorios de viejas brujerías.
Allí estaba tu fuerza, cojo de oscuridades.
Allí caían las lluvias
que lanzan al crepúsculo densas nubes de insectos.
Allí estaba tu imperio de vastas soledades,
las grises termiteras como templos,
las taciturnas aguas de las garzas,
las arenas fluviales pobladas de tortugas,
los cactus ardorosos en ásperas comarcas que semejan
desiertos cementerios aborígenes.
Y allí estaba tu muerte dispersando en la noche tu fantasma.
Playa del Tirano, en la Isla de Margarita, donde desembarcó Lope de Aguirre.
Fotografía de Alfredo Boulton

IV

Bajo la Cruz del Sur colgaban tus ahorcados,
de perfil a los fuegos del verano nocturno
que mueve los ramajes de turbios avisperos.
Mirabas sus cabellos
caídos sobre el hombro de la muerte.
Cuidabas su silencio, cojo de media luna,
mirando los zamuros que en los árboles secos
esperaban el día para dejar tus huellas
en forma de esqueletos vestidos con harapos.

V

Levantaste tus tiendas en un lugar de palmas,
de rocas con espinas,
donde la noche cae con máscaras de fuego.
Tus tiendas bajo el cielo, con verdes calaveras
de luna, risa y tiempo.
Sólo un silbo en el aire, la soledad del hueso,
la tierra que se aleja bajo truenos azules.
Había entre las yerbas algún venado muerto,
con larga cornamenta en un aire de grillos;
fogatas que alumbraban arcabuces y lanzas,
mientras sobre las piedras tus hombres amolaban
sus delgados cuchillos de filos estrellados.
Un viento de banderas pasaba entre las palmas,
golpeando secos cueros de pumas y jaguares.
Estaba allí tu hija rodeada de luciérnagas.
Y estaba otra mujer recogida en sí misma
oyendo el olivar de su memoria.
Y tú ibas cojeando en tu capa de espanto
que el viento levantaba como alas de murciélago,
y pasabas la noche de palma en palma oyendo
a los Tigres-Kanaima
que acechan en la sombra con dientes de candela.

VI

Llegaste a una llanura de sequías,
de tierra que se oxida como hierro.
Allí el maíz se seca en filas grises
como antiguos so1dados de los dioses.
Allí la tarde tiende !paños de lana roja en los espacios,
espejos incendiados de cigarras.
Allí estaba tu hija arrodillada,
rogando ante las lumbres del poniente.
Allí la asesinaste y con su sangre
manchaste las orillas de los cielos.
La sombra te esperaba con bambúes,
con gritos de animales, con barrancos
que iluminan relámpagos nocturnos.
Allí estaba tu muerte,
en la llanura de tus banderas negras.
y en un árbol quemado por el rayo
colgaron tu cabeza ensangrentada
como una vieja lámpara de aceite.

VII

En el campo reseco de ardidos cujisales
el viento arremolina polvaredas rojizas,
caballitos del diablo y flores espinosas.
Aquí el sisal inmóvil de lámina afilada
brilla como un desierto de soldados dormidos.
Aquí las yerbas arden inclinadas al viento,
la lagartija muerde un insecto de plata,
y el soplo de la tarde que pasa oscureciendo
el áspero follaje, arrastra un polvo ocre de antiguas soledades
por llanuras de secas calabazas.
Sólo se oyen las yerbas,
las cigarras y el canto de palomas tijúas.
Aquí entre los cujíes, en este aquí de fuego,
los zamuros devoran la carroña de un asno,
alzando por el aire un negro remolino,
mientras el rey-zamuro gobierna en el silencio,
a orilla de la noche, junto a las aguas muertas,
donde tú recomienzas tus pasos de candela.

VIII

Pasaron los jinetes por un tapiz de sombra,
en sus caballos blancos, entre las altas yerbas,
entre grises penachos de secos cereales.
Pasaron cabizbajos en sus largas cobijas,
como lentos fantasmas, bajo la tempestad,
y vieron tu perfil de muerte en la montaña,
hecho de resplandor, de rocas y de truenos.

