La historia de Frida Añez en Carabobo a partir de 1950

Este blog nos narra la historia de una mujer que marcó de forma única la cultura en Valencia, Estado Carabobo entre 1950 y 2000

4 de abril de 2015

¿Quien se encargará de acercar esa Valencia que no recobraremos conmemorando el Cuatricentenario, la exposición internacional de Frida y Vigas o el discurso de honor de Pocaterra? Pienso en los jóvenes, aún en los que se están marchando y que regresarán. Pienso en los ciudadanos comunes y en la posibilidad de que muchos otros sientan esa activa nostalgia por Valencia.

El lugar común

Nostalgia de Valencia


Simón García (Notitarde/)
Nostalgia de Valencia

Simón García
Notitarde 4 de abril 2015, pág. 6/OPINION
Finaliza la semana que el Doctor de la Iglesia Católica, Atanasio de Alejandría, en
sus Cartas Festales denominó, hace unos mil seiscientos años, como Santa. El
padre de la ortodoxia, exhortó a cumplir durante ella un estricto ayuno, practicar
 la oración, purificar el espíritu y prepararse  para celebrar la misión redentora
de Cristo, su consustancialidad con Dios y su reencarnación como victoria sobre
la muerte. 
Una parte de la población dedica estos días a nutrir su religiosidad. Otra a viajar
o descansar en casa. Es tiempo de vacaciones. Alegría para los niños con más
oportunidades de hacer lo que les gusta y que no siempre la escuela les permite.  
Se inicia la parte gruesa del retorno. Los viajeros se devuelven a sus puntos
de partida, como en un mal lance del juego de Ludo. Tornan a sus  rutinas,
a los empeños de sobrevivencia, a los riesgos de una realidad que hace mucho
dejó de ser normal. 
Pienso en los regresos de antaño y gira en el recuerdo la idea de que al menos
aquel pasado fue mejor. En aquella época no existía el distribuidor San Blas.
La entrada a Valencia, desde Caracas,  era menos moderna, pero más pintoresca.
Unas cuadras más allá, el autobús llegaría al terminal privado de una línea cuyo
nombre no recuerdo, cercano a la Plaza 5 de Julio. Desde allí, recto, se podía ir
a pié hasta el magnífico edificio del Concejo Municipal, a los comercios del centro
o a la Facultad de Derecho frente a la plaza donde se realizaban las
concentraciones políticas y estudiantiles, la Sucre.
Valencia era la ciudad industrial de Venezuela. Título que por definición quería
decir abundante empleo, crecimiento poblacional y urbano, lugar atractivo para
invertir, motor de la producción nacional. Tenía excelentes Liceos y buenos
Colegios de primaria, públicos y privados. Un ateneo, cargado de éxitos, que
animaba una vida cultural interesante. El lustre de la universidad de Carabobo, 
recién rescatada de su cierre. El estadio Cuatricentenario y el equipo Industriales, 
que años más tarde recuperaría el nombre glorioso del Magallanes. Una 
plaza de toros menos monumental, pero más humana.   
Se retornaba a una ciudad de convivencia, donde un modo de vida pueblerino
era socavado por incipientes modas cosmopolitas, informada por sus periódicos
y emisoras de radio locales. La TV hacía sus pininos. Se podía ignorar el
nombre de los gobernantes.
Pero se volvía a una ciudad ordenada, sosegada, apacible donde se podía
andar de noche sin peligro o cruzar una calle con la certidumbre sobre la
dirección que seguirían los vehículos. Al revés de esta urbe inhóspita, agresiva,
anárquica, con aire de abandono y la pesada sensación de algo que se arruina.
Ciertamente una ciudad que se afea. 
¿Será verdad que con la edad crece el conservador que uno lleva por dentro?
No parece ser fatal, porque la evocación del pasado puede ser también una
refutación del presente, el silencioso estallido de una rebeldía. Y en el caso de
las nostalgias, ninguna sirve para validar la horrible Valencia del presente.
Más bien urge una extraordinaria nostalgia de la Valencia del futuro. 
¿Quien se encargará de acercar esa Valencia que no recobraremos
conmemorando el Cuatricentenario, la exposición internacional de Frida y
Vigas o el discurso de honor de Pocaterra? Pienso en los jóvenes, aún en los
que se están marchando y que regresarán. Pienso en los ciudadanos comunes
y en la posibilidad de que muchos otros sientan esa activa nostalgia por Valencia.

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