La historia de Frida Añez en Carabobo a partir de 1950

Este blog nos narra la historia de una mujer que marcó de forma única la cultura en Valencia, Estado Carabobo entre 1950 y 2000

25 de febrero de 2011

La Escuela de Mañongo.

En la finca “El Socorro”, el maestro Luis Eduardo Chávez comparte con los valencianos la Escuela de Mañongo, donde se encuentran pinturas de Michelena, Herrera Toro, un piano que estreno Rosarito Marciano y parte de la vajilla del General Páez.


El sillón de cuero, la balaustrada, el tapiz y los cuadros, un lugar de encuentro con el tiempo.

La tridimensionalidad de los relieves está enmarcada por el verdor de los helechos.
Don Luis Eduardo Chávez, entre el arte y la naturaleza.




Textos dedicados a la memoria de Luis Eduardo Chávez

Diario El Carabobeño
De Azules y de Brumas (Notas y Relatos del Cronista)
Luis Eduardo Chávez, artista valenciano
Guillermo Mujica Sevilla
“A comienzos del próximo mes de mayo cumpliría 100 años el gran artista valenciano Luis Eduardo Chávez, quien no solamente fue un artista extraordinario, sino también un benefactor de la ciudad, amante de todo lo bueno. Si no fuéramos tan olvidadizos los valencianos, recordaríamos que en 1955 (año cuatricentenario) el Ateneo de Valencia, hoy en tan mala situación, organizó una exposición internacional de arte en homenaje a nuestra ciudad. Por cierto que se expusieron obras no sólo de artistas venezolanos, sino de otras firmas de gran prestigio internacional. Entre ellas obras de Picasso y de otras grandes firmas. La contribución de Picasso se debió a gestiones de otro gran artista valenciano, Oswaldo Vigas, quien encontrándose en Francia contactó al gran artista español.
Para garantizar la exposición de obras tan valiosas, Luis Eduardo Chávez hipotecó su casa. Luis Eduardo, en sus primeros tiempos profesionales, ayudaba a sus padres en el negocio de venta de ropa de alta calidad “Casa Chávez”, frente a la plaza Bolívar. Más adelante, el maestro se estableció firmemente en su casa de habitación, llegando a Mañongo, frente al Liceo Camoruco. Allí pintaba y daba clases de pintura. Le llegaban alumnos de varios lugares de Venezuela. Era un verdadero templo del arte. Había exposiciones, tertulias, todo de gran calidad. La ubicación de la casa dio pie para que Luis Eduardo le dedicara a Mañongo una composición musical.
Allí, siguiendo el temperamento del gran artista Luis Eduardo, sucedían cosas extraordinarias. Recuerdo que una vez actuaba allí, de manera informal, el quinteto de María Luisa Escobar (autora del hermosísimo pregón “Naranjas de Valencia”). La letra del pregón termina cuando los cantantes dicen: “Naranjas de Valencia, ¡pura miel!”. En este preciso momento Luis Eduardo lanzó decenas de naranjas por el piso hacia donde estaban los cantantes en el medio de la sala. Era una de sus genialidades. Otra vez encontró una flautita de juguete que dejó un muchachito. De pronto, Luis Eduardo dijo: “Esta melodía la cantaba ‘Percapiula’ (loco bohemio de Valencia)”. Se sumaron a la melodía el maestro Casas, pianista, otro con un cuatro y otro con maracas. Lamenté en aquel momento no haber tenido un grabador a mano para haber captado esta ejecución insólita,
No basta un artículo para captar la personalidad grandiosa y las genialidades del maestro Luis Eduardo Chávez. Visitarlo era toda una hermosa vivencia. Lamento haber traspapelado un escrito de él, dedicado a mí, en el que me llamó “El Paladín de Valencia”. Antes de terminar debo recordar que la exposición fue organizada por la gran valenciana Frida Añez.
Es tiempo de que las instituciones culturales de la ciudad por la que luchó tanto le hagan un hermoso homenaje a Luis Eduardo Chávez, gran maestro valenciano”.
“Luis Eduardo Chávez, de Valencia, podría denominarse “El Pintor de las Flores”, con justicia y honorabilidad, al dar aquí, “el todo por el todo”, de forma que independientemente del dominio técnico, el pintor puede llegar, dentro de sus flores, a la mancha informal, al mensaje anímico y real, a la visión particular y global, a la unión festiva y cromática, de manera tal que nos puede mostrar esencias y espiritualidades cromáticas, lirismos, armonías poéticas, síntesis de elementos plásticos, creando a la vez, una especie de metalenguaje a partir de las flores, que además devenía de su cultivo real, de su amor por su jardín de flores, orquídeas y ruiseñores. A partir de sus flores, Chávez nos demuestra su espíritu fino y su predisposición para cantarle a la naturaleza, de manera íntima y placentera, por lo que el pintor Oswaldo Vigas, llegó a opinar: “Luis Eduardo Chávez es todo color. El rojo bermellón alcanza el ápice de su estridencia, que no por eso desentona; los amarillos que se inclina a la izquierda, y las rosas al centro casi podríamos decir que agradan por su sabor episcopal, son hojas gigantes como flores y el jarrón…”  (Consúltese a Oswaldo Vigas. “Notas de arte. Apuntes en torno a las obras premiadas en el VII Salón  Arturo Michelena”, citado por Willy Aranguren (1996). Luis Eduardo Chávez. Una Poética de Vida. Valencia, Ateneo de Valencia  y Banco Occidental de Descuento, 44 p.)
“Su presencia en gran parte de las manifestaciones artísticas de la ciudad durante cinco décadas fecundas en realizaciones culturales, representó la esencia del sentir valencianista, con una elegancia y un desparpajo que resaltaban su imponente figura”. (Tomado de: PAEZ DE TOPEL, Cora, “El legado artístico de Luis Eduardo Chávez”, Edición Digital  2006)

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