Ultimas Noticias "El Domingo" 10/11/2013 pp.4-5 .
Video| Oswaldo Vigas: "Nunca sé qué voy a pintar porque no tengo un plan"
A sus 89 años sigue pintando lo que le da placer
Albinson Linares.- El artista mira las telas como un padre amoroso. Recorre con ternura cada trazo, pincelada y proporción de sus creaciones sin dejar de hablar con lenta precisión.
Los días pasan rápido para Oswaldo Vigas, quien a sus 89 años ríe y llora entre sus lienzos poblados de piedras fértiles, paisajes míticos, signos, arcángeles, duendes, sirenas solares, diablos, curanderas, brujas de trazos densos y luminosos colores que cobran vida.
“Nunca sé qué voy a pintar porque no tengo un plan. El plan lo da la obra, no yo. Dejo que las cosas pasen y lo más interesante es lo imprevisto. Cojo el lápiz y no sé lo que voy a dibujar; estiro la mano y ella es la que sabe. La dejo a ella”, dice el pintor valenciano en los amplios espacios de la Galería de Arte Ascaso, donde está exponiendo sus “Obras constructivistas”.
Pocos artistas logran convocar a mil personas en el primer día de su exposición. ¿Cómo se siente al respecto?Todas estas obras son del mismo período, que va de 1956 a 1958, todo de hace 60 años, así que estoy muy contento. La gente que no hace nada es porque está feliz siempre. Soy pintor porque siempre he estado jodido, ese es el secreto de todo esto.
¿Cree que hay una relación entre la insatisfacción y su propuesta estética?
Es lo que te hace ser algo en la vida. Creo eso porque pinto desde que tenía 12 años. La primera exposición la hice en 1952, pero ya había vendido mis primeros cuadros. Esos lienzos son de los años cuarenta y la gente se maravillaba de que yo pintara así, cuando ni siquiera había escuela de arte en Valencia.
¿Qué define su búsqueda plástica?
Uno en la vida puede hacer lo que le da la gana o también no hacer un carajo. O hacer lo que los demás le dicen que debe hacer. Yo siempre hice lo que quise y sigo así. Sigo haciendo lo que me da la gana, pinto lo que me da placer.
Esta muestra recoge su época constructivista en París. ¿Qué influencias recuerda de esos años?
Nunca he pensado en ninguna escuela o corriente de arte. Nunca tuve una escuela, siempre hice lo que yo creía que debía hacer en verdad. Siempre he pintado con lo que tenía a mano. Nunca pensé en buscar una cosa mejor, lo que conseguía era suficiente. Hago con lo que tengo cerca y lo que me sale. Nunca busco un carajo.
¿Sigue estando París entre sus ciudades preferidas?
Tuve muchos amores y amigos allí. Mucha gente querida que está entre mis afectos. Para mí sigue siendo igual, una ciudad que no cambia. La gente pasa, se muere, pero París sigue allí siempre. Cuando fui por primera vez, en 1952, visité todos los museos y me pasaba el día entero en el Louvre, lo conocía de cabo a rabo. Me quedaba todo el día en el Museo de Arte Moderno, ahora en el Centro Georges Pompidou, que antes no existía.
¿Qué buscaba en toda esa explosión artística parisina de los cincuenta?
Me quedaba contemplándolas para no ser igual. Hay que ver las cosas que ya están hechas y no seguirlas nunca, las miraba para no parecerme, para ir en contra de esas corrientes. Eso es importante.
¿Tuvo buena relación con las vanguardias de esa época?
Esas son puras pendejadas, para los que no tienen nada que decir. Conocí a Dalí y Picasso, fueron grandes amigos míos. Raros, pero buenos, y tenían mucho que pintar. Cada quien lleva lo que tiene y lo hace; si no tiene un coño, no hace nada o pinta estupideces, que es lo que mucha gente hace hoy. Y muchas veces viven de las mariqueras, esa es una técnica.
¿Sigue siendo un crítico del cinetismo?
Eso es una tontería que sirve para ponerse en las casas y oficinas. Es arte decorativo, técnica aplicada para adornar. A mí no me gusta lo que adorna, me gusta lo que trasciende. El cinetismo no fue, ni es ni será arte puro, pese a que está de moda. A la mayoría de la gente le gusta el arte aplicado, pero ni saben qué es eso.
