La historia de Frida Añez en Carabobo a partir de 1950

Este blog nos narra la historia de una mujer que marcó de forma única la cultura en Valencia, Estado Carabobo entre 1950 y 2000

14 de noviembre de 2014

Artista plástico egresado de la escuela Eloy Palacios y de la emblemática Cristóbal Rojas de Caracas, Héctor Caldera es uno de los pilares de la pintura monaguense. Su historia de vida tiene el sello que es precisamente lo que le recomienda a las nuevas generaciones: dedicación y constancia, que para él, junto con la pasión, son las llaves del éxito.

"Trato de reflejar en mi pintura la riqueza de nuestros colores"

Héctor Caldera es uno de los pintores más reconocidos del Oriente venezolano

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Caldera plasma en sus lienzos la geografía local JUAN JOSÉ LÓPEZ
ESTRELLA VELANDIA |  ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL
lunes 10 de noviembre de 2014  12:00 AM
Maturín.- Artista plástico egresado de la escuela Eloy Palacios y de la emblemática Cristóbal Rojas de Caracas, Héctor Caldera es uno de los pilares de la pintura monaguense.

Aunque nació en Cachipo se crió en Caripito, donde creció con la influencia que traía el intercambio cultural del comercio petrolero que se generaba en el puerto de San Juan, y ya desde muy pequeño sus padres notaron el entusiasmo de aquel niño cuando tenía unos crayones en la mano.

Hoy sus óleos nos presentan una cálida representación de los colores del trópico, donde uno de los protagonistas esenciales es el morichal. En cada una de las pinceladas refleja el árbol típico de Monagas, borracho del verdor característico del paisaje de Caripito y de sitios de toda la geografía de este estado oriental.

Su pasión por dibujar los paisajes de Monagas y en especial la riqueza de los morichales de los caños del rio Orinoco lograron que fuera reconocido como el maestro de la luz, cuyos conocimientos han sido impartidos en varias escuelas de arte del oriente y centro del país. Realizó estudios de restauración, dibujo y luz en Florencia, Italia, en 1978 gracias a una beca que le otorgó la Cámara Municipal de Maturín, sus obras han recorrido el mundo gracias a los paisajes característicos de la zona como Las vistosas montañas de Caripe y el colorido de las flores del oriente venezolano."Era raro para los europeos el colorido que nosotros tenemos, no son como los colores fríos de ellos allá, nosotros tenemos, por estar en el trópico, un color más luminoso, y a ellos les parecía extraño ese tipo de trabajos".

En el año 2006 le fue detectado un cáncer en el ojo derecho, lo que lo mantuvo fuera de las artes por casi 4 años. A pesar de perder uno de sus órganos imprescindibles para desarrollar su habilidad, su pasión por el pincel hizo que tomara su paleta y los óleos para volver a plasmar en el lienzo la belleza de la entidad oriental."Fue muy duro, soy un sobreviviente del cáncer y me atacó en la vista, pero gracias a mi familia que me motivó a continuar pintando con la misma dedicación de siempre sigo mi faena".

Y eso es precisamente lo que le recomienda a las nuevas generaciones: dedicación y constancia, que para él, junto con la pasión, son las llaves del éxito.

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