HORIZONTES FELIPE HERRERA, PINTOR Y ESCULTOR
"Todos utilizamos el país como si fuera algo pasajero"
"Hay que tener mayor sentido colectivo, o de inserción, no individualidad" "El país está a la espera de que alguien nos rescate. Debemos hacerlo nosotros mismos"
El artista venezolano, ganador del premio Armando Reverón, partió ayer a Estados Unidos para exponer su obra en la Feria de Arte Spectrum Show 2014 NICOLA ROCCO
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DANIEL FERMÍN | EL UNIVERSAL
lunes 24 de noviembre de 2014 12:00 AM
Felipe Herrera (Valencia, 1947) sintió una atracción por lo artístico desde que era un niño: jugaba con los creyones, se encargaba de las carteleras culturales de su colegio, dibujaba el rostro de Simón Bolívar, o las carabelas de Cristóbal Colón. Leía poesía, iba al cine y al teatro. Todo aquello produjo su efecto en el pintor y escultor, que ayer partió a Miami para exponer su obra en la Feria de Arte Spectrum Show 2014.
El creador venezolano ya había expuesto en Nueva York. También en varias ciudades de España, Colombia, Cuba, Inglaterra, Alemania y El Salvador. La obra de Herrera, además, formará parte de la inauguración de la Galería Canale-Díaz de Miami, que contará con obras de Alirio Rodríguez. Una muestra de que el arte nacional se comercializa cada vez más en el mercado extranjero. O que no todo es Carlos Cruz-Diez o Jesús Soto y Alejandro Otero, por mencionar tres nombres consolidados afuera. Que detrás de ellos vienen generaciones que ganan espacio.
-La necesidad de proyección en el exterior tiene que ver con la salida de muchos jóvenes. Eso trajo algo que no había ocurrido antes sino con maestros. Ha venido de golpe, desde los 90, nuevos creadores que se han reafirmado internacionalmente. En parte se debe a una necesidad propia que no había. Nos veíamos un poco el ombligo. Nuestro éxito nacional nos hacía convencernos de ese techo. Entre los 80 y 90 hubo un auge de galerías, de promoción, que ahora se ve afuera.
-Hay galeristas que dicen que el mercado del arte se tuvo que adaptar a la situación política y económica del país. ¿Hoy las obras tienen menor o mayor salida? ¿Hoy se vende más que antes?
-A finales de los 90, si tú salías un domingo, podías terminar rascado entre tantas inauguraciones de exposiciones. Porque se hacían muchísimas. Hoy hay menos muestras, pero las ventas son muy elevadas. Hay varios factores posibles: con la devaluación de la moneda, la gente invierte en arte. Una contrariedad puede traer una buena noticia en el sector. Hay, en ese mercado, una economía paralela a la cotidiana. Treintañeros que compran un Cruz-Diez en 80 mil dólares. Una gran parte del coleccionismo está basado en ver la obra sólo como una inversión.
-¿Y ese arte que se hace hoy en Venezuela refleja la realidad del país?
-No sé si de manera directa. El arte plegado a cualquier situación de forma estricta, aunque pueda ser una manifestación de ese momento, es un arte mermado en su esencia. El arte que se pega al poder es un arte que va al servicio de... Lo mejor que le puede suceder al arte es tener libertad.
-Sus últimas exposiciones individuales y colectivas las realizó en galerías. ¿Qué diagnóstico hace de los museos en años recientes?
-Creo que ha habido exposiciones de cierta importancia, pero lo triste de ello es que ha permeado la situación política. Hablamos de cotos, de cercas. Una de las peores cosas que puede pasar en la sociedad es crear situaciones excluyentes, que limiten o afecten la creación.
-¿Los museos, entonces, se han utilizado en función de una ideología política? ¿O es que los artistas se autoexcluyeron por sus posturas?
