Magia y libertad en la porcelana de Aida Guebler
Hoy inaugura la muestra "Pasarela" de la ceramista Aida Gruebler, en la que unas 90 muñecas de porcelana derrochan coquetería y femineidad. Las piezas están acompañadas por imágenes capturadas por el fotógrafo Félix León, en las que se recrean historias donde estas delgadas mujeres son las protagonistas
MARÍA GABRIELA FERNÁNDEZ B. |El Universal 24/05/15
La magia
Aida Gruebler insiste en que no para de trabajar. Sus manos delgadas modelan por igual a objetos utilitarios como a figuras artísticas cargadas de gracia. En su universo creativo, animales marinos desorbitan sus miradas, aves coquetas pretenden volar, y mujeres delgadas se regodean de su femineidad. Cada pieza cobra vida.
Como si de un mundo nuevo se tratara, Gruebler les coloca nombres propios a sus obras y, desde el instante en que les pinta expresiones en los rostros, les confiere personalidades tan particulares que, incluso, pueden agradarle o no.
Con la alegría de una maestra que exhibe a sus mejores alumnas, la artista contempla las piezas que integran su nueva muestra, titulada Pasarela, y que inaugura hoy en la Galería G-Siete de Los Galpones. "Estoy emocionadísima de haberlas traído para acá a ver al gentío, y para mí es un tema fascinante pensar que después van a estar en la casa de alguien más contemplando todo". Tras señalar y contar las historias de algunas, añade: "También decidí que tengo que hacer algo después con las que quedaron en la casa, porque de verdad que las veo deprimidísimas metidas en la caja". Al rededor de ciento diez muñecas, de las doscientas creadas por la artista en porcelana, aguardan por esta promesa.
La búsqueda
Para hablar de su proceso creativo, Gruebler sonríe. "Empiezo a trabajar desde muy temprano y prácticamente no salgo de casa. Luego me divierto muchísimo por las noches pensando en lo que voy a modelar al día siguiente. La cerámica es algo tan maravilloso que a veces me pregunto cómo es que todo el mundo no se pone a hacer cerámica de una vez".
Con 45 años ininterrumpidos de labores, su trabajo ha sido centro de elogio en exposiciones individuales y colectivas. De ellas, recuerda en particular la celebrada a finales de la década de 1980 en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas (entonces llamado Sofía Ímber). "Aquella vez pude exponer todo lo que tenía. Esa muestra fue para mí la felicidad y mucha gente fue a verla. Recuerdo que Gabriel García Márquez estaba en la ciudad y se enamoró de una de las piezas, una mujer gorda que yo había hecho. Sofía (Ímber) me contó que él había dicho que sentía que había encontrado a su personaje Remedios La Bella".
A pesar de la delicadeza de esta historia, el brillo de tanto realismo mágico no la encandila. "Que 'El Gabo' quisiera mi obra es algo bueno, pero prefiero que mis piezas las tenga la gente que me quiere y que me inspira. Yo siempre digo que cuando muera seré 'Aida, la inolvidable', porque todos mis amigos tienen alguna pieza mía", confiesa entre risas.
La libertad
Gruebler crea desde la pasión, y así lo cuenta. "Sentarse y saber que puedes hacer nacer, de un barro, que era nada, una figura o un personaje, es algo fascinante. La cosa más extraordinaria que le puede pasar a alguien es trabajar en lo que ama profundamente".
Para ella, quien antes de ser artista inició y abandonó la formación profesional en unas seis profesiones, "la cerámica es una gran satisfacción". Recuerda que fue de las manos de su esposo, al que define como "un matemático que está en contra de los academicismos", que recibió su primer torno, junto con la sugerencia de probar con la cerámica. "Desde ese día, quedé atrapada. Fue un amor a primera vista".
Con los ojos encendidos relata que, a su juicio, no haber recibido una formación académica en el mundo de las artes le ha permitido "crear con total irresponsabilidad" y centrarse en sus pasiones: "Yo doy vida a todo lo que verdaderamente me inspira y me emociona".
