En el Centro de Investigaciones Populares (CIP), como resultado de un largo y profundo trabajo de análisis cualitativo hermenéutico sobre numerosas historias-de-vida de venezolanos populares, expuesto en varias y bien aceptadas publicaciones, hemos llegado a la conclusión de que la mujer de nuestro pueblo no se concibe a sí misma, ni se vivencia ni se identifica en cuanto individuo de la especie homo, como diría un biólogo moderno, sino como madre en lo más hondo de su sentido de sí. Este es un dato y significado de la experiencia, un acontecimiento de mundo-de-vida y cultura, entendida ésta como la manera integral que tiene de existir un pueblo, y no una especulación sin fundamento en hechos (sin que esto suponga el rechazo de toda especulación pues ésta muchas veces viene a ser la culminación más excelsa del pensamiento). Ahora bien, si nos detenemos un tanto en el concepto y el hecho de lo que nombramos madre, nos daremos cuenta en seguida de que madre no es un uno (individuo) sino un dos en uno. No tiene sentido (no es pensable) madre sin hijo. Al decir madre, estamos diciendo una relación-en-dos (no de dos) o un dos-en-relación y no un uno en sí, un individuo. La realidad concreta de nuestro mundo-de-vida popular nos muestra así lo que aquí he designado con el nombre de persona, una relación que en cada caso real particular es distinta de toda otra y por ende singular (no individual) y original. Análogamente, lo mismo habría que decir del hombre en el mundo-de-vida popular pues su identificación de fondo es el autovivenciarse como hijo.
No se trata de contraponer individuo a persona, sino de distinguir y buscar la conceptualización más adecuada a la realidad concreta del hombre distinguiéndolo de los demás seres vivos e inertes del universo que bien pueden ser concebidos como individuos de algo. La manera de pensar dominante en una civilización en un momento de la historia elabora un concepto de hombre según las prácticas que en esa civilización y en ese momento predominan. Ese concepto está en función de esas prácticas, de los consiguientes intereses, de los fines conscientes o no que ella persigue, del ejercicio de los poderes en su tiempo y de la dinámica o lógica interna que la rige.
Cómo se piensa al hombre en un mundo y un tiempo tiene consecuencias prácticas de todo tipo (políticas, económicas, educativas, religiosas, etc.) para la vida de los seres humanos en concreto.
El mundo que vivimos hoy, y las ideas con las que sus dirigentes lo rigen, tanto en un proyecto revolucionario como en cualquier otro, es producto del pensamiento que se ha formado sobre el hombre durante el desarrollo de la burguesía como grupo dominante en nuestra sociedad, tal como ya he expuesto en anteriores artículos. Pero, al margen del pensamiento dominante, se dan maneras de vivirse y pensarse, distintas (ni pre ni post) que han sido producidas desde las prácticas y experiencias de otros mundos-de-vida. Este es el caso del pueblo venezolano, según nos lo muestra el trabajo de investigación con modos de acercamiento a su realidad más actuales y más adecuados a la complejidad de la vida humana en toda su integridad.
En concreto para nosotros hoy esto quiere decir que las actuaciones en la política, en el ejercicio del poder, en la economía, en eso que hoy se llama ingeniería social, en la educación y en todo lo que constituye las dinámicas sociales dirigidas desde el Estado, tanto en el campo revolucionario como en el de la oposición al mismo, siguen rutas completamente externas a las que podrían trazarse desde las vivencias, identificaciones y distinciones propias de nuestro pueblo
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