Klaus Heufer y su persistente pasión por los detalles
Texto: Claudia Veitía y Lorenzo Dávalos
El pasado 4 de junio de 2013, el arquitecto Klaus Heufer cumplió 90 años. De ellos, 60 años residió en Venezuela, la mayoría de ellos enpleno ejercicio de la profesión. Este brevísimo perfil intenta ser un pequeño homenaje a un hombre, un arquitecto, y un artista (todo esto a la vez) que construyó casas a las que estaba asociada una idea serena, contemplativa, y profundamente social de la Buena Vida. Una idea que más de uno anhelaría rescatar.
Con poco más de 90 años de edad, el arquitecto Klaus Friederich Heufer reside actualmente en una de las casas que proyectó, la casa H, donde todavía disfruta de escasas pero cálidas visitas. Aunque es parco, no le molesta que sus amigos y conocidos conversen a su alrededor. Mejor aún si la conversación trata sobre su obra. Se advierte en su rostro un gesto de profunda satisfacción cuando escucha que se comienza a hablar y analizar ésta. Escuchar una opinión inteligente sobre su obra lo estimula y, con algo de suerte, ese estímulo lo inspira a hablar él mismo sobre ella.
Sus conocidos coinciden en que a lo largo de su vida, tanto en su aspecto privado y personal como en el profesional, recurría con frecuencia a describir una experiencia, un diseño que acabara de concluir, o un material que— luego de evaluar meticulosamente lo hubiera hallado adecuado para ser usado en una obra—como perfecto. Es también cierto que era bastante intolerante ante la imperfección, cosa que lo convertía, al menos como arquitecto, en un perfeccionista que reparaba obsesivamente en los detalles. Pudimos verificar esta opinión cuando, durante una de las ocasiones en que lo visitamos en su casa, en media hora, repitió por lo menos tres veces la palabra perfecto. Usó esa palabra para referirse a: la luz y color del cielo; y a la gente que lo acompañaba. Usó también la palabra perfecto para describir cómo le hubiera gustado que quedase la raya del planchado de la bota de su pantalón, que por mala suerte no estaba perfectamente derecha.
Pero Heufer no fue (no es) solamente un perfeccionista, y en eso reside su grandeza. Además de ser un hombre de detalles ha sido un soñador de obras de arte. Cada una de sus casas y edificios las concebía y ejecutaba de un modo semejante a cómo lo haría un artista con sus obras. Y es que si el Heufer de la práctica se concentraba en los detalles, el Heufer de la imaginación, el que producía al vuelo bocetos y croquis de un proyecto futuro, ajustando éste, gradual y recurrentemente, a los requerimientos de sus clientes, ese otro Heufer, aquel que se encontraba en pleno proceso de creación y diseño, era un apasionado de la belleza. Y una de las consecuencias de ello es que, apenas uno se topa con cualquiera de sus obras, nos asalta su belleza de súbito, como si fuera un tigre que sale de su escondite; que su funcionalidad tiene una conducta diferente: se aproxima a nosotros lentamente.
En Alemania
Klaus Heufer nació en el norte de Alemania, en la región de Westfalia, el 4 de junio de 1923, en el seno de una familia protestante liberal. Es hijo único de un funcionario de aduanas y nieto de un arquitecto que estimuló en él el amor a los espacios, texturas y volúmenes. Admiraba a August Oppenberg, amigo de su padre y conocido pintor del norte de Alemania, quien sembró en él, cuando era joven, su gusto por el dibujo y la pintura a la acuarela. En 1940, cuando tenía 17 años y acababa de terminar sus estudios de bachillerato, en plena contienda, entró en la Luftwaffe (la Fuerza Aérea militar alemana). Participó en la Segunda Guerra Mundial como piloto de transporte en el frente ruso hasta el año 1944, cuando durante la retirada, el avión que piloteaba cayó, y Heufer fue herido en el pulmón. Tuco la suerte de que luego, junto a otros compañeros, fuera conducido a un campo de aviadores norteamericanos donde recibió pronta atención quirúrgica. Para que pasara su convalescencia hasta su completa recuperación, fue trasladado al hospital de Braunschweig, ciudad ubicada al norte de Alemania donde residió hasta que culminó su carrera universitaria.
