La historia de Frida Añez en Carabobo a partir de 1950

Este blog nos narra la historia de una mujer que marcó de forma única la cultura en Valencia, Estado Carabobo entre 1950 y 2000

22 de febrero de 2016

José Rafael Pocaterra Nació en Valencia en 1889 y murió en Montreal en 1955. Narrador, ensayista, diplomático y periodista...“Retrata la sociedad de su época, con una visión pesimista e incluso amarga, centrando sus críticas a menudo psicológicas en los males derivados de la política”

Ednodio Quintero y los cuentistas venezolanos.
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José Rafael Pocaterra
José Rafael Pocaterra
“Retrata la sociedad de su época, con una visión pesimista e incluso amarga, centrando sus críticas a menudo psicológicas en los males derivados de la política”

Nació en Valencia en 1889 y murió en Montreal en 1955. Narrador, ensayista, diplomático y periodista. De temprana vocación literaria, se dedica al periodismo político manifestando su oposición a la dictadura de Cipriano Castro (1899-1908). A los 18 años, como consecuencia de sus opiniones críticas al régimen, es encarcelado y permanece en prisión durante un año. A su salida ejerce algunos cargos públicos (ya Cipriano Castro no está en el poder) y continúa con su oficio de periodista. En 1919 es de nuevo encarcelado, también por motivos políticos, y en esta ocasión el castigo se prolonga por tres penosos años. De esa experiencia derivará una de sus obras más conocidas, Memorias de un venezolano de la decadencia (1936), un alegato realista y crudo, dramático y conmovedor, contra la dictadura de Juan Vicente Gómez. A la salida de prisión se exilia en Estados Unidos y más tarde en Canadá donde fija su residencia y constituye su familia. Desde el exterior continúa su labor de opositor a la dictadura, siendo en 1929 uno de los protagonistas de la fallida expedición del “Falke” a las costas venezolanas. En 1938 regresa a Venezuela donde ejerce importantes cargos públicos como Presidente del Senado, Ministro, Gobernador y Embajador. Luego, en 1950, a raíz del asesinato de Carlos Delgado Chalbaud, a la sazón Presidente de la Junta de Gobierno, vuelve a su residencia en Montreal, y allí morirá en 1955. Al igual que su contemporáneo Blanco Fombona, Pocaterra es un ejemplo del escritor comprometido con la sociedad de su tiempo, aunque en el caso de Pocaterra, de temperamento sereno y reposado y a pesar de su experiencia carcelaria y su aventura en el “Falke”, su escritura no se ve desdibujada por un exagerado sesgo político, manteniéndose dentro del territorio de lo estrictamente literario, como veremos en sus cuentos.
Pocaterra publicó varias novelas, destacándose con Política Feminista, conocida también como El doctor Bebé (1912), Vidas oscuras (1916), Tierra del sol amada (1918) y La casa de los Ábila(1921). En estas narraciones retrata la sociedad de su época, con una visión pesimista e incluso amarga, centrando sus críticas a menudo psicológicas en los males derivados de la política. Al mismo tiempo, valiéndose del conocimiento de las diversas vanguardias europeas, con toques del futurismo italiano o del expresionismo alemán, critica, por contraste, a ciertos escritores criollos de prosa refinada o alambicada, como Díaz Rodríguez, que se han plegado al régimen de Gómez.
A pesar de su notable carrera como novelista y de su conmovedor testimonio en Memorias de un venezolano de la decadencia, la obra magna de Pocaterra lo constituye la recopilación de sus relatos, que con el título genérico de Cuentos grotescos inicia en 1915 y culmina en 1955 al publicar con ese mismo título y con prólogo suyo una selección de 44 magníficos relatos. Sin duda alguna Pocaterra es uno de los más grandes cuentistas venezolanos del siglo XX. Un adelantado, con un profundo conocimiento del hecho literario y de la condición del cuento como instrumento más de expresión que de exposición. Supo incorporar además en sus breves composiciones su visión de lo social, sin las exageraciones y diatribas de sus novelas, manteniéndose eso sí en lo que podríamos llamar las zonas oscuras de la sociedad. Dueño de una prosa sencilla, directa, eficiente, apuntando siempre a la claridad, nuestro autor nos ofrece en Cuentos grotescos una muestra de los dramas mínimos de unos personajes urbanos sometidos a los vaivenes del destino. A la manera de un Dostoviesky criollo logra ahondar en la psiquis del venezolano de su época, legándonos una serie de retratos inolvidables, en tonos grises y sombríos, enfatizando el término “grotesco” de su invención, no como una caricatura sino como una realidad, tal vez definiendo nuestra idiosincrasia.
Entre varios cuentos muy conocidos y ciertamente memorables, pienso en “De cómo Panchito Mandefuá cenó con el Niño Jesús” y “La ‘I’ latina”, seleccionamos “Las Linares”, un divertido elogio a cierta belleza femenina que contrasta con la visión misógina predominante en nuestra sociedad patriarcal.

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