-Sí. Ese es uno de los grandes errores: limitar. Es peligroso cuando el poder de un país no se da cuenta de que limita la libertad de hacer, o de proponer, aún siendo contraproducente para el propio poder. No signar. No decir que esto es la verdad. También una gran mayoría de artistas no quiere verse en las actividades estatales. Yo aplaudo, por ejemplo, iniciativas o proyectos como las de las obras públicas en la ciudad. O lo que ha hecho La Estancia. Todo eso son buenas intenciones, el rescate de los espacios.
-Pareciera que los discursos contemporáneos cada vez tienen menos cabida dentro de los museos. ¿Puede una galería o la calle sustituir el rol de los museos?
-Volvemos a lo de la parcela. Parte de la actividad cultural ha sido patrocinada por privados. Sectores fragmentados, para bien o para mal. Lo importante es que no se ha parado. Lo triste es la división, la separación. Hay que tener mayor sentido colectivo, o de inserción, no individualidad.
-En el año 2012 usted recibió el premio Armando Reverón de la Asociación Venezolana de Artistas Plásticos (AVAP). ¿Los reconocimientos artísticos en el país están politizados?
-No sé si están polarizados. Lo que sí te puedo decir es que también hay fragmentación. Armar una asociación de artistas es una caja de gatos, porque los egos son muy fuertes. Cuando estás adentro te das cuenta de que cada quien empieza a hacer para sí o en torno a lo que él considera correcto. Hay que ser más humanistas.
-¿Y esa división que hay en el sector es consecuencia o reflejo del país de hoy?
-Para mí es reflejo, sin ninguna duda. Es un espejo en el que tenemos que vernos.
-En la ceremonia de entrega de los premios Armando Reverón 2014, que coincidió con las protestas a principios de año, se habló del arte como resistencia, o libertad. Usted fue uno de los jurados. ¿Cree que el artista debe sentar una posición política en su creación o su obra?
-De resistencia y de libertad, mas no política. Yo soy un hombre de izquierda y sigo creyendo en ello. Lo que pasa es que cuando estás en contra de un factor, petróleo contra bosque, por decirte un ejemplo, y tomas el lugar del bosque, ya tú eres incómodo para el poder.
-¿Y resistir en esos casos no es también un acto político, o tomar postura?
-Se convierte en acto político por la situación del país. Para mí, constituye un acto natural. El arte en su propia condición no debe pegarse a ninguna situación de bandera. Pero al fin de cuentas lo realizan seres humanos, que tenemos defectos y cualidades. Así que no puedes pedirle que no se peguen en su pensamiento, que no usen su obra como vehículo. Ojo, esto no es nuevo. Vladimir Maiakovski fue un militante y un artista muy innovador, lo que pasa es que luego se dio cuenta del stalinismo. Uno después empieza a conocer contraverdades, y vienen desencantos, y la militancia de lo otro. Y de nuevo el desencanto.
-Usted dijo en 2008, tras la toma del Ateneo de Valencia, que Venezuela vivía o vive una crisis moral y ética. ¿Qué diría hoy, seis años después de aquel hecho?
-Que es peor todavía. Se ha convertido en metástasis, como si fuera un cáncer. Y no se trata de la estructura de poder, sino del venezolano. En los opositores o chavistas. La camioneta que te tiran encima cuando vas por la calle. Ese es un ciudadano cualquiera. La fragmentación no es sólo ideológica, está en todos nosotros. Se ve en el día a día, se ve en todos lados de la ciudad.
-¿Y qué necesitamos para curarnos de ese cáncer?
-Eso viene desde el hogar. Si la casa no está limpia, el que se forma ahí viene contaminado. Todo se lleva al 'yo sí puedo', al 'yo te domino', al 'puedo más que tú'. Eso de 'raspar' las tarjetas es una conducta del venezolano. Ese es el país que se desagua. Se vive un exilio interior. Todos tenemos una mentalidad de usar el país como si fuera pasajero, diría Cabrujas.
-¿Y qué puede hacer el arte en momentos de división, en las crisis de un país?
