La historia de Frida Añez en Carabobo a partir de 1950

Este blog nos narra la historia de una mujer que marcó de forma única la cultura en Valencia, Estado Carabobo entre 1950 y 2000

26 de julio de 2011

La historia del mecenazgo de Frida Añez y la Corporación Cerámicas Carabobo a los Salones Nacionales de las artes fraguadas en fuego.........

Historia

4_historiaCERAMICA CARABOBO MAS DE 50 AÑOS a la vanguardia de la industria venezolana de la cerámica, en su intensa trayectoria que dio inicio en 1956, ha sido y seguirá siendo pilar de desarrollo, progreso y digno estandarte de nuestro país en el mundo entero. 
 La original planta de Valencia inicio sus actividades en el año 1.957 con una capacidad instalada anual de 180.000 metros cuadrados.
Desde  1971 por ser Frida Añez Gerente Administrativa de la
misma. y el Dr. Janos Magasrevy el Gerente General, unidos
en el deseo de ampliar la acción de la Corporación más allá de
hacer baldosas se dedicaron a ser mecenas de las artes desde ese año hasta el 2.000 cuando se jubilaron.

Se destacaron en el patrocinio ininterrumpido y generoso del

Salón Nacional de las Artes del Fuego

La cultura toda, está escrita a través de los tiempos con el fuego. Su acción sobre el barro, el metal, el vidrio, afirma el dramático encuentro entre el hombre y las riquezas de la tierra.
Con el fin de estimular, confrontar, divulgar y documentar las diversas manifestaciones de las artes del fuego en el país, la Universidad de Carabobo organiza anualmente, con el apoyo del Consejo Nacional de la Cultura, el SALÓN NACIONAL DE LAS ARTES DEL FUEGO, en su sede permanente de La Galería Universitaria Braulio Salazar, en la Plaza de Prebo, el cual comprende las especialidades de: Cerámica, Esmalte sobre Metal, Orfebrería y Vidrio; en dichas instalaciones podemos admirar la capacidad artística del venezolano.
CERÁMICA CARABOBO, fue miembro fundador de este importante salón y apoyó durante muchos años esta significativa labor, es por ello que colaboramos con el otorgamiento anual de un premio en la especialidad de Cerámica Escultórica. Apoyamos la cultura y fomentamos el talento nacional.


    

Tomado del web site de dicha Galería

La historia fraguada en fuego
El mito del fuego como génesis de la vida, ha rondado siempre la mente del hombre, la ha penetrado con su poder disolvente y a la vez, solicitante. El fuego mitológico, el fuego infernal, el fuego creativo, el fuego omnipresente, el fuego del alma, el fuego de los cielos cósmicos, el fuego volcánico; en fin, el fuego del herrero doblando el hierro en grácil línea curvante, o el fuego del horno, endureciendo las piezas de una alfarería tan vieja como el hombre, desde el momento en que necesitó guardar, recoger, beber, comer o preservar los huesos de sus seres, para entregarlos a los dioses de la tierra vital.

Así; la vida se nos mezcla con el fuego y la tierra en una suerte de celebración eterna, rito sagrado donde el hombre asume papel de oficiante, transformando con sus manos, la arcilla, el metal, la piedra, la argamasa; dándole forma a lo informe, virtualidad a lo inexistente, espiritualidad a la materia.

Entonces se creó un plato, un tarro, una botijuela, un recipiente para retener el agua o el poco de granos para comer, o la bebida pare elevarse a los ámbitos de la magia. Fuego y tierra se debieron unir en las manos del hombre, para realizar el collar de adorno, la pieza cortante, la figura para adorar, y llegar a los dioses de la lluvia o la fertilidad. Entonces se fue creando un hecho nuevo, se fue transformando lo utilitario en artístico; lo usual, en extraordinario. El hombre encontró una vida de expresión para el caudal interior; ya no estaba solo, tenía objetos acompañantes, junto a preocupaciones y sueños llevados al moldeaje. Se fue creando a así mismo con la habilidad de la mente dirigiendo las manos, en ritualidad de danzas primitivas, dejando figuras en el fuego endurecido para llegar a nosotros, transitando tiempos, trasmontando edades.

El hombre aprendió a convivir con el fuego, lo entendió en su poder absoluto, mágico y profundo. Lo dominó a su gusto, para terminar en un equilibrio de fuerzas: Hombre, tierra, fuego. Extraña ecuación existencial, resuelta sabiamente por la naturaleza y las fuerzas divinas en una explosión unísona y clamorosa de mil objetos en búsqueda de funcionalidad.