No eran muchas las oportunidades que tenían los jóvenes que regresaban de la guerra para ingresar a la universidad. Heufer lo quiso hacer aún sin saber qué carrera iba a estudiar. Captó su atención la Universidad Tecnológica de Braunschweig. Fundada en 1745 como Colegium Carolinum, es la más antigua universidad tecnológica de Alemania. En 1945, Heufer ingresó a la facultad de arquitectura de esta universidad cuando le demostró al oficial encargado de los ingresos su habilidad para el dibujo. Allí fue alumno del profesor Friedrich Wilhem Krämer, quien sería su tutor e inspirador. Para Krämer la arquitectura que se practicaba según los preceptos de esta escuela usaba un exceso de concreto armado y esto la hacía: fría, minimalista en algunos casos, quirúrgica en la limpieza de sus líneas, quizás demasiado semejantes a la máquina, metáfora que funcionó como inspìradora de cierta arquitectura moderna[i]. Para compensar esa falta de calidez, Krämer aprendió a integrar la madera en sus proyectos de acuerdo con las prácticas y modos de uso de la arquitectura escandinava. Durante la reconstrucción alemana de postguerra, la actividad de Krämer se concentró en el diseño de edificios y oficinas administrativas, y su trabajo fue determinante para el desarrollo de esta profesión en Alemania. Sus edificios más resaltantes datan de la década de los cincuenta y se caracterizan por ser de formas cúbicas y transparentes (masiva utilización del vidrio), con un modo de construcción que revela la estructura de columnas y vigas de la obra, por lo general sinuosas, con fachadas de vidrio, estrictas cuadrículas en la construcción, divisiones internas variables y un mínimo de ornamentación.
Cuando aún trabajaba como pasante, Krämer invitó al joven Heufer a que participara en el proyecto de restauración de la Cámara de Comercio de la ciudad de Braunschweig (Gewandhaus), edificio construido en el siglo XIV que era considerado una de las obras de arquitectura más importantes de la Baja Sajonia. Krämer lideraba el equipo de arquitectos responsable de su restauración. A Heufer le fueron designadas responsabilidades en el rediseño de algunos espacios interiores. Poco tiempo después, en el año 1950, Heufer se graduó de arquitecto, “obtuvo el diploma” y viajó a Suecia. Había elegido este país para realizar suPracticum. En Suecia Heufer trabajó en una compañía que fabricaba muebles. Allí aprendió el arte del diseño de mobiliario. Su estadía en Suecia contribuyó también a fortalecer su pasión por los detalles y le enseñó a utilizar la madera para acabados y para la construcción del mobiliario integrado a sus diseños. Heufer trabajaba noche y día en el proyecto de la Gewandhaus junto a otros aplicados y talentosos pasantes, entre los que estaba Klaus Peter Jebens y otros profesionales cuya excelencia había sido reconocida localmente.
En Venezuela
En 1951, en el marco de un proyecto de modernización urbana del país, el general Marcos Pérez Jiménez, quien gobernaba a Venezuela en ese entonces, le pidió al arquitecto Luis Malaussena Andueza, que lo ayudara en la construcción de hoteles, edificios gubernamentales y otras obras públicas en Caracas y el resto del país. Malaussena, apremiado por la solicitud de Pérez Jiménez, decidió reclutar arquitectos extranjeros que hubieran tenido un contacto directo con los principios y técnicas de la arquitectura moderna. Fue entonces cuando invitó a que viniera a trabajar a Venezuela al joven arquitecto alemán Klaus Peter Jebens, egresado de la Universidad de Braunschweig. Disciplinado y riguroso en la práctica, Jebens llegó a Venezuela por un año y entusiasmó a Malaussena, quien admiró su preparación, confiabilidad y responsabilidad. Durante un segundo viaje de reclutamiento realizado a principios de 1952, la esposa de Malaussena invitó para que vinieran a trabajar con su esposo: al arquitecto Klaus Heufer (quien vino aVenezuela acompañado de su esposa Helga) y al arquitecto Friedrich Beckhoff. Estos dos jóvenes arquitectos alemanes, al llegar a Caracas, quedaron impresionados por la luz, el color y la exhuberancia vegetal de esa ciudad tropical que es Caracas; y se sintieron inmediatamente a gusto. Pero además de su clima y de la gente, les entusiasmaba el potencial y posibilidades de un país como Venezuela, cuya riqueza y multiplicidad de recursos contrastaban con la miseria, desolación y destrucción que había producido la Guerra en tantas naciones de Europa.