IX

Cuando pasa la lluvia por los cacaotales
y vuelan las !primeras luciérnagas del año,
inicias una música de vastas soledades
en el fúnebre canto del yacabó que vive en el confín del día.
Van las colinas solas, ondulando en el tiempo
de lejanos relámpagos.
Va el viento entre las casas de familias labriegas,
donde los niños miran tu lumbre en los murciélagos
que vuelan en la sombra de las vacas dormidas.
Entras en las cocinas y mueves las cenizas del fogón,
las redondas vacijas,
las sartenes que guardan la historia de los pobres.
Y en los viejos rincones de hollín y telarañas
te escondes a encender los ojos de los gatos.
Golpeas con el viento las puertas de las chozas,
y te gusta agitar esas ropas tendidas
entre los pavos-reales que duermen en las ramas
con brillos de cometas apagados.
Y te gusta anunciar la muerte en esos campos
con un largo lamento de perros espectrales.

X

Cuando los campesinos dejan un ataúd
a orillas de algún río con sombra de bambúes,
y en la madera mueve la luna sus arañas,
tú vienes con tus pasos de largo cementerio,
de soledad que mueve magnolias en la sombra,
despertando las cabras negras sobre la arena.
Te gusta merodear en torno a la madera,
arrancarle sus clavos, clavos definitivos,
mirar adentro un rostro con la boca sellada,
con los ojos que bajan lentamente, que bajan
hacia un polvo de flautas que suenan en el tiempo.
Te gustan esos muertos, abandonados, tristes
a orillas de los ríos.

XI

Pasaron los tambores
—duro sonido
 de cuero al pie de colinas pedregosas—.
Pasaron los tambores por las chozas
que brillan en el sol de las arenas,
cuando los guacamayos abren colores en la tristeza vesperal.
Pasaron los tambores bajo los tamarindos de los negros.
Pasaron los tambores hacia la noche de hondas llamaradas,
de caballos que corren hacia horizontes de astros.
Pasaron los tambores
como la iniciación de una leyenda
en las fulgurantes comarcas del día,
de acacias que se alejan hacia azules confines.
Pasaron los tambores
hacia la llanura donde se festeja la muerte,
donde tú reúnes tus largos ataúdes.
Puente de Reinaldos, en La Asunción, isla de Margarita.
Fotografía de Alfredo Boulton

XII

A veces estás triste, lo mismo que la noche,
entre viejos graneros donde brilla el arroz,
donde las ratas mueven la lumbre de sus ojos.
Entonces en las casas labriegas alguien dice:
"El Tirano esta noche se ha ido con el viento.
Por eso los samanes semejan altas rocas
y en el agua estancada las ranas se han callado.
Esta noche el Tirano se ha ido a otra comarca
y tal vez esté hablando con Juan Vicente Gómez.
Uno bajo su capa que se levanta en llamas
y el otro con un traje de general en sombra".
Por sobre los ramajes, las lejanas estrellas
derraman por el campo un silencio de frío.
En círculo se miran las familias labriegas
y una ráfaga azul estremece los gallos.

XIII

La madrugada tiende por colinas en llama
tu soledad que tiene el ruido de los dientes
de los puercos salvajes
que en la selva mastican duras nueces de sombra.
El trueno va rodando por confines de roca.
Los campesinos duermen bajo los brillos
de las hojas de plátano,
y sienten tu presencia de esqueleto incendiado,
tu lamento de hueso que va hasta los juncales.
Espantas caballos dormidos en arenas de luna.
Derramas maíz en los graneros.
Lanzas piedras de fuego contra los gavilanes
que la noche reúne en los árboles secos.
Y te alejas aullando con los perros luctuosos
que vigilan las casas o duermen sobre tumbas.

XIV

Los faroles reúnen mariposas que bajan
de rocosas colinas,
y abajo están las flores de coronas-de-Cristo,
y viejos vendedores que esperan la mañana
para tender al viento sedas de mandarines,
pañolones espesos con un color de vino,
baratijas que brillan como grillos de luna.
La noche de la aldea tiene un rumor de palmas,
y por los techos canta fúnebre el chupa-huesos
que remeda tu silbo perdido en las sabanas.