¿Cuáles fueron los últimos artistas puros que conoció en Venezuela?Armando Reverón, a quien conocí. El primer día cuando lo vi, me sonrió y luego me metió los dedos en los oídos mientras me decía que era “para sacarme los bichos malos que podía tener en la cabeza” y lo quise mucho. Lo visitaba en el castillete de Macuto y confieso que me encantan sus lienzos. Me gusta Héctor Poleo en su época mexicana, que era bellísima y me interesa mucho todavía. Me encanta Rafael Monasterios y nunca lo olvido.
¿Y Alejandro Otero, quien fue uno de los pintores venezolanos más complejos del siglo pasado?
Alejandro Otero fue un gran pintor. El pobre Alejandro se nos murió y lo estimé mucho, pero era atormentado. Hizo cosas buenas y también hizo pendejadas con máquinas que a mí no me gustan. Me cuido mucho de eso: no hacer ni decir estupideces porque es muy fácil.
¿Qué otros artistas admira por sus planteamientos plásticos?
Me gusta Joseph Turner, y Pablo Picasso también. Siento identificación con los mexicanos como Rufino Tamayo y Francisco Toledo, que es muy amigo mío; tengo unas cinco obras que me las regaló en Oaxaca, de donde es.
¿Qué elemento une las obras de todos estos pintores que menciona?
Todos los artistas importantes han seguido su propio camino, no ha habido nadie importante que siga el camino de otro. Eso queda para los idiotas. La creatividad es una fuente que está allí para todos y uno la agarra o no. Hay gente que no la quiere porque les gusta parecerse a los otros. A mí, si me parezco o no a otro, no me importa.
Ya entrado en la madurez, ¿siente que ha perdonado a sus enemigos?
No sé ni me interesa. Creo que más bien me han elevado. No recuerdo a muchos de mis detractores y a los que recuerdo, la mayoría caricaturistas o críticos, están muertos. Creo que me hicieron mucho bien, porque que hablen mal de uno es muy bueno. Desgraciadamente, hoy en día, ya no hay gente que hable mal de mí. Todos se los llevó la muerte y yo sigo acá.
¿Siente que ha sido afortunado en el amor?
Sí, claro. He querido y me han querido, me gustaría tener a todos mis amores juntos, al lado mío a todas las mujeres que he amado. Siempre tenerlas cerca, solo para quererlas.
¿Ha renunciado a muchas cosas por la pintura?
Claro que sí. No se puede ser pintor y, al mismo tiempo, decir discursos. O escribir; he escrito cosas, pero no soy un escritor, a veces me pongo a escribir, pero solo eso. Dictaré mis memorias, pero aún las estoy viviendo todos los días, es importante vivirlas. Vivo las cosas mías, lo que soy y nada más. No quiero más, ni se puede todo. Hay que dejar una parte grande. Cuando uno vive, no puede vivirlo todo.
¿Extrañaba mucho Venezuela en sus largas estancias en el extranjero?
Sí, por eso vivo aquí, porque me gusta Venezuela. Me gusta mi país y lo quiero; por eso me vine de Europa. Pude haberme quedado en París, muchas veces me ofrecieron la nacionalidad francesa y no la tomé porque no la necesito, pero siempre quise a Francia y me han querido allá.
¿Suele volver a Valencia?
Para mí, esa ciudad es mi madre y mis hermanos porque allá viví con ellos. A veces voy a Valencia, a la casa donde nací en La Pastora, en la calle Anzoátegui. Ahí está cuidada porque tengo una persona que vive allí para mantenerla bien. A veces voy y me quedo viendo, aunque no siento nada especial. Me gusta ir para que me lleguen los recuerdos y vivirlos; pero no todos, porque entonces sufro.
¿Se cuida mucho de los sufrimientos en estos años?
Sí, claro, cuando uno es un sentimental como lo soy, entonces prefiero no insistir mucho en los recuerdos. Soy un llorón y eso está bien. Hoy he llorado entre mis cuadros. No me oculto, me da placer llorar, no solo reír.
En 2010, el escritor estadounidense Philip Roth dijo que “la vejez es una masacre”. ¿Qué opina de esto?
Nunca he pensado en eso, no sé cuántos años tengo. Tuve la mitad del cuerpo paralizada, la pierna derecha no me sirve y lucho por controlar mi mano. Yo, que siempre fui tan independiente, ahora necesito gente que me ayude. Dibujo más que pintar, pero lo hago todos los días. Soy humilde y sé que no soy importante y no me interesa serlo, no me importa si no soy famoso. Así soy y me siento bien así.