De inmediato, luego de su llegada comenzaron a trabajar en el Hotel Maracay, proyecto del que Heufer se ha sentido siempre muy orgulloso. Mientras estuvo involucrado en este proyecto, Heufer y su esposa residieron durante año y medio en esa ciudad. Enamorados del clima y con nuevas amistades, una vez vencido el plazo del contrato que los había traído a Venezuela, la joven pareja decidió radicarse en el país. Pronto llegaron nuevos proyectos: el Hotel Macuto Sheraton (antiguo Guaicamacuto), el Círculo Militar y el paseo de Los Próceres fueron algunas de las obras en las que trabajaron los arquitectos para la oficina de Malaussena. Esas obras, además de haberles dado una experiencia que podían capitalizar, les crearon prestigio y reconocimiento. Les abrieron oportunidades para realizar nuevos proyectos que comenzaron a llegar a la oficina de Malaussena, en la que Heufer trabajó por un tiempo más, incluso hasta un tiempo después de que Malaussena se retirara. Para Heufer, trabajar con Malaussena fue un privilegio y aún recuerda a este colega y amigo con respeto y admiración. Klaus y Helga se mudaron a un apartamento en el desaparecido y hermoso edificio Galipán, en Chacaíto, y allí vivieron hasta que el arquitecto proyectó y construyó su casa en los Palos Grandes.
La quinta H
En el año 1960, Heufer terminó de construir la quinta H, su casa en Los Palos Grandes. Está situada a la vera de la quebrada Pajaritos, cuando ésta baja del cerro El Avila y comienza a correr hacia el Valle. Aunque el terreno era relativamente pequeño y de topografía muy escarpada, ese emplazamiento le ofrecía una serie de otros placeres que no estaba dispuesto a sacrificar con facilidad. La vecindad de la quebrada le permitía escuchar el fluir arrullador del agua, que bajaba rápida entre las rocas, o el canto de decenas de especies de pájaros. Pero esa casa era sobre todo un santuario para la contemplación. Heufer y su esposa habían buscado durante largo tiempo un terreno que no fuera costoso pero que estuviera rodeado de naturaleza. Martín Meiser, ingeniero civil y amigo cercano de Heufer, cuya personalidad era más práctica que soñadora, le advirtió al arquitecto que era muy difícil construir en ese terreno porque el suelo aluvional colindante con la quebrada Pajaritos se caracterizaba por estar constituido por rocas muy grandes. Pero Heufer, que era perseverante y, por lo general, lograba lo que se proponía, no sólo fue capaz de construir su casa en ese terreno sino que, incluso, pudo construir un sótano, así como un segundo piso. La mayoría de las piezas de mobiliario que Heufer compró para su casa reflejan su gusto personal. Hasta el día de hoy decoran la residencia de Heufer sillas Barcelona de Mies van Der Rohe, poltronas Eames, alfombras persas, lámparas escandinavas, sillones de cuero, un comedor danés con sus sillas, serigrafías, acuarelas y tintas modernas en papel. En esta casa el arquitecto logró crear una vivienda en la que muebles y objetos modernos quedaran entretejidos con una colección de mapas antiguos, piezas precolombinas–metates y figuras masculinas básicamente–, a las que luego se le incorporarían una no menos importante colección de santos coloniales latinoamericanos.
Heufer desarrolló gran parte de su carrera de arquitecto con el espíritu de un artesano. Lo que más le atraía era la realización de proyectos de habitación unifamiliares en los que tuviera la oportunidad de concentrarse a fondo en el diseño de la casa y prestarle la mayor atención posible a los detalles. Fue también Heufer uno de los arquitectos que más contribuyó a educar a los venezolanos sobre cómo se podía vivir, en la Caracas de la segunda mitad del siglo veinte, en casas amplias, frescas, funcionales, sólidas y llenas de vegetación que usufructuaban de las cualidades únicas que ofrecen el clima y geografía de esta ciudad.