XV

Las iglesias rurales, blancas, en la llanura,
están en un silencio de caballos dormidos.
Entre las yerbas saltan blandas ranas de luz
y en las alturas vuelan jazmines siderales.
La noche va labrando sus puertas como huesos
que gimen con el viento oscuro de los astros,
del maíz, del tabaco y la tierra arenosa.
Por confines de palmas va tu espanto incendiando
la ropa de los pobres.
Vas sonando en el campo con sonido de furia,
en un vitral de fuego que derrite la noche,
tu sonido cae en ecos de barrancos,
de lamentos que nacen en densas arboledas,
en rebaños que huyen por gramíneas de sombra.
Tu muerte sobrecoge la soledad campestre
en los niños labriegos
acostados en hojas que ha secado el verano.
Tu muerte es una ráfaga de miedo y trueno azul
que pasa por el patio de todas las viviendas
y se detiene a veces
en los ojos llameantes de alguna cabra negra.
Y tú mismo te espantas con estremecimiento
de samanes de luto, de brillantes paujíes,
cuando tu espanto pasa cerca de alguna iglesia,
cuando en sus puertas gime el viento de los astros.
Sabes que adentro hay un silencio de rostros de madera,
inclinados sobre una luz de lámpara,
mirando en la penumbra nuestros huesos roídos.

XVI

La noche avanza con cactus de vidrio,
con ardillas dormidas en el territorio de la infancia.
El atardecer tuvo un color de mandarinas en las nubes.
Pájaros migratorios rodearon la torre de la iglesia
y las campanas nos llevaron por las palmeras
que abren paseos celestes en las charcas.
Miramos el brillo de las ranas.
Había yerbas en el cielo del agua,
un caballo mojado donde comenzaba a salir la luna.
Ah, tierra maravillosa
que enciende lámparas de kerosene bajo los tamarindos!..
Ambito que guarda el fulgor de los colibríes
al volar hacia la sombra.
El gallo canta en una rama,
todo de cristal oscuro,
y en su canto de aire morado tiemblan las estrellas.
En los patios de la aldea las mujeres dejan tijeras abiertas
para que tu alma de llamas anaranjadas
se aleje hacia los horizontes donde mugen los toros.

XVII

Bordada de campánulas el agua
no acoge tu osamenta que quiere descansar
río abajo en la noche, a orilla de los lirios,
donde el venado viene a beber en las tardes.
Pasa el agua y refleja tu oxidada armadura,
tu espada de fulgor que cortó en Margarita
cabezas de marinos, de frailes, de escribanos,
entre redes tendidas a los vientos salobres.
Pasa el agua y te muestra sus viviendas de piedra,
sus ventanas musgosas que iluminan hundidos candelabros.
El agua pasa y lleva un espacio de llanto,
donde enciende su llama la rosa de montaña,
donde la noche guarda tu presencia de espanto.

XVIII

¿Qué hicieron con tus huesos
en este clima que enciende cañas,
que engendra coleópteros brillantes
al borde de aguas pútridas,
que describe grandes helechos en el aire?
Hay una llanura en tu muerte,
una llanura donde corren los toros salvajes.
¿Qué hicieron de tu muerte?
Tal vez una guitarra de sombra
en el viento de las aldeas.
¿Y qué hicieron con los huesos de tu hija
en la tierra donde resplandecen los áloes?
Tal vez una cruz de camino,
o una flauta o una gota de luna.
No tienes ni tus huesos, ni tu muerte;
ni los huesos, ni la muerte de tu hija.
Sólo eres una guitarra de sombra
en el viento de las aldeas,
una presencia que inflama la noche
en la memoria de los campos.

XIX

La sombra tiene movimiento de helechos,
lumbres intermitentes de luciérnagas,
sonido de aguas lunares.
Caimán verde de musgo, dormido al borde del tiempo,
sueño primario bajo el resplandor de árboles celestes
con frutos como soles de cerámica.
El alma tiene aquí una luz de anchas arenas.
Tras las cañas amargas la serpiente coral
silba como una estrella.
La serpiente coral es bella aun en su peligro,
y los niños, en las chozas dispersas, la oyen,
y sienten tu presencia en estas riberas cálidas,
tu presencia de fulgores en el agua.
Pero al amanecer olvidarán tu fantasma
y saldrán a comer mereyes rojos.
Sabana de Aguirre, estado Carabobo, donde acampó el Tirano Aguirre, rumbo a Barquisimeto.
Fotografía de Alfredo Boulton

XX

Llegaron las langostas oscureciendo los cielos,
en oleajes rojizos bajo el sol,
y el sol quedó ante nuestra vista como un mamey,
como un mamey devorado por las langostas.
Cambió el color del mundo
 perros anaranjados mirando fijamente la tarde.
Las langostas cayeron una a una
y tú dispersaste tus llamas por la noche.

