La historia de Frida Añez en Carabobo a partir de 1950

Este blog nos narra la historia de una mujer que marcó de forma única la cultura en Valencia, Estado Carabobo entre 1950 y 2000

14 de septiembre de 2014

Cuando conocimos la obra de María Esther Barbieri, hace unos años atrás, supimos que estábamos ante un trabajo creativo al que había dedicado muchas horas de entrega y conexiones ancestrales que escapan de lo intelectual, aunque jamás ajeno al intelecto.

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Notitarde 14/09/2014 

Barbieri: música del espasmo


Marisol Pradas
Cuando conocimos la obra de María Esther Barbieri, hace unos años atrás, supimos que estábamos ante un trabajo creativo al que había dedicado muchas horas de entrega y conexiones ancestrales que escapan de lo intelectual, aunque jamás ajeno al intelecto. ¿Cómo empezaron a tejer el cielo nuestras mujeres indias con las palmas que previamente curaron sin que libro alguno se los enseñara? La tradición oral es en el mundo la dueña de muchos secretos y esa es la forma y el fondo que utiliza esta artista para desglosar esa perfección de líneas, de formas; de vértices acoplados en el espacio, siguiendo una estética natural y genuina.

Ella lo desmadeja así: “Esta muestra se denomina Naturaleza entrelazada: de su nombre se pueden derivar muchas cosas, ya que los símbolos y las líneas que dejan como estela los indígenas al realizar sus tejidos yo los tomo como parte de una geometría ancestral; los modifico.

Lo que realizo lo interpreto como si yo los tradujera para mí y los plasmo, bien sea en gráficas impresas en papel utilizando técnicas innovadoras que se estilan desde hace mucho tiempo en el campo industrial. Mis investigaciones me han permitido utilizar estas técnicas y aplicarlas, bien sea al realizar mis planchas de grabado para el caso de la impronta sobre papel, o para las impresiones con máquinas especializadas en estampar sobre diferentes sustratos.

Queriendo conservar en todo momento lo puro y lo limpio realizo impresiones sobre acrílico transparente y los solapo en parte del diseño, creando así ese efecto óptico que es el que en el fondo siempre he querido lograr con la mayoría de mis obras: no estoy haciendo nada nuevo pero sí estoy utilizando para mis gráficas los símbolos étnicos de nuestros indígenas para construir cinetismo, sin color; solo con el negro, el blanco en esta muestra me lo aporta la pared.

También en esta exposición en el Centro Cultural Eladio Alemán Sucre (CCEAS) incluí obras de grandes formatos, esta vez troquelando o perforando el acrílico, en este caso, de color negro y utilizando de igual forma no sólo los diseños que realizan entrelazando sus cestas sino las figuras geométricas con las que ellos suelen adornar sus cuerpos a manera de tatuaje efímero para sus rituales.

En el caso de la cerámica escultórica exhibida si utilizo el blanco que me proporciona la porcelana. Cinco maracas chamánicas a escala natural tornadas y modeladas a mano en barro fino, blancas y a la que se le resaltaron las incisiones en negro y una de ellas en rojo, color presente en mis muestras hasta los momentos, al igual que el cúmulo de alpargatas mostradas que en este caso represento con la obra “Lo que quedó” donde también podemos observar una sola alpargata de ese tono, hundida y pisada por el resto de las blancas.

Quiero acotar que también suelo incluir en mis exposiciones, algo que me permita expresar mi presente, lo que siento por mi país en ese momento en que se realiza cada muestra. En este caso es una pequeña crítica al caos y desorden en que vivimos actualmente. Cómo veo a mi Venezuela hoy, consciente de que ese punto rojo esta cada vez más hundido y que lo puro, lo blanco, triunfará”.

Quizás algunos maestros ya lo habían advertido. Pero en el fondo de las cestas, de las hamacas, de los porta flechas como quieran que se llamen, de las tinturas y las señas en los rostros de acuerdo de los rituales, estaba palpitando el arte cinético y geométrico que después fue desplegado con notoria elegancia tras años de investigación y aporte macro al color.

Tal vez lo observaron y fue un proceso tan natural como el de Picasso frente a las máscaras africanas y la descomposición cubista que sufrieron sus rostros. Los filósofos enarbolados dirían que estamos ante una obra en una faceta de desconstrucción.

Todo lo anterior es posible. Pero no puede obviarse el trabajo cinético que ha ido descubriendo y ampulando María Esther Barbieri a partir del descubrimiento ilimitado del tiempo y del espacio que descansa cuando se teje sabiendo exactamente de qué está formado el universo sin que libro o telescopio alguno lo haya dictado.

Ese valor es único y es lo que ella ha destacado.

Allí están los trazos, finos, gruesos. La boca de la dicha y también del fuego. La provocación y la mesura. Unas maracas que tienen el canto de útero y la música del espasmo.

La timidez del rojo porque aquí los conscientes estamos abrumados.

Barbieri sorprende también por la elegancia que la acompaña.

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