Carismático y encantador, Heufer disfrutó de la feliz coincidencia de ser un excelente arquitecto que tuvo la oportunidad de ejercer su profesión en una Caracas pujante y progresista que contaba con abundantes recursos y era un campo virgen para inspirar y acoger las fuerzas creativas que escaseaban en la Europa de postguerra. En Caracas, Heufer tuvo el acierto y genialidad de interpretar para sus clientes, los extranjeros y los locales, aquella idea de la buena vida con la que éstos habían soñado, la cual incluía: el disfrute a plenitud, del confort, funcionalidad, equilibrio y armonía de casas en las que se conjugaron sin costuras: la naturaleza, el arte y el diseño con las conversaciones, la amistad y el afecto familiar.
Arquitectos Asociados
Con la caída de Pérez Jiménez, las obras públicas se redimensionaron y Heufer se dedicó al diseño de proyectos comerciales-corporativos y residencias privadas. La demanda de trabajo aumentó y eso lo llevó a fundar, a principios de los años sesenta, junto con el arquitecto Klaus Jebens, una oficina de arquitectura propia, Arquitectos Asociados que funcionaba en el edificio Regent Palace en Chacao. En 1964, ingresó a esta oficina, como dibujante, Héctor Arévalo Power, quien cursaba el cuarto año de la carrera de arquitectura en la Universidad Central de Venezuela. Heufer encontró en Arévalo a un profesional ideal para desarrollar los proyectos que conseguía y concebía. Para el paisajismo, Heufer trabajó con los arquitectos Fernando Tábora y John Stoddart.
La arquitectura de la firma es sorprendentemente contemporánea, declaró en una entrevista el arquitecto Héctor Arévalo. “Si uno ve las casas de Heufer, uno puede pensar que han sido construidas hoy en día. Son muy sólidas y estables. En los contados casos en que se han tenido que hacer modificaciones, ello ha obedecido exclusivamente a factores externos a la arquitectura como son la preferencia por algunos materiales y la adaptación de algunos espacios a nuevos usos. Un ejemplo clásico es la cocina: cuando estas casas fueron diseñadas, la ayuda doméstica es la que se ocupaba exclusivamente de preparar la comida. Hoy en día, la cocina forma parte de las reuniones sociales y los dueños se han acostumbrado a recibir en este espacio mientras el señor o la señora de la casa cocinan ellos mismos los platos que se van a servir. Esta práctica no estaba contemplada en el diseño original de estas residencias, a menos que el cliente lo especificara expresamente. El concepto general de las casas que diseñábamos era el de una casa “para ser vivida” que fuese fácil de mantener. Desde el punto de vista estructural, las casas están todavía impecables, ya que nosotros hacíamos mucho énfasis en que la construcción fuera de la mejor calidad. Otra característica principal de las casas construidas por Arquitectos Asociados es lo detallado de su diseño, sin muebles, estas casas están vestidas”.
Arquitectos Asociados se desarrolló y floreció en una Venezuela de grandes ingresos, que hicieron posible y relativamentre asequible la importación de exquisitos materiales para la construcción. Entre ellos, la madera era uno de los elementos más importante. Heufer seleccionaba aquellas maderas que se adecuaran a sus necesidades y gusto, tales como: el puy o cañahuate usado en los techos, el excepcional carreto, el pardillo y la caoba. Antes de ser utilizadas, estas maderas pasaban por un riguroso proceso de selección. Luego serían usadas en: puertas, marcos de puertas y marcos de ventanas, techos y pisos, paredes y zócalos, columnas y vigas, así como en piezas de mobiliario tales como: bibliotecas, ceibós, bancos, entre otros. El mármol es otro de los materiales por los que Heufer mostraba una predilección especial. Con frecuencia usaba losas de mármol travertino en los pisos de las áreas sociales. Su colocación estaba meticulosamente especificada en planos, en los que cada losa estaba dibujada y numerada. Con ellos Heufer buscaba que las vetas de la piedra formaran un patrón o dibujo continuo ininterrumpido. También utilizaba para algunos revestimientos otros materiales: como la piedra amarilla, que era cortada con gran precisión; el concreto martillado, que era trabajado con técnicas especiales. La firma no utilizaba el color como elemento de arquitectura, “la madera es un color en sí” (Heufer). El uso de esos materiales exquisitos estuvo íntimamente asociado a una época. En la actualidad sería muy difícil o costoso continuar con esa práctica: además de ser prohibitivamente costosos o simplemente inexistentes. Los materiales fueron trabajados por los mejores artesanos, quienes cuidaban de realizar su trabajo de manera impecable, velando por cumplir las especificaciones de la oficina hasta en el último detalle. Bajo la dirección de Heufer, ese grupo de artesanos fue capaz de producir acabados que complacían y superaban las expectativas del cliente más exigente.
