La historia de Frida Añez en Carabobo a partir de 1950

Este blog nos narra la historia de una mujer que marcó de forma única la cultura en Valencia, Estado Carabobo entre 1950 y 2000

17 de diciembre de 2015

Fue un año desastrozo para el cine hecho en casa. Las últimas cifras de taquilla así lo revelan. Pero El malquerido, la nueva película del cineasta Diego Rísquez, con guión de Robert Gómez, Emiliano Faría y el propio Rísquez, y protagonizada por el cantante Jesús "Chino" Miranda en el rol del cantante venezolano Felipe Pirela, tiene sin embargo todos los ingredientes para levantar a última hora los números.

Bienquerido por el cine nacional

El "biopic" de Diego Rísquez acerca de Felipe Pirela se estrena mañana.

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"El Chino" Miranda, protagonista del "biopic" acerca de Pirela, canta mucho mejor de lo que actúa
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SIMÓN VILLAMIZAR |  EL UNIVERSAL
jueves 17 de diciembre de 2015  09:45 AM
Fue un año desastrozo para el cine hecho en casa. Las últimas cifras de taquilla así lo revelan. Pero El malquerido, la nueva película del cineasta Diego Rísquez, con guión de Robert Gómez, Emiliano Faría y el propio Rísquez, y protagonizada por el cantante Jesús "Chino" Miranda en el rol del cantante venezolano Felipe Pirela, tiene sin embargo todos los ingredientes para levantar a última hora los números. 

Es el propio Pirela quien narra -muy al estilo de biopics como Ray, de Taylor Hackford, sobre Ray Charles, y La vida en rosa, de Olivier Dahan, sobre Édith Piaf, en las que el protagonista viaja al pasado una y otra vez- su propia historia al presentador de un programa de televisión. 

Una estructura rígida y, sí, un tanto esquemática, que sin embargo le permite a Rísquez pasearse fácilmente y sin muchos artificios con su cámara por algunos de los episodios más relevantes de la vida del llamado "Bolerista de América": la dulce relación con su madre Lucía (a la que Sheila Monterola nunca atina a prestarle un único acento), su sueño infantil de convertirse en grandeliga, su oficio como vendedor de mandocas y empanadas en las calles del barrio El Empedrado, en Maracaibo, donde nació; su incursión en algunos programas radiales, su paso por la orquesta Billo's Caracas Boys junto con José Rafael "Cheo" García (encarnado por Vicente Peña, un actor al que los cineastas deberían prestar más atención), su polémico matrimonio con Mariela Montiel (Greisy Mena), de trece años, y sus primeros éxitos en el exterior.

Es precisamente este primer tramo -acaso los primeros cuarenta minutos de la cinta- el que Jesus "Chino" Miranda aprovecha para convencer al espectador de que madera tiene como actor. Un esfuerzo que, lamentablemente, no logra sostener cuando el guión comienza a exigirle mayores matices y constrastes.

Porque, aunque a ratos de manera velada, y a ratos muy sugerida, Rísquez no puede dejar de hacer alusión al vertiginoso ocaso de Pirela: su adicción a las drogas y sus infidelidades hetero y homosexuales. Las trampas caza ratones en las que termina cayendo inevitablemente, víctima de su mánager. Y su período en prisión. Lomito que en boca de otros realizadores seguramente hubieran cobrado otro sabor.

Extrañamente, es cuando Rísquez se toma algunas licencias de autor que la película fluye más naturalmente y se hace más cálida y cercana al espectador. Como la secuencia en la que Felipe Pirela comparte primero el camerino y luego el escenario -además de un inocente beso- con la cantante cubana La Lupe. Un encuentro que nunca ocurrió en la realidad. 

Es Samantha Castillo (Pelo malo) quien se mete con holgura en la piel de la atormentada intérprete de Puro teatro en una de las secuencias más mágicas y memorables del filme: el dúo que hacen Pirela y La lupe sobre las tablas de un botiquín donde un grupete de borrachos (interpretados socarronamente por el cineasta Carlos Azpúrua, el ex diputado Fernando Soto Rojas y por el arquitecto Fruto Vivas) desata abruptamente un altercado. 

O como la licencia del asesinato de Pirela, quien en verdad perdió la vida en la calle, frente al Hotel Cecilia`s Place, a pocos kilómetros de San Juan, cuando Luis Rosado Medina (en la piel de un maduro e interesante Carlos Cruz) descarga su pistola desde un carro en movimiento, y no a la orilla de la playa.

Todo ello, hay que decirlo, con un hermoso empaque visual, producto de la dirección de fotografía del maestro Cezary Jaworski, quien colorizó además la cinta, pensada inicialmente para ser presentada en blanco y negro. Y del propio Rísquez,quien parece haber seleccionado con pinzas locaciones que son emblemas de la arquitectura de la época, como el Club Táchira, el Hotel del Lago y hasta la redacción del diario Panorama, en Maracaibo.

Al final, por cierto, Diego Rísquez le hace un guiño a los conocedores de su estética cinematográfica. La secuencia en la que Pirela y su esposa Mariela se miran frente a frente, cada uno sentado a la orilla de una mesa que reposa sobre el mar, da sobre todo muestras de aquella vieja época de películas más personales y de culto como Orinoko, nuevo mundo (1984) y Amérika, terra incógnita (1988).

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