El Arte, se transformó en consecuencia lógica de la potencialidad humana para hacer del material rústico, la más sublime obra. Proceso milenario, donde el ser humano fue entendiendo cómo hacer del burro, el metal, la madera, el vidrio o la piedra, objetos elevados a la altura de su dignidad,, productos de su ingenio creativo, únicos y originales especimenes de un arte tan antiguo como su propio ser.

El tiempo hizo consolidar el sueño en una realidad patente, La cerámica utilitaria, la del diario vivir, tomó forma en el mundo del arte. La cerámica, con la propiedad de mantener su técnica intacta, tiene en el horno el único método para endurecer la pasta y dar consistencia a los objetos. La historia remota del fuego, la tierra y el hombre, se extiende por el orbe mezclándose en cada continente con las costumbres y tradiciones, los mitos y las creencias. Las civilizaciones han dejado rastros, huellas, o crónicas en las cerámicas trabajadas por sus hombres y mujeres con paciencia y virtuosidad. En cada pedazo de continente, en cada cueva abandonada, en cada orilla de un mar lejano o lago tranquilo, montaña o río, duermen trozos de sus atribuladas vidas, segmentos de alegrías y asombros traducidos en cada objeto cerámico. Así la historia fraguada en fuego la vamos hilvanando trozo a trozo, en los alfareros de sueños, ceramistas de olvidos, esmaltistas de luz, orfebres de alcurnia, vidrieros de ilusiones, vitralistas y artilleros con manos guiadas por dioses potentes para escribir crónicas de su tránsito por este planeta.

Los años como fantasmas, han pasado, Los hombres y mujeres del fuego inicial han muerto: ahora, otros han puesto a mover sus manos en renovada fogosidad vital par continuar los sueños en las arcillas, los vidrios, las joyas, los esmaltes. Nuevas experiencias, con nuevos materiales van surgiendo en esa historia donde el fuego, la tierra y el hombre permanecen imbricados, desde el oscuro fondo de los tiempos, hacia los incógnitos ámbitos de los siglos futuros.

De la vieja historia, devenimos en nuestra propia historia; vivida con ardua presencia, jalonada de etapas luminosas y de esfuerzos sostenidos. Historia nuestra que convoca a los mejores creadores de la cerámica, el esmalte, la orfebrería, y la vidriería en Venezuela, para la confrontación más prestigiosa de la especialidad. Vamos entonces a acercarnos a la crónica de un Salón, donde el fuego persiste con toda su fuerza creadora.

Tenacidad y esfuerzo

En la lucha por consolidar el Salón Nacional de las Artes de l Fuego, es necesario recordar los primeros antecedentes, las primeras manifestaciones en la cerámica; expresión pionera de las artes del fuego, que toma lugar en el arte venezolano a partir de la década del cincuenta, y es aceptada en los Salones a finales de esos años. Con motivo del prestigioso Salón “Arturo Michelena”, organizado por el Ateneo de Valencia, en su edición XVII, de 1959, “El Carabobeño” comenta: “Como algo especial este año en el Salón Michelena, por primera vez en su historia, van a serán expuestas piezas de cerámica, de esmalte y porcelana”. Allí está el antecedente más claro del futuro “Salón Nacional de Artes del Fuego”. Los premios estaban reservados a los alumnos de la Escuela de Artes Plásticas “Arturo Michelena” de Valencia, y consistían en diplomas y quinientos bolívares.

La cerámica y los esmaltes permanecieron en el Salón Michelena, por varios años; sin embargo, no era el escenario más apropiado para mostrar el gran potencial adquirido por esta especialidad en el Arte venezolano. Se muestran algunas piezas; uno que otro esmalte logra pasar los juicios de admisión, pero dejan un vacío, un ansia de ver y conocer más, de expandirse y de fructificar, a sabiendas de lo que realmente se produce en el país para los momentos. La idea de un Salón especialmente dedicado a la Cerámica, como manifestación autónoma, sólida y con características propias, empieza a germinar en Valencia. Se comienzan a mover algunas personalidades e instituciones carabobeñas. En 1971 varios artistas, gestionan la realización de un I Salón Nacional de cerámica, entre ellos Humberto Jaimes Sánchez, Julio Ferrer Gudiño, Mérida Ochoa, Mercedes Gonzáles, María Oria y Alicia Benamú, quienes se constituyen en Comité de Trabajo; estas personas elaboran un proyecto de Salón y sus respectivas bases de admisión y calificación, el cual someten a la consideración del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (INCIBA). La Escuela de Artes Plásticas “Arturo Michelena” y el Ateneo de Valencia, son las dos instituciones que motorizan el proyecto. En la ciudad se logra concretar el sueño, la confrontación se comenzaría a llamar “Salón Nacional de las Artes del Fuego”.