Arquitectos Asociados funcionó desde 1963 hasta 1995. En la oficina se realizaron aproximadamente 150 proyectos y anteproyectos arquitectónicos: 55 proyectos de edificios comerciales-industriales y 28 de edificios residenciales, 53 de residencias y remodelaciones, 11 de hoteles y complejos vacacionales. Los proyectos fueron ejecutados, principalmente, en Venezuela, aunque se realizaron algunos proyectos para Bolivia, Colombia, Grenada y Portugal. Se cuentan entre los más importantes: los hoteles Maracay, el anteproyecto para el edificio Mene Grande (en el distrito petrolero de Los Palos Grandes, 1960); el edificio del Banco Nacional de Descuento, 1962; la sede de Hoescht Portuguesa (en conjunto con Benjamin Do Carmo, 1965); las casas: Los Jaguares, 1971; Loretta 1 y Loretta 2, H, Anaís, 35 (1977, 1994), entre otros.
El arquitecto y sus casas
“Klaus era un hombre romántico y divertido al que le gustaba estar rodeado de gente y socializar, dijo su ex esposa Helga Paradies. Su atractivo personal y sus maneras de caballero, le crearon amigos y lealtades a prueba de fuego. Era además un gran conversador, cuyo magnífico sentido del humor se reveló tanto en los chistes que contaba como en los ágiles y vivaces juegos de palabras que intercalaba en la conversación, en los momentos más inesperados. Heufer era bien parecido, tenía una melena rubia que cuidaba y una mirada de ojos azules y penetrantes que le confería un poderoso carisma personal. Era cuidadoso en el vestir, solía usar camisas oscuras, con algún toque de color que le otorgaban un aire sobrio y de “dandy”a la vez. Su humor fino y su cortesía lo hacían encantador. Era particularmente sensible al arte, y admiraba a artistas como Paul Klee, Wassily Kandinsky o Amadeo Modigliani. Le gustaba la música de Vivaldi y Mozart, el vodka, las sillas Thonnet, Jacobsen y Karl Hansen; los arenques, las salchichas alemanas, los chocolates y la torta Selva Negra que vendía la desaparecida tienda de delicatesses Frisco, en Caracas. Sin embargo, todo eso era secundario, pues su gran pasión fue siempre la arquitectura.
Klaus Heufer comprendió profundamente las necesidades de sus clientes. Aunque era alemán, ni el idioma ni la distancia cultural le impidieron diseñar muchas de las más hermosas casas que se construyeron en Caracas durante la segunda mitad del siglo XX. Son casas que se inspiran, en su mayoría, en el modelo de casa-patio de la tradición colonial hispana. Más estrictamente, las casas de Heufer son variaciones modernas de ese estilo de casa. El término patio designa una diversidad de espacios (techados o no) que están ubicados en el límite entre el exterior y el interior de la casa y que se puede utilizar para comer o socializar. Dos variantes de este espacio que han sido felizmente integradas en casas modernas son: el atrium y el lanai. Se define como atrium a un espacio sin techo ubicado en el centro de la casa, y como lanai (término de origen hawaiano recuperado por arquitectos como Vladimir Ossipoff, 1907-1998) o porche, a los espacios sin paredes pero con techo y paneles de vidrio corredizos que separan este espacio del exterior.
Las casas de Heufer están llenas de tropicalidad, de vegetación exuberante, de amor por la luz deslumbrante e intensa de esta tierra ecuatorial. Son casas integradas con el entorno natural de una manera no disruptiva, gracias a esos elementos tradicionales que el arquitecto conjugó magistralmente con el estilo moderno. Los patios, atria, porches y demás variaciones de ese tema le ayudaron a crear modelos de casas en las que era posible cultivar la intensa e incesante necesidad de socialización que caracteriza a los habitantes de estas tierras. Por otra parte, son casas que se distinguen por: su absoluta funcionalidad, su obsesiva perfección constructiva y sus detalles asombrosamente bien pensados, y tan perfectamente ejecutados que complacieron hasta al más exigente de sus clientes.