Los días pasan rápido para Oswaldo Vigas, quien a sus 89 años ríe y llora entre sus lienzos poblados de piedras fértiles, paisajes míticos, signos, arcángeles, duendes, sirenas solares, diablos, curanderas, brujas de trazos densos y luminosos colores que cobran vida.
“Nunca sé qué voy a pintar porque no tengo un plan. El plan lo da la obra, no yo. Dejo que las cosas pasen y lo más interesante es lo imprevisto. Cojo el lápiz y no sé lo que voy a dibujar; estiro la mano y ella es la que sabe. La dejo a ella”, dice el pintor valenciano en los amplios espacios de la Galería de Arte Ascaso, donde está exponiendo sus “Obras constructivistas”.
Pocos artistas logran convocar a mil personas en el primer día de su exposición. ¿Cómo se siente al respecto?Todas estas obras son del mismo período, que va de 1956 a 1958, todo de hace 60 años, así que estoy muy contento. La gente que no hace nada es porque está feliz siempre. Soy pintor porque siempre he estado jodido, ese es el secreto de todo esto.
¿Cree que hay una relación entre la insatisfacción y su propuesta estética?
Es lo que te hace ser algo en la vida. Creo eso porque pinto desde que tenía 12 años. La primera exposición la hice en 1952, pero ya había vendido mis primeros cuadros. Esos lienzos son de los años cuarenta y la gente se maravillaba de que yo pintara así, cuando ni siquiera había escuela de arte en Valencia.
¿Qué define su búsqueda plástica?
Uno en la vida puede hacer lo que le da la gana o también no hacer un carajo. O hacer lo que los demás le dicen que debe hacer. Yo siempre hice lo que quise y sigo así. Sigo haciendo lo que me da la gana, pinto lo que me da placer.
Esta muestra recoge su época constructivista en París. ¿Qué influencias recuerda de esos años?
Nunca he pensado en ninguna escuela o corriente de arte. Nunca tuve una escuela, siempre hice lo que yo creía que debía hacer en verdad. Siempre he pintado con lo que tenía a mano. Nunca pensé en buscar una cosa mejor, lo que conseguía era suficiente. Hago con lo que tengo cerca y lo que me sale. Nunca busco un carajo.
¿Sigue estando París entre sus ciudades preferidas?
Tuve muchos amores y amigos allí. Mucha gente querida que está entre mis afectos. Para mí sigue siendo igual, una ciudad que no cambia. La gente pasa, se muere, pero París sigue allí siempre. Cuando fui por primera vez, en 1952, visité todos los museos y me pasaba el día entero en el Louvre, lo conocía de cabo a rabo. Me quedaba todo el día en el Museo de Arte Moderno, ahora en el Centro Georges Pompidou, que antes no existía.
¿Qué buscaba en toda esa explosión artística parisina de los cincuenta?
Me quedaba contemplándolas para no ser igual. Hay que ver las cosas que ya están hechas y no seguirlas nunca, las miraba para no parecerme, para ir en contra de esas corrientes. Eso es importante.
¿Tuvo buena relación con las vanguardias de esa época?
Esas son puras pendejadas, para los que no tienen nada que decir. Conocí a Dalí y Picasso, fueron grandes amigos míos. Raros, pero buenos, y tenían mucho que pintar. Cada quien lleva lo que tiene y lo hace; si no tiene un coño, no hace nada o pinta estupideces, que es lo que mucha gente hace hoy. Y muchas veces viven de las mariqueras, esa es una técnica.
¿Sigue siendo un crítico del cinetismo?
Eso es una tontería que sirve para ponerse en las casas y oficinas. Es arte decorativo, técnica aplicada para adornar. A mí no me gusta lo que adorna, me gusta lo que trasciende. El cinetismo no fue, ni es ni será arte puro, pese a que está de moda. A la mayoría de la gente le gusta el arte aplicado, pero ni saben qué es eso.