Humberto Jaimes Sánchez, precisa después las razones para aquella lucha: “Al comienzo de la década de los 70, las Artes del Fuego y así mismo otras manifestaciones de arte Aplicado tendrían que iniciar sus propios cambios en cuanto a manifestaciones del propio “Salón Michelena”… pues este se imponía en sus más celebrados aspectos: la pintura y el dibujo, como lo más popular y lo más esperado… sin mostrar las otras secciones, toda su potencialidad entre artistas-artesanos, como se pudo apreciar más tarde… los resultados de la cerámica y en síntesis de las artes aplicadas no se apreciaban cuantitativamente, a menos que se le dedicara un esfuerzo suficiente y exclusivo dentro de las posibilidades presupuestarias”.

Jaime Sánchez en sus notas, precisa: “La Universidad de Carabobo consciente de esta falta de empuje, aceptó participar en un proyecto que consistía en darle mayor apoyo a la especialidad y conjuntamente con el INCIBA se crearon las bases para la edición del Primer Salón autónomo… 
a esta iniciativa se unió el desinteresado esfuerzo de la empresa Cerámica Carabobo, con aporte logístico y económico, a través de los mejores oficios de una de las personas mejor vinculadas a la cultura nacional: Frida Añez. “Asimismo, se debe mencionar la presencia para ese año 1971, del pintor valenciano Oswaldo Vigas, al frente de la Dirección Nacional de Artes del INCIBA, quien recibe los proyectos del futuro Salón de Artes del Fuego. Vigas explica cómo luego de conversaciones con Jaimes Sánchez y otros proponentes se llegó “a la necesidad impostergable de una redefinición de las Artes del Fuego”, la necesidad de un cambio radical, ya que para ese año 1971, la única proposición a nivel de un Salón específico, la tenía la Sala Mendoza, allí participaban las clases elitescas de Caracas, con sus “jarrones”. No existía amplitud ni participación plena”.

Así las cosas, el Ateneo de Valencia, con el Salón “Arturo Michelena”, mantiene el premio para las especialidades de Escultura y Cerámica, hasta el año 1974, alternando los premios para Cerámica entre Premio Rotary Club, Cerámica Carabobo y Cemento Carabobo, “cuyo objetivo se traduce en apoyar las Artes del Fuego y Artes Aplicadas”. Las obras premiadas en la sección cerámica de estos Salones “Michelena”, lo posee el Ateneo de Valencia, “muchos de ellos inexplicablemente no fueron registrados”.

El Primer Salón Nacional de Artes del Fuego, es convocado entonces para realizarse en el Ateneo entre el 12 y el 28 de Diciembre de 1971. Se publican las bases, donde se incluyen las especialidades: Cerámica, Esmalte, vitrales y Joyas; el jurado de Admisión y Calificación estuvo integrado por Inocente Palacios, Ángel Ramos Guigni, Giselle Volcán, Carlos Luis Ferrero, y Víctor Valera. Se otorgaría el “Premio Nacional de Artes del Fuego”, donado por el INCIBA, consistente en medalla, diploma y cinco mil bolívares, además el Premio Ejecutivo de Carabobo, diploma, medalla tres mil bolívares y Menciones Honoríficas.

La artista Colette Delozanne fue la acreedora al Premio Nacional de Artes del Fuego en el Primer Salón Nacional, y Josefina Álvarez se llevó el Premio Ejecutivo del Estado Carabobo. La Universidad de Carabobo también dio Premio a Francisco Porras y un Premio especial con el nombre de “Giselle Volcán”, le fue otorgado a Mérida Ochoa. Menciones de Honor les fueron dadas a José Sigala, Sielke y Alicia Benamú.

La confrontación resultó una sorpresa por la aceptación general, las propuestas presentadas y la confirmación de que realmente existía un caudal importante de artistas y creadores, en las áreas de las Artes del Fuego, con peso específico y característico bien definidas en el país lo cual justificaba al Salón, que arrancaba así con grandes augurios y grandes desafíos. La semilla estaba sembrada, faltaba regarla y cuidarla para que los esfuerzos iniciales no quedaran en el vació.