Epílogo
Heufer desarrolló en Caracas una parte principal de su obra. Produce la mayor parte de su obra en ese período que comprende, en una primera fase, desde 1952, año en que llegó de Alemania, durante el gobierno de Marcos Pérez Jiménez, hasta que cae ese gobierno el 23 de enero de 1958. Su trabajo continúa y evoluciona durante las décadas siguientes, aquellas en las que Venezuela lleva adelante una idea original y persistente de democracia.
El foco de atención del trabajo de Heufer fue la ciudad de Caracas. No obstante sus abundantes contrastes (quizá una de las consecuencias de su acelerada modernización), los que Arturo Uslar Pietri describe con cierto desdén (“tiendas de lujo de famosos joyeros y modistos, galerías de arte, subastas de caballos de carrera, junto a tenderetes y cajones de buhoneros y vendedores ambulantes con la más increíble quincalla. Frente a las muestras más audaces y hermosas de la más moderna arquitectura (…) ranchos. Cerca de los restaurantes de gran clase y los night clubs con las mejores orquestas (…) proliferan las ventas de arepas, el pan de maíz indígena y las fritangas rústicas de carne a la parrilla y yuca asada”), Caracas se convirtió en el corazón de un experimento democrático de modernización y desarrollo. Durante las décadas conocidas luego como el período del Pacto de Punto Fijo, Venezuela—y Caracas como su capital económica y política—, constituyeron una promesa creíble de felicidad para su población y un modelo posible de desarrollo para otros países de la región.
A un hombre como Heufer, cuya naturaleza ha sido siempre profundamente social, le fue fácil enamorarse de este país y de su gente, y conjugar sus propias ideas y sueños con las del país y sus clientes. En la actualidad, sabemos que el potencial de ambas, el de Venezuela, y el de Caracas, permanece pero que la mayoría de las promesas no se cumplieron. Afortunadamente, muchas de las obras de Heufer también permanecen. Sobreviven como testimonio de uno o varios sueños colectivos pasados que muchos aún esperan recuperar. En medio del caos de estos tiempos turbulentos, queremos que estas casas hermosas evoquen para nosotros aquellos sueños utópicos de otra Caracas, que perduren estas casas, también en nuestra memoria, como templos seculares en los que la funcionalidad y la belleza conviven solemne y serenamente.
NOTAS
1. El presente perfil biográfico del arquitecto Klaus Heufer se basó en entrevistas realizadas entre los años 2010 y 2013 a: Héctor Arévalo Power, Juan Asuaje, Alonso Ayala, Libertad López, Magnolia Mejía, Martin Meiser, Angélica y Segundo, Denise Miodownik, Helga Paradies, John Stoddart, Jose Alejandro Peña, Antonio Velasco. Se utilizó también información publicada en el libro de Alonso Ayala (2005), La arquitectura interior y exterior de Klaus Heufer, Caracas: Armitano Editores.
2. Sobre la metáfora de la máquina en la arquitectura moderna se puede consultar, de Barry Brummet (1999)Rethorics of Machine Aesthetics, Westport: Praeger Publishers. Por otra parte, Anne Ferebee, profesora de Arquitectura Moderna y Diseño en Pratt y en Parsons, describe en su obra A History of Design from the Victorian Era to the Present: A Survey of the Modern Style in Architecture, Interior Design, Industrial Design, Graphic (1992) (New York: McGraw Hill) los objetos modernos inspirados en la máquina del modo siguiente: “Tienden a la forma geométrica y las líneas angulosas, están confeccionados con técnicas basadas en máquinas que utilizan vidrio, acero, concreto, y otros materiales industriales. Duros y de superficies lisas, a menudo están pintados con una paleta de colores primarios como el rojo, el amarillo o el azul.” Desde el comienzo, las casas de Heufer se deslindaron de la metáfora de la máquina y buscaron, más bien, aproximarse a una estética que fusionaba el funcionalismo con lo local, lo artesanal y lo orgánico.
3. El artículo de Uslar Pietri del que se toma la cita se titula: “Caracas, Dinámica Metrópoli en Perpetua Transformación”, fue publicado en la revista Life en español el 23 de mayo de 1966.
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