La historia de Frida Añez en Carabobo a partir de 1950

Este blog nos narra la historia de una mujer que marcó de forma única la cultura en Valencia, Estado Carabobo entre 1950 y 2000

25 de febrero de 2015

El caricaturista habló en 2008 respecto a su obra Conductores de Venezuela (1999) en la revista Estampas...El mural fue realizado en los hornos y con material de la Corporación Cerámicas Carabobo, durante la gestión de Frida Añez en la Gerencia Administrativa...Podría considerarse el último aporte al arte que hizo esta gran mecenas de la cultura valenciana.

Zapata decía sobre su mural: "El que crea que es suyo, que lo defienda"

El caricaturista habló en 2008 respecto a su obra Conductores de Venezuela (1999) en la revista Estampas...El mural fue realizado en los

hornos y con material de la Corporación Cerámicas Carabobo, durante la gestión de
Frida Añez en la Gerencia Administrativa...Podría considerarse el último aporte al arte que hizo
esta gran mecenas de la cultura valenciana.

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Fotografía de Natalia Brand (2008)
EL UNIVERSAL
viernes 6 de febrero de 2015  12:46 PM
Pedro León Zapata, fallecido esta madrugada a los 85 años de edad, ofreció una entrevista a la revista Estampas del diario El Universal en 2008 en la que conversó con el periodista Johan M. Ramírez respecto a su relación con Caracas y la obra que engalana, al igual que El Ávila, la ciudad capital: Conductores de Venezuela (1999).

A continuación, se copia el texto tal cual fue publicado el 27 de abril de 2008:


Pedro León Zapata: Caracas es 20% ciudad y 80% Ávila

Es un auténtico artista. Por momentos parece poeta, a ratos escritor, pero, definitivamente, la decoración de su casa lo delata: es un pintor empedernido.

¿Caraqueño? Nació en La Grita, pero sí, es caraqueño. No se concibe en otra ciudad, aunque antes, cómo no, soñó con vivir en París, Madrid, Roma y Nueva York, pero hoy, a sus 79 años, ni le pasa por la cabeza el deseo de estar en un lugar distinto a Caracas, la ciudad que definió para siempre su futuro.

"Yo quería ser pintor, el mejor que pudiera existir. Y con ese deseo me fui a estudiar a México, pero al regresar aquí encontré una ciudad muy distinta a la que dejé. Al caer Pérez Jiménez se creó una hermandad sorprendente. Era como si todos hubiesen prescindido de los partidos políticos para reconocerse sólo como caraqueños", dice.

Aquello despertó en él unas ganas tremendas de comunicarse con la ciudad. Pero como pintor le era difícil, si acaso como muralista podría hacerlo, aunque en ese momento, qué ironía, no le resultaba fácil conseguir una pared para pintar. Finalmente apareció la caricatura, y su historia cambió al punto de que hoy puede afirmar: "Para que mi pintura sea importante, debe parecerse ami caricatura".

Así, ya tiene 40 años hablando con la ciudad a diario a través de sus dibujos en la prensa. Pero también siguió pintando, y así llegó 1999 y, con él, un paredón que probaría su creatividad.

Entonces cobró vida su obra más simbólica, que no por casualidad es como un gran Zapatazo, una caricatura de 150 metros de largo por 11,5 de alto:Conductores de Venezuela, el mural a orillas de la autopista Francisco Fajardo.

"Desde el principio supe que no me pedían el mural por ser pintor, sino por ser caricaturista. Ellos aseguraban lo contrario: ‘¡el pintor Zapata!', decían, pero en el fondo pensaban: ‘¡Ojalá haga una caricatura!'. Por eso resolví algo muy claro: sería una caricatura hecha por un pintor", cuenta.

Luego, como tema, decidió representar a la gente que pasaría en sus carros frente a la obra, una suerte de espejo público que, al mismo tiempo, daría a entender que así como conducimos los autos en la realidad, debemos también conducir el país, como los grandes caraqueños que lo han hecho en la historia: Simón Bolívar, José María Vargas, Simón Rodríguez, Armando Reverón y Teresa de La Parra.

Hoy día, ve la obra como un citadino más, ya no como el autor. Piensa que de superar el deterioro vertiginoso, quizá se convierta en un símbolo. Pero lo duda, cree con pesar que pronto las 40 mil baldosas se vendrán abajo. "Ya ese mural nome pertenece. Quizá sea de la universidad, de la alcaldía o de los ciudadanos; yo lo terminé y alguien lo compró. El que crea que es suyo, que lo defienda", afirma.