-El arte es visionario. Descubre, abre, es revelador, pero como los puentes hacia el arte son pocos, casi no se puede hacer perceptible a la sociedad. Porque es algo minoritario. Si la empresa privada dedicara minutos a micros de Jesús Soto en televisión, o de algún poeta, pueden suceder cosas. El arte existe porque es una necesidad del ser humano. No es una consecuencia, es causa. Hay que ver La balsa de la Medusa, la pintura de Géricault que muestra unos hombres náufragos, que quedan a la deriva. El país está así: queriendo o esperando que alguien nos rescate. Debemos rescatarnos nosotros mismos de nuestro hundimiento. Si hay algo que salva al hombre es el humanismo.
dfermin@eluniversal.com
El creador venezolano ya había expuesto en Nueva York. También en varias ciudades de España, Colombia, Cuba, Inglaterra, Alemania y El Salvador. La obra de Herrera, además, formará parte de la inauguración de la Galería Canale-Díaz de Miami, que contará con obras de Alirio Rodríguez. Una muestra de que el arte nacional se comercializa cada vez más en el mercado extranjero. O que no todo es Carlos Cruz-Diez o Jesús Soto y Alejandro Otero, por mencionar tres nombres consolidados afuera. Que detrás de ellos vienen generaciones que ganan espacio.
-La necesidad de proyección en el exterior tiene que ver con la salida de muchos jóvenes. Eso trajo algo que no había ocurrido antes sino con maestros. Ha venido de golpe, desde los 90, nuevos creadores que se han reafirmado internacionalmente. En parte se debe a una necesidad propia que no había. Nos veíamos un poco el ombligo. Nuestro éxito nacional nos hacía convencernos de ese techo. Entre los 80 y 90 hubo un auge de galerías, de promoción, que ahora se ve afuera.
-Hay galeristas que dicen que el mercado del arte se tuvo que adaptar a la situación política y económica del país. ¿Hoy las obras tienen menor o mayor salida? ¿Hoy se vende más que antes?
-A finales de los 90, si tú salías un domingo, podías terminar rascado entre tantas inauguraciones de exposiciones. Porque se hacían muchísimas. Hoy hay menos muestras, pero las ventas son muy elevadas. Hay varios factores posibles: con la devaluación de la moneda, la gente invierte en arte. Una contrariedad puede traer una buena noticia en el sector. Hay, en ese mercado, una economía paralela a la cotidiana. Treintañeros que compran un Cruz-Diez en 80 mil dólares. Una gran parte del coleccionismo está basado en ver la obra sólo como una inversión.
-¿Y ese arte que se hace hoy en Venezuela refleja la realidad del país?
-No sé si de manera directa. El arte plegado a cualquier situación de forma estricta, aunque pueda ser una manifestación de ese momento, es un arte mermado en su esencia. El arte que se pega al poder es un arte que va al servicio de... Lo mejor que le puede suceder al arte es tener libertad.
-Sus últimas exposiciones individuales y colectivas las realizó en galerías. ¿Qué diagnóstico hace de los museos en años recientes?
-Creo que ha habido exposiciones de cierta importancia, pero lo triste de ello es que ha permeado la situación política. Hablamos de cotos, de cercas. Una de las peores cosas que puede pasar en la sociedad es crear situaciones excluyentes, que limiten o afecten la creación.
-¿Los museos, entonces, se han utilizado en función de una ideología política? ¿O es que los artistas se autoexcluyeron por sus posturas?
-Sí. Ese es uno de los grandes errores: limitar. Es peligroso cuando el poder de un país no se da cuenta de que limita la libertad de hacer, o de proponer, aún siendo contraproducente para el propio poder. No signar. No decir que esto es la verdad. También una gran mayoría de artistas no quiere verse en las actividades estatales. Yo aplaudo, por ejemplo, iniciativas o proyectos como las de las obras públicas en la ciudad. O lo que ha hecho La Estancia. Todo eso son buenas intenciones, el rescate de los espacios.
-Pareciera que los discursos contemporáneos cada vez tienen menos cabida dentro de los museos. ¿Puede una galería o la calle sustituir el rol de los museos?