XXI

Mi infancia tenía una cigarra que seguía cantando en la noche
como una estrella en el pozo de los ahogados,
donde "las flores le hacen un tatuaje de colores al agua".
Sí, un niño se había ahogado en lo más hondo del río
y sus ojos ya no vieron más el martín-pescador
que vuela cruzando el día en el follaje celeste del agua.
Mi infancia tenía una cigarra de vidrio
adherida a la puerta de la noche
de vieja madera labrada por la lluvia,
como las puertas de campo o las puertas de los cementerios,
por donde pasan las vacas iluminadas por la tristeza vespertina.
Caían los días en una soledad de corredores y aposentos,
con lámparas de aceite encendidas bajo imágenes de santos,
y más allá de las ventanas
comenzaban a correr tus caballos en la arena.

XXII

Caballos,
caballos de la noche van corriendo
por las yerbas delgadas de los astros,
de horizonte a horizonte, donde el hombre
guarda la soledad en las guitarras.

Caballos,
caballos del misterio van corriendo
con lumbres en los lomos, bajo el trueno
que estremece las aguas estancadas
y los juncos dispersos del relámpago.

Caballos,
caballos de la furia van corriendo
por un azul desierto de palmeras
hechas de altos reflejos en el cielo
y de rumor del viento que las mueve.

Caballos,
caballos de los muertos van corriendo
entre gritos que salen de los ríos,
de las aguas que lloran en la orilla
lenta de las luciérnagas del tiempo.

Caballos,
caballos con sonido de tu muerte
van corriendo.

XXIII

Los que degüellan toros a orillas de la noche,
bajo un cielo de hoguera donde vuelan los buitres,
ya han colgado los cueros pesados en el viento de las tunas.
Los que hornean ladrillos en bermejos barrancos
le han dejado a la sombra sus leños encendidos.
Las mujeres que lavan entre piedras del río
han tendido la ropa como lentos velámenes
en un aire dorado de lejanos naranjos.
Los que recogen granos en valles de cigarras
se sientan en los patios de la última luz,
donde los colibríes brillan como en un vidrio.
Y los niños que cuidan caballos en laderas de flores,
los reúnen en espacios azules.
Todos cierran el día con sus llaves sagradas
y esperan que la noche se inicie en las espigas,
en el viejo sombrero de los espantapájaros,
en los foscos confines con nubes de diluvio,
en el trueno que baja transportando la sombra,
en la luz del relámpago que ilumina las cruces
del cementerio abierto en la colina,
por donde pasa el viento de tu espanto
dando brillos de luto al espeso follaje.

XXIV

Comencé a ver una flor
y he aquí que devino un fuego azul
en el rincón de un precipicio del tiempo
que sostiene sus yerbas para el viento
y una calavera de toro con cuencas amarillas
que guardan sombras como los cráteres lunares.
Sonaron los astros en el ámbito del corazón
con follajes brillantes hacia el valle.
Me detuvieron las rocas al borde de las praderas,
donde silba la soledad inclinando los arbustos,
donde las arañas tejen viviendas siderales.
La noche era un sarcófago iluminado por caídas de agua.
Los sentidos ascendían entre hojas de plátano,
en el infinito terror silvestre
con fugaces llamaradas de tu muerte.

XXV

Tu esqueleto cubierto de telarañas fulgura
sobre la tierra reseca con movimiento de ramajes fúnebres
y asombro heroico en tu calavera.
El viento agita sábanas
y sonidos de astros en la memoria,
como en un espacio donde se convocan los reyes muertos
para mirar la eternidad en los cielos claros del verano
con serpentinas de luz que caen sobre las tumbas.
Avanzas lentamente, con tus roídas costillas.
Crecen tus huesos en la noche de las bellotas,
en tu andanza entre viviendas
recostadas en los declives, bajo todas las estrellas.
Crecen tus pasos sonando en los pedruscos,
y en tus dientes se ríe una luz.