El Segundo Salón habría de realizarse en 1972 como obligante consecuencia del primer paso; sin embargo, se le quita a valencia el privilegio de continuar montándolo y el INCIBA decide trasladar la segunda confrontación a Guayana. Para aquel momento era jefe de la División de Artes Visuales del INCIBA, Ángel Ramos Guigni. Se quiere insertar el Salón dentro de las políticas culturales del complejo de industrias básicas, pero no fragua el Salón, no se llega a realizar; su organización fue un fracaso. Después de aquel inicio brillante en Valencia, el Salón cae en un silencio incomprensible de dos años, que necesitaría de nuevos ímpetus, nuevas esperanzas y nuevos organizadores, para definitivamente echar a andar el proyecto.

La universidad toma las riendas

Para 1974, se busca reorganizar la confrontación nacional del Fuego, y se lucha porque Valencia sea de nuevo la sede permanente. El norte trazado es consolidarlo como evento independiente de los creadores de las artes del fuego. Interviene la Universidad de Carabobo, a través de su Dirección de Cultura, para redactar nuevas bases, donde aparecen el INCIBA, la Escuela de Artes Plásticas “Arturo Michelena” y el Ateneo de Valencia, como sede del Salon. El catálogo expresa: “II Salon Nacional de Artes del Fuego”. La experiencia de Guayana no se tomo en cuenta y este era legalmente el segundo. Aparece un grácil logotipo que identificaría permanentemente la confrontación; La fecha volvía a ser Diciembre del año 1974. El Jurado del segundo Salón fueron Colette Delozanne, Maria Luisa de Tovar y Víctor Valera; los premios se mantenían, solo que la Universidad de Carabobo otorgaba el concedido antes por el Ejecutivo Regional. Veintinueve artistas concurrieron a la segunda confrontación de las Artes del Fuego. Desde este momento surge en la organización un artista tesonero y preocupado, a quien Jaimes Sánchez, cataloga como: “Brazo ejecutor del salón, ideólogo que logra aglutinar a nuestros artistas dispersos a lo ancho del país”, ese personaje es Marcos Castillo luchando día a día para mantener la idea del Salón, trabajando para consolidarlo y llevarlo a lo que es en la actualidad. El Premio Nacional es compartido ese año entre Anabella Schafer y Josefina Álvarez.
Ya en esos años y hasta el 2000 cuando se retira de la vida pública será Frida Añez quien en nombre de Cerámicas Carabobo costeará los Catálogos de todos los Salones Nacionales de las Artes del Fuego, gastos de edición, y los que fuere necesarios para la realización de los mismos.
1975 finaliza con la presencia del “III Salon Nacional de las Artes del Fuego” pues la tenacidad de sus organizadores no lo dejan morir. Sigue auspiciándolo el CONAC (antiguo INCIBA), el Ateneo de Valencia, la Escuela de Artes Plásticas, y por supuesto la Universidad de Carabobo, quien ya tiene una pequeña Sala de Exposiciones de la Dirección de Cultura y en donde se monta la confrontación. Vuelven a ser veintinueve los expositores, y el Jurado está conformado por Reina Herrera, Mercedes Pardo y Víctor Valera: Los Premios continúan siendo los mismos, agregándose el “Premio Cerámica Carabobo”, consistente en Diploma y un mil bolívares, Jorge Barreto gana el premio máximo. El Cuarto Salón, se vuelve a montar en la sala de Exposiciones de la Dirección de Cultura de la UC, ubicada en el Edificio Don Pelayo, El Ateneo no aparece en los auspiciantes, es 1976, y el CONAC continúa patrocinándolo junto a la Escuela de Artes Plásticas “Arturo Michelena”. Se elevan a 37 los artistas presentes y el Jurado se amplia, allí están Víctor Valera, Maria Luisa de Tovar, Josefina Álvarez, Giselle Volcán, y Frida Añez; los premios permanecen iguales y el “Premio Nacional de Artes del Fuego” es otorgado a Maria Teresa Torras. El Quinto Salón montado en 1977, es la consagración de este evento; pues por quinto año, se logra consolidar los esfuerzos de un equipo comandado por Marcos Castillo, respaldado por la Dirección de Cultura de la UC. El Salón es considerado ya de la Universidad, con un Departamento de Expresión Plástica, donde también están Suardo Castillo, Humberto Jaimes Sánchez y Raquel Arias. Los premios aumentan de montos y aparecen otros; Gisella Tello se lleva el Premio Nacional de ese año.