Para la serie Pasarela, en la que integra fotografías tomadas por ella junto con otras del fotógrafo Félix León, reflexiona: "Siempre he creído que la fotografía es una estafa porque te muestra algo sin su olor o su forma real, pero me encanta ver cómo una misma cosa inanimada te pueda generar otra percepción como si pudiera moverse". Sus piezas son, así, fragmentos de muchas vidas.
Aida Gruebler insiste en que no para de trabajar. Sus manos delgadas modelan por igual a objetos utilitarios como a figuras artísticas cargadas de gracia. En su universo creativo, animales marinos desorbitan sus miradas, aves coquetas pretenden volar, y mujeres delgadas se regodean de su femineidad. Cada pieza cobra vida.
Como si de un mundo nuevo se tratara, Gruebler les coloca nombres propios a sus obras y, desde el instante en que les pinta expresiones en los rostros, les confiere personalidades tan particulares que, incluso, pueden agradarle o no.
Con la alegría de una maestra que exhibe a sus mejores alumnas, la artista contempla las piezas que integran su nueva muestra, titulada Pasarela, y que inaugura hoy en la Galería G-Siete de Los Galpones. "Estoy emocionadísima de haberlas traído para acá a ver al gentío, y para mí es un tema fascinante pensar que después van a estar en la casa de alguien más contemplando todo". Tras señalar y contar las historias de algunas, añade: "También decidí que tengo que hacer algo después con las que quedaron en la casa, porque de verdad que las veo deprimidísimas metidas en la caja". Al rededor de ciento diez muñecas, de las doscientas creadas por la artista en porcelana, aguardan por esta promesa.
La búsqueda
Para hablar de su proceso creativo, Gruebler sonríe. "Empiezo a trabajar desde muy temprano y prácticamente no salgo de casa. Luego me divierto muchísimo por las noches pensando en lo que voy a modelar al día siguiente. La cerámica es algo tan maravilloso que a veces me pregunto cómo es que todo el mundo no se pone a hacer cerámica de una vez".
Con 45 años ininterrumpidos de labores, su trabajo ha sido centro de elogio en exposiciones individuales y colectivas. De ellas, recuerda en particular la celebrada a finales de la década de 1980 en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas (entonces llamado Sofía Ímber). "Aquella vez pude exponer todo lo que tenía. Esa muestra fue para mí la felicidad y mucha gente fue a verla. Recuerdo que Gabriel García Márquez estaba en la ciudad y se enamoró de una de las piezas, una mujer gorda que yo había hecho. Sofía (Ímber) me contó que él había dicho que sentía que había encontrado a su personaje Remedios La Bella".
A pesar de la delicadeza de esta historia, el brillo de tanto realismo mágico no la encandila. "Que 'El Gabo' quisiera mi obra es algo bueno, pero prefiero que mis piezas las tenga la gente que me quiere y que me inspira. Yo siempre digo que cuando muera seré 'Aida, la inolvidable', porque todos mis amigos tienen alguna pieza mía", confiesa entre risas.
La libertad
Gruebler crea desde la pasión, y así lo cuenta. "Sentarse y saber que puedes hacer nacer, de un barro, que era nada, una figura o un personaje, es algo fascinante. La cosa más extraordinaria que le puede pasar a alguien es trabajar en lo que ama profundamente".
Para ella, quien antes de ser artista inició y abandonó la formación profesional en unas seis profesiones, "la cerámica es una gran satisfacción". Recuerda que fue de las manos de su esposo, al que define como "un matemático que está en contra de los academicismos", que recibió su primer torno, junto con la sugerencia de probar con la cerámica. "Desde ese día, quedé atrapada. Fue un amor a primera vista".
Con los ojos encendidos relata que, a su juicio, no haber recibido una formación académica en el mundo de las artes le ha permitido "crear con total irresponsabilidad" y centrarse en sus pasiones: "Yo doy vida a todo lo que verdaderamente me inspira y me emociona".
Para la serie Pasarela, en la que integra fotografías tomadas por ella junto con otras del fotógrafo Félix León, reflexiona: "Siempre he creído que la fotografía es una estafa porque te muestra algo sin su olor o su forma real, pero me encanta ver cómo una misma cosa inanimada te pueda generar otra percepción como si pudiera moverse". Sus piezas son, así, fragmentos de muchas vidas.
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