XXVI

Los árboles heridos manan leche.
Los árboles heridos se agigantan
y detrás de sus ásperos ramajes
se ensombrecen los cielos del poniente
con espesos colores de resinas,
de miel y rojas tierras de vasijas.
Se ensombrecen como una alfarería
como las afueras de una aldea,
donde las lavanderas extendieron
pesadas telas que levanta el viento.
Sostienen los ramajes negros nidos
al borde de la tarde que se ahonda
hacia cárdenas nubes invernales.
Al fondo, en las colinas de las rocas,
los campesinos suenan sus guaruras
de espacio azul de vacas y caballos.
Más allá de estos árboles un niño
recoge de las nubes su cometa
que baja en la penumbra como un astro.
Pasa el viento arenoso del tabaco,
el soplo de la noche por el alma,
y entre estos viejos árboles heridos
tú surges de la sombra con tus máscaras
que derriten relámpagos de lluvia.

XXVII

Los armadores de barcos clavan maderas en el sol poniente,
manejan láminas de metal y son dueños del fulgor
en una algarabía de gaviotas que vuelan en los ojos de las mujeres tristes.
Ellas llevan la cabeza envuelta en paños rojos
recordando las playas de la Biblia
en una tarde de velámenes extranjeros.
Los armadores pisan la luz en los caracoles
que la isla acumula bajo un viento salobre de maderos
que el mar ha pulido .como calaveras de elefantes.
En su mirada la soledad levanta palmas,
lejanías de costas ocres.
El mar ondula sus colores en un olor de calamares,
en un espacio infinito que ilumina islas
en el fondo de días lejanos.
El mar despide al día con redes celestes,
abarca lentamente la noche con un movimiento de veleros,
en las sombras cambiantes del agua,
donde tú lanzas livianas bolas de fuego.

XXVIII

De las colinas de la isla salen cangrejos
a brillar en el sol
ya tender una soledad de arena y palmas
que suenan en el aire del mar.
Se dispersan las yerbas hasta las casas de la aldea,
y surge una torre blanca de otro tiempo
entre las aves marinas de Cristóbal Colón.
Hay flores en la plaza
que encierra un silencio ardiente de mediodía.
La gente está escondida.
Alguna cabra pasa por la calle de los datileros.
Aquí dejaste tus muertos
tendidos bajo un sol de moscas.

XXIX

El día cae con ramos de naranjos,
con campanas de colores crespusculares,
con pasos lentos de asnos que regresan a la sombra,
con puertas de cementerios que se cierran
con un brillo de cigarras,
con movimiento de grandes hojas que oscurecen el corazón,
para que tú vuelvas a construir tu morada de fuegos fatuos,
de caídas de agua y raíces fosforescentes
y lumbres .celestes por donde huyen vitrales de la muerte.
Apareces vestido de cristal bajo la lluvia,
en un viento de espejos que estremece árboles
como cabelleras de arpas.
Te hundes en los sonidos lúcidos
donde duermen los gavilanes.
Descubres zonas de fulgor,
allí donde la noche tiembla en sus espinas.
En tu cráneo suena el trueno de las montañas.
En tu cráneo está el rumor del mar.
En tu cráneo suenan los árboles como veleros.
Tu muerte está en el recuerdo de la sal.
Tu recuerdo levanta remos, velámenes de luto,
tempestades que reúnen cangrejos en las bahías,
espadas que decapitan funcionarios reales
sobre desiertas playas de guitarras y maderos.
Te veo empujando puertas,
socavando aposentos nupciales de marinos,
quebrando pequeños espejos de novias,
maldiciendo a tus so1dados que degüellan cabras
en plazas de datileros.
Te veo quemando los paños de las iglesias,
las flores de papel en los altares,
las pestañas de los santos,
los libros sagrados que han mojado las goteras.
Te veo encender una antorcha
para cuidar el sueño de tu hija
que duerme en un césped de grillos.
Te veo de nuevo en las cárceles de piedra,
en sótanos de gritos de lenguas cortadas,
dispersando tus ojos en el agua de las ratas.
Te veo de nuevo con tus soldados
subiendo a la cumbre del sol de los venados,
sembrando allí la horca,
mirando tus ahorcados a orillas de la noche
que comienza a sonar con un viento de yerbas.
La noche que ahora mueve ramas de vidrio en tu lluviosa muerte,
en la lluvia oscura y lenta que no apaga tus ojos en llama.