Pero Zapata no es sólo un mural, sino un artista unido esencialmente a Caracas y cautivado por la hermosura de El Ávila, cuya imagen ha retratado muchas veces. "Lo he pintado junto a Alejandro Otero y Pascual Navarro. Recuerdo que una vez hicimos un nocturno desde La Pastora".

Cree que todos los pintores caraqueños han sido encantados por este paisaje, el cual se distingue por El Ávila. "No podemos pensar en Caracas sin su cerro".

Y en efecto, dice que la capital es 20% ciudad y 80% montaña.

"Creo que todos los que no son pintores han querido serlo sólo para pintar este valle".Y no imagina que alguien no esté enamorado de El Ávila. "Cómo no estarlo, si es imposible no caer rendido ante semejante belleza".


El mural de la identidad nacional que fue Zapata

SANTIAGO QUINTERO |  EL UNIVERSAL
martes 24 de febrero de 2015  12:00 AM
Hizo de las artes plásticas, la gran galería del periodismo. Propició la exposición de un país a la mirada de un espíritu comprensivo. Su arte fue el mural de la identidad nacional.

La paradoja de sus mitos y verdades, la idiosincrasia inentendible, el encuentro  sensorial de la nación con su alma, con sus dolores, sus carencias, la desnudez famélica de sus cuerpos atrapados por el hambre, marco para la denuncia de las necesidades más allá del discurso puramente académico, se convirtieron en dibujos para el entendimiento de todos.

Entre sus compañeros de faenas, Pedro León destacaba como una suerte de unicornio encarnado capaz de traducir una realidad literaria de la realidad fantasiosa, aquella que se percibe en la convicción de que no existe, especie de ilusión del desierto de ideas sometido a la resolana de la crudeza social.

Durante su tránsito vital, Zapata vio operar el maniqueísmo del poder en todos sus frentes y decidió enfrentarlo con el más elaborado humor, aquél que habla a través de una caricatura que no deforma la realidad sino que trata de hacerla más tangible, una especie de fotografía con radiografía incorporada de los sucesos y personajes que pueblan sus circunstancias. El país pasó del manejo de la riqueza bajo la falsa premisa del criterio de escasez nunca ejercido, que inundó a las instituciones al punto de sumergirlas en un letargo operativo, ético y moral, a la vorágine patriotera de la más completa escasez de criterio con una rimbombante, estentórea y pantagruélica vanidad "reivindicativa" más propia de la comedia teatral, que de un país que sea conducido por la inteligencia y no por sus instintos más primitivos, carentes de las neuronas para pensar, cortocircuitadas, aisladas y "encanadas" por los grilletes de la ignorancia, el odio mellizal destructivo para el compatriota, en una versión cotidiana y secular de un proceso kafkiano gatopardiano de conservación del poder a toda costa, que busca los recovecos del resentimiento oculto a la virtud para colocarlo a la venta sin precio pero con el más elevado costo: la compra del alma nacional, la perfecta oferta luciferina para destruirla "Tómala, bébela, consúmela, la revolución es gratuita". Así la caricatura pasó de la conseja de Trinidad a Coromotico, a la expresiva cabeza en forma de bota militar con la suela desprendida, mostrándonos su locuacidad verborreante y a la vez, el profundo primitivismo del más craso abuso de poder, de la autoridad de uniforme que piensa y habla con sus pies lo que debería hacer con su cerebro, soportado a su vez por un cuerpo engorilado vestido con uniforme de prócer  y ribeteado por profusas medallas y condecoraciones dignas de la más crematística ineptitud. Todo eso y mucho más, dibujó, escribió, pensó y dijo Zapata sobre las vicisitudes del país y su población. A esa nación habló Pedro León, en su discurso plástico sincrónico y diacrónico, con la intención de tener una íntima conversación con el inconsciente colectivo, para el cual su caricatura fue el diván perfecto de expresión. Ojalá y la rendición de cuentas, luego del ejercicio psicoanalítico de interpretación nacional de todo el conjunto de su obra imperecedera, logre hacer despertar en la conciencia de todos los venezolanos el país que habita en sus cerebros, muy diferente al que hoy es pisado por su cruda realidad de falencias, indigencia, colas e ingentes y paralizantes necesidades.

santiagoquintero@gmail.com

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