¿Cuáles fueron los últimos artistas puros que conoció en Venezuela?Armando Reverón, a quien conocí. El primer día cuando lo vi, me sonrió y luego me metió los dedos en los oídos mientras me decía que era “para sacarme los bichos malos que podía tener en la cabeza” y lo quise mucho. Lo visitaba en el castillete de Macuto y confieso que me encantan sus lienzos. Me gusta Héctor Poleo en su época mexicana, que era bellísima y me interesa mucho todavía. Me encanta Rafael Monasterios y nunca lo olvido.
¿Y Alejandro Otero, quien fue uno de los pintores venezolanos más complejos del siglo pasado?
Alejandro Otero fue un gran pintor. El pobre Alejandro se nos murió y lo estimé mucho, pero era atormentado. Hizo cosas buenas y también hizo pendejadas con máquinas que a mí no me gustan. Me cuido mucho de eso: no hacer ni decir estupideces porque es muy fácil.
¿Qué otros artistas admira por sus planteamientos plásticos?
Me gusta Joseph Turner, y Pablo Picasso también. Siento identificación con los mexicanos como Rufino Tamayo y Francisco Toledo, que es muy amigo mío; tengo unas cinco obras que me las regaló en Oaxaca, de donde es.
¿Qué elemento une las obras de todos estos pintores que menciona?
Todos los artistas importantes han seguido su propio camino, no ha habido nadie importante que siga el camino de otro. Eso queda para los idiotas. La creatividad es una fuente que está allí para todos y uno la agarra o no. Hay gente que no la quiere porque les gusta parecerse a los otros. A mí, si me parezco o no a otro, no me importa.
Ya entrado en la madurez, ¿siente que ha perdonado a sus enemigos?
No sé ni me interesa. Creo que más bien me han elevado. No recuerdo a muchos de mis detractores y a los que recuerdo, la mayoría caricaturistas o críticos, están muertos. Creo que me hicieron mucho bien, porque que hablen mal de uno es muy bueno. Desgraciadamente, hoy en día, ya no hay gente que hable mal de mí. Todos se los llevó la muerte y yo sigo acá.
¿Siente que ha sido afortunado en el amor?
Sí, claro. He querido y me han querido, me gustaría tener a todos mis amores juntos, al lado mío a todas las mujeres que he amado. Siempre tenerlas cerca, solo para quererlas.
¿Ha renunciado a muchas cosas por la pintura?
Claro que sí. No se puede ser pintor y, al mismo tiempo, decir discursos. O escribir; he escrito cosas, pero no soy un escritor, a veces me pongo a escribir, pero solo eso. Dictaré mis memorias, pero aún las estoy viviendo todos los días, es importante vivirlas. Vivo las cosas mías, lo que soy y nada más. No quiero más, ni se puede todo. Hay que dejar una parte grande. Cuando uno vive, no puede vivirlo todo.
¿Extrañaba mucho Venezuela en sus largas estancias en el extranjero?
Sí, por eso vivo aquí, porque me gusta Venezuela. Me gusta mi país y lo quiero; por eso me vine de Europa. Pude haberme quedado en París, muchas veces me ofrecieron la nacionalidad francesa y no la tomé porque no la necesito, pero siempre quise a Francia y me han querido allá.
¿Suele volver a Valencia?
Para mí, esa ciudad es mi madre y mis hermanos porque allá viví con ellos. A veces voy a Valencia, a la casa donde nací en La Pastora, en la calle Anzoátegui. Ahí está cuidada porque tengo una persona que vive allí para mantenerla bien. A veces voy y me quedo viendo, aunque no siento nada especial. Me gusta ir para que me lleguen los recuerdos y vivirlos; pero no todos, porque entonces sufro.
¿Se cuida mucho de los sufrimientos en estos años?
Sí, claro, cuando uno es un sentimental como lo soy, entonces prefiero no insistir mucho en los recuerdos. Soy un llorón y eso está bien. Hoy he llorado entre mis cuadros. No me oculto, me da placer llorar, no solo reír.
En 2010, el escritor estadounidense Philip Roth dijo que “la vejez es una masacre”. ¿Qué opina de esto?
Nunca he pensado en eso, no sé cuántos años tengo. Tuve la mitad del cuerpo paralizada, la pierna derecha no me sirve y lucho por controlar mi mano. Yo, que siempre fui tan independiente, ahora necesito gente que me ayude. Dibujo más que pintar, pero lo hago todos los días. Soy humilde y sé que no soy importante y no me interesa serlo, no me importa si no soy famoso. Así soy y me siento bien así.
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