El Sexto Salón Nacional de 1978, vuelve amontonarse, pero en el Ateneo de Valencia. El Jurado estuvo conformado por Alejandro Otero, Víctor Valera, Tecla Tofano, Maria Teresa Torras y Frida Añez, y se realiza en el mes de mayo de ese año. Más de cincuenta artistas tienen oportunidad de mostrar sus obras; Mérida Ochoa se lleva entonces el máximo galardón.

Desde 1979, se fueron sucediendo los Salones de Artes del Fuego ininterrumpidamente, tomando cada año mas prestigio, levantando comentarios en los medios especializados y en los artistas participantes, quienes han encontrado en esta confrontación, la oportunidad única de mostrar sus obras y optar a premios, que con los años han ido en aumento, tanto en número y en montos, alcanzando para este Salón 1994, el Premio Nacional de las Artes del Fuego, la cantidad de Trescientos Cincuenta mil bolívares otorgados por el CONAC, Medalla de Oro y Diploma; El Premio de la Universidad de Carabobo se eleva a Ciento Cincuenta mil bolívares y el de Cerámica Carabobo, permanente auspiciadora y animadora del Salón, con Doscientos mil bolívares. En total el Salón en la actualidad otorga once premios a las distintas especialidades presente en la máxima confrontación de las Artes Del Fuego en Venezuela.

El año de 1980 es importante para el Salón, pues ya la Universidad cuenta con su propia Sala de Exposiciones, especialmente construida para estos eventos, con el nombre de “Braulio Salazar” y se ubica en la Plaza Prebo de Valencia. Desde ese año el Salón de Artes del Fuego tiene su sala permanente, considerando al Salón como un patrimonio cultural y artístico de la Universidad, quien lo toma como compromiso y reto todos los años. Encontramos siempre a Marcos Castillo, y se incorporan al equipo los artistas Nordis Velásquez y Zerep. Se debe significar como todos los Directores de Cultura universitarios, han tomado el Salón como una responsabilidad ineludible; mostrando el mayor respaldo de la institución superior en su organización. Los excelentes catálogos publicados para cada confrontación, son el mejor testimonio de una política cultura consistente y permanente, traducida en este Salón Nacional. Para el X Salón Nacional del año 1983, notamos la presencia entre los auspiciadotes de la Asociación Venezolana de las Artes del Fuego (AVAF). Este organismo gremial debemos decirlo, es una consecuencia lógica de la realización de los Salones, conformando una conciencia solidaria entre los creadores de las Artes del Fuego.

Para la década de ochenta y los años del noventa, el Salón ya tiene indudablemente una historia propia, construida a fuerza de trabajo, tenacidad y cariño a la Universidad, a las Artes del Fuego y a Valencia; pues, debemos reconocerlo, este Salón además de ser conquista de los artistas del fuego y la Universidad de Carabobo, constituye un logro de la ciudad de Valencia, quien lo ha cobijado, le ha dado nombre y lo ha proyectado con luz propia. Cuando la Universidad de Carabobo arriba a cien años de fundada en 1992, el Salón llega en XIX versión. En su catalogo, la campaña universitaria parece moverse en diseño de Nordis Velásquez, quien junto a Suardo Castillo y un equipo especializado, ha montado excelentemente los últimos Salones. Gustavo Contreras en la Dirección de Cultura y Oswaldo Ortega en la Coordinación de la Sala de Exposiciones han redoblado esfuerzos para mantener esta conquista del arte carabobeño. En el año 1993, se monto el Salon numero veinte de las Artes del Fuego. ¿Qué significa este arribo a veinte salones? Significa muchas cosas, ante todo revela mayores compromisos del Alma Mater con el arte y la ciudad, con el país y su desarrollo cultural. El hecho de que una Universidad venezolana, haya mantenido, a costa de todas las eventualidades, trabas, maledicencias y dificultades una confrontación de esta categoría, es un hecho relevante, un hecho singular y único en la crónica de las universidades venezolanas, Significa además, que el trabajo tesonero y diario de los hombre, hace posible los logros y las empresas difíciles y significa también que el futuro es esperanzador, pues este Salon ya rebasa las individualidades, los compromisos o eventuales equipos de autoridades. El Salon nacional de las Artes del Fuego, convertido en Patrimonio Artístico y Cultural Universitario, es un triunfo del Alma Mater en el tiempo y en la historia. Con el respaldo de los creadores galardonados. Desde 1979: Noemí Márquez, Lamis Feldman, Cándido Millán,, Belén Parada, Carolina Boulton, Maria Pont, Alexis de la Sierra, José Gabriel González, Rosalía Solanes, Kelimis Fernández, Wolfgang Vegas, Renate Pozo y Augusto Lange, “Premios Nacionales de las Artes del Fuego”, junto a otros premiados y con la garantía de Jurados de altísima calidad conceptual y técnica, podemos asegurar que el Salon Nacional de las Artes del Fuego se ha convertido en una de las confrontaciones de mas prestigio a nivel nacional e internacional, pues ha sabido adaptarse a los cambios y las nuevas corrientes de las Artes mas cercanas al hombre, mas cercana a sus manos,, a su vida interior, a su alma terral, pues en definitiva: Hombre, tierra y fuego están consustanciados tan íntimamente en esta historia, que pareciera la vida misma quien protagonizara el arte sublime, nacido del as entrañas terrales, para elevarse tan alto como los mismos dioses, en las chispas de un fuego eterno.