-Volvemos a lo de la parcela. Parte de la actividad cultural ha sido patrocinada por privados. Sectores fragmentados, para bien o para mal. Lo importante es que no se ha parado. Lo triste es la división, la separación. Hay que tener mayor sentido colectivo, o de inserción, no individualidad.
-En el año 2012 usted recibió el premio Armando Reverón de la Asociación Venezolana de Artistas Plásticos (AVAP). ¿Los reconocimientos artísticos en el país están politizados?
-No sé si están polarizados. Lo que sí te puedo decir es que también hay fragmentación. Armar una asociación de artistas es una caja de gatos, porque los egos son muy fuertes. Cuando estás adentro te das cuenta de que cada quien empieza a hacer para sí o en torno a lo que él considera correcto. Hay que ser más humanistas.
-¿Y esa división que hay en el sector es consecuencia o reflejo del país de hoy?
-Para mí es reflejo, sin ninguna duda. Es un espejo en el que tenemos que vernos.
-En la ceremonia de entrega de los premios Armando Reverón 2014, que coincidió con las protestas a principios de año, se habló del arte como resistencia, o libertad. Usted fue uno de los jurados. ¿Cree que el artista debe sentar una posición política en su creación o su obra?
-De resistencia y de libertad, mas no política. Yo soy un hombre de izquierda y sigo creyendo en ello. Lo que pasa es que cuando estás en contra de un factor, petróleo contra bosque, por decirte un ejemplo, y tomas el lugar del bosque, ya tú eres incómodo para el poder.
-¿Y resistir en esos casos no es también un acto político, o tomar postura?
-Se convierte en acto político por la situación del país. Para mí, constituye un acto natural. El arte en su propia condición no debe pegarse a ninguna situación de bandera. Pero al fin de cuentas lo realizan seres humanos, que tenemos defectos y cualidades. Así que no puedes pedirle que no se peguen en su pensamiento, que no usen su obra como vehículo. Ojo, esto no es nuevo. Vladimir Maiakovski fue un militante y un artista muy innovador, lo que pasa es que luego se dio cuenta del stalinismo. Uno después empieza a conocer contraverdades, y vienen desencantos, y la militancia de lo otro. Y de nuevo el desencanto.
-Usted dijo en 2008, tras la toma del Ateneo de Valencia, que Venezuela vivía o vive una crisis moral y ética. ¿Qué diría hoy, seis años después de aquel hecho?
-Que es peor todavía. Se ha convertido en metástasis, como si fuera un cáncer. Y no se trata de la estructura de poder, sino del venezolano. En los opositores o chavistas. La camioneta que te tiran encima cuando vas por la calle. Ese es un ciudadano cualquiera. La fragmentación no es sólo ideológica, está en todos nosotros. Se ve en el día a día, se ve en todos lados de la ciudad.
-¿Y qué necesitamos para curarnos de ese cáncer?
-Eso viene desde el hogar. Si la casa no está limpia, el que se forma ahí viene contaminado. Todo se lleva al 'yo sí puedo', al 'yo te domino', al 'puedo más que tú'. Eso de 'raspar' las tarjetas es una conducta del venezolano. Ese es el país que se desagua. Se vive un exilio interior. Todos tenemos una mentalidad de usar el país como si fuera pasajero, diría Cabrujas.
-¿Y qué puede hacer el arte en momentos de división, en las crisis de un país?
-El arte es visionario. Descubre, abre, es revelador, pero como los puentes hacia el arte son pocos, casi no se puede hacer perceptible a la sociedad. Porque es algo minoritario. Si la empresa privada dedicara minutos a micros de Jesús Soto en televisión, o de algún poeta, pueden suceder cosas. El arte existe porque es una necesidad del ser humano. No es una consecuencia, es causa. Hay que ver La balsa de la Medusa, la pintura de Géricault que muestra unos hombres náufragos, que quedan a la deriva. El país está así: queriendo o esperando que alguien nos rescate. Debemos rescatarnos nosotros mismos de nuestro hundimiento. Si hay algo que salva al hombre es el humanismo.
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