XXX

A veces eres el rumor de cascos de caballos
que levantan chispas en las piedras del camino;
el rumor del maíz movido por el viento seco del verano;
el rumor de establos donde las vacas
espantan las moscas de la noche;
el rumor de la sombra en casas abandonadas,
donde la gente ha olvidado una silla de cuero
para que se siente algún reflejo
vestido de tela de algodón;
el rumor de palas que remueven el café;
el rumor de palmas reales
movidas por la brisa de los muertos;
el rumor que en estas soledades,
nace de los parajes umbríos de nuestro corazón.

XXXI

En lo alto de la colina donde duermen los colibríes
te yergues con una capa de viento azul
que abre grutas lunares en las nubes.
Cuentas monedas como astros,
cuentas botones, alfileres de brujos,
dientes de oro de .los muertos,
risas que se responden en los barrancos.
Con tus manos incendiadas
llamas carceleros, torturadores, máscaras del diablo.
Con tus manos incendiadas lanzas colina abajo
barriles de viejo vino,
puñados de huesos, calaveras de toros,
aullidos de perros funerarios.
Mueves el furor de tu muerte
despertando buitres, llamaradas en los pastizales,
lamentos en las cercanías de las viviendas rurales.
Andas en busca de los que enterraron dinero
en las faldas de las montañas
o en casas de ladrillos carcomidos.
Con risas, con gritos, con silbos de serpiente,
te pierdes en la ondulación de las colinas.

XXXII

Es cierto, la vida del hombre pasa como un día
que ilumina las afueras de una ciudad
con rumores lejanos de una tristeza
que ha guardado el corazón en sus jardines.
Es cierto, la vida del hombre pasa como un día,
con un arcoiris en el fondo del valle,
sobre la tumba de sus parientes.
La pesadumbre deja lágrimas sobre las hojas
como lluvia caída de los siglos;
la alegría corona fugazmente nuestras sienes.
Por eso yo preferiría vivir siempre a orilla de los arroyos
para mirar mi alma en el movimiento de la fronda
como en la iniciación de una música eterna.
Como la vida es breve, son más bellas para mí las montañas
y las arboledas que se alejan azules por las tardes.
Por esta razón guardo un césped donde saltan los conejos.
Es cierto, la vida del hombre pasa como un día,
pero tu muerte es una noche de aguas estancadas
donde flotan los decapitados.

XXXIII

La soledad del día es más honda y límpida
si encontramos un paraje donde los lirios florecen entre piedras.
Allí encontraremos nuestra edad, con días lejanos en las montañas,
donde un viento húmedo reúne las vacas en las laderas verdes.
La soledad de la noche es más honda y límpida
si miramos la eternidad en los lirios que florecen en el cielo.
Allí encontraremos nuestra muerte sin fondo.
Pero en la noche sobreviene el terror de los huesos,
la angustia del corazón en sus ramajes agitados por el viento,
cuando algún resplandor ilumina tu osamenta en los árboles secos.

XXXIV

He aquí una pradera nocturna de lirios
nacidos con las primeras lluvias equinocciaIes.
Vienen de los huesos diseminados por el tiempo
en los espacios abiertos del campo
que resplandecen en un sonido de grillos.
La muerte es más larga que la vida de los astros,
mas los huesos vuelven a nacer con música de flauta.
En esta pradera hubo una vez algún signo de amor,
una iniciación de alegría.
¿Acaso los que murieron sembraron semillas en esta tierra?
Ellos cantaron y ahora los oye la sombra.
Los lirios nacen en el silencio de la noche
y un ligero viento los agita.
La muerte es más larga que la vida de los astros,
pero en ella hay una alegría que mueve los ramajes,
que ilumina las campánulas de los manantiales
y sostiene el corazón en la historia de los valles.
Pero tú pasas por la noche pisoteando los lirios.

XXXV

Cuando nace una flor y sus colores
se hunden en nuestros ojos abismales,
el tiempo va avanzando hacia la muerte
de soles y cometas.
Nuestro mundo que dió música al hombre
y templos para Dios hizo de piedra,
irá girando hacia el eterno frío.
Y tú continuarás, siempre de fuego,
en busca de tu muerte por llanuras,
que, en la sombra inmtutable del espacio,
verán la luz del número infinito.