Fritz Küper



NOTA DE JOSEFINA WEIDNER:  Lástima que intereses mezquinos le hicieron perder la titularidad de Salón Nacional a partir de 1995, cuando según carta del despacho rectoral encontrada en el "Archivo muerto" de la Galería Universitaria "Braulio Salazar" en el año 2004, mientras realizaba un registro para un libro sobre las artes del fuego en Carabobo y sus salones nacionales como Investigadora Bibliográfica enviada por FUNDAPATRIA en Comisión de Servicio a la Galería para tal fin, encontré que el rector de turno por su propia decisión entregó al CONAC en la persona de su Director, el hoy difunto Dr. Oscar Sambrano Urdaneta, dicha nominación, y nadie supo la verdad nunca, aunque siguió nombrándose asi,  ya el ganador no era Premio Nacional pues se abriría otro Premio Nacional  a las Artes del Fuego del Ministerio de la Cultura que han ganado sólo Cándido Millán y Noemí Márquez, pero "la gracia de 1995" le costó a todos los artistas ganadores de dicho Premio Nacional desde Colette Delozanne hasta ese año, la pérdida a su derecho a disfrutar de la "pensión" que bajo el nombre de "Premio a la Creatividad" se le adjudicó de por vida a las demás especialidades reconocidas con los Premios Nacionales, lo cual produjo un triste pero tardío arrepentimiento por su falta de apoyo a Carabobo contra los centralistas objetivos caraqueños, de los directivos de la Asociación Venezolana de las Artes del Fuego (AVAF) y el retiro del patrocinio oficial que desde su fundación otorgó la Corporación Cerámicas Carabobo, previo molesto altercado entre el también hoy fallecido Roberto Guevara, crítico de arte y autoridades gerenciales de la empresa cerámica. Frida Añez continuó aportando su ayuda pero como asunto de personal compromiso con la Universidad de Carabobo y la cultura del Estado.
En el 2007 pude comprobar ésto que menciono al acompañar a Lourdes Silva, Premio Nacional del salón carabobeño a reclamar su "Premio  a la creatividad" por incapacidad en sus manos y ancianidad llevando su Diploma y Medalla de Oro otorgado en su momento por  la Presidencia de la República hasta 1995, la distinción fue obtenida sin problemas porque en el intercambio de palabras con el entonces encargado del CONAC nos dijo que lo merecía como Premio Nacional pues había sucedido esa injusticia  en Carabobo,
inexplicable para él, pero cometida y demostrada con pruebas en la mano.
Esa carta del Despacho rectoral la entregué al Lic. Lunes Rodríguez en su calidad de Director (E) de la galería en el 2004 por ser yo un funcionario de la Gobernación del Estado, a la que sólo le correspondía reportar lo encontrado como investigadora, ni enjuiciar ni tomar decisiones que no me correspondían ni a la institución oficial que representaba,  tocándole a él como personal directivo de la Universidad de Carabobo presentar esa "novedad" que pondría fin a la aparente o real incógnita que se vivía entorno al salón, ya bajo la responsabilidad total de la UC, y comunicárselo a los artistas, pues Colette Delozanne en su discurso durante la ceremonia de los 30 años de la confrontación de las artes del fuego nacionales, lo había pedido a las autoridades rectorales carabobeñas.Gracias.




























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