José Carlos García Fajardo |
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José Carlos García Fajardo, es un destacado pensador social español, nació el 6 de abril de 1937, está casado. Tiene seis hijos y once nietos.
Es Doctor en Derecho por la Universidad Complutense (sobresaliente cum laude), Licenciado en Ciencias de la Información (UCM). Premio Nacional Fin de Carrera de Periodismo, Licenciado en Filosofía por la Universidad de Salamanca. Es Bachiller en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, cursó Filosofía y Literatura en la Universidad de París y Relaciones Públicas en el Henley College de Oxford. Realizó Estudios Iberoamericanos en la Universidad de Rábida.
Es Profesor Emérito de la UCM, en donde enseñó Historia del Pensamiento Político y Social en la Facultad de Ciencias de la Información de dicha Universidad desde 1971. Fue Director General del Departamento de Comunicación de la C.E.O.E. (Confederación Española de Organizaciones Empresariales) entre 1978 y 1982, Director (de Asuntos Públicos y) de Comunicación de Merck Sharp & Dhome entre 1982 y 1984, Asesor de Asuntos Públicos de Petronor entre 1975 y 1977, Responsable de Programas Culturales TVE en los Programas Informativos en Televisión Española entre 1967 y 1975.
Fue Enviado especial de TVE, y anteriormente de Europa Press, a Egipto, Argelia, Líbano, Siria, Jordania, Israel, Argelia, Marruecos, Alemania, Bélgica, Inglaterra, Yugoslavia, Estados Unidos, México, Grecia, Turquía, etc.
Fundó y dirigió Radio Oeste FM de Madrid, fue miembro del Prix Jeunesse de TV en Munich, miembro del jurado de Cine y TV de Montecarlo, miembro del jurado de programas Culturales (ZDF Maguncia, Alemania). También es miembro fundador del Free Enterprise Information Group, que agrupa a todos los Directores de Comunicación de las grandes patronales europeas.
Fundó y dirigió las sesiones de Entrenamiento para hablar en Radio y Televisión (SERTV) que, desde hace veinte años, ha preparado a Ministros, Senadores, Diputados, Embajadores, líderes empresariales, Jefes de Estado iberoamericanos, Managers, directores de Bancos, y de diversas multinacionales como Merck Sharp & Dhome, Gulf Oil Co.
Como becario de la Fundación Juan March, estudió el lenguaje imaginístico de los Medios Electrónicos. También fue becario de la Sociedad de Estudios y Publicaciones del Banco Urquijo para estudiar la Influencia de los Medios de Comunicación en la vida política.
Ha publicado los siguientes libros:
- “Radiodifusión de Sonidos e Imágenes. Legislación Comparada”. Madrid, 1976. - “Comunicación de Masas y Pensamiento Político”. Madrid, 1984. 2 ed - “Los Gazules”. Novela 1996. - “Encenderé un fuego para ti. Viaje al corazón de los pueblos de África". (Anthropos, Proyecto A Ediciones, Barcelona 1999) - “Manual del voluntario”, Madrid, (6 ª Ed. Catarata, 2007) - “Marrakech: una huida”, (Anthropos, Proyecto A Ediciones, Barcelona, 2001) - “Jhany, una búsqueda”, (Anthropos, Proyecto A Ediciones, Barcelona, 2004) |
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La pregunta del fariseo |
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El justo no pretende hacer cosas buenas, sino que bueno es lo que hace el justo. Si se busca el mérito de las acciones, éstas se prostituyen |
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Existe una tradición milenaria que proclama “amarás al prójimo como a ti mismo”. Aunque ya hay textos hindúes y budistas que la expresaron centenares de años antes. En la parábola del Buen Samaritano está la respuesta al fariseo que pretendía zafarse de toda responsabilidad con quienes no fueran “los suyos”.
Tanto en la tradición judía como en el calvinismo, que va a dar origen al capitalismo deshumanizado, el concepto de pueblo, familia, relación tiene algo de contractual y de mutuo beneficio: te doy esto para que me des aquello o no te hago esto para que no me lo hagas tú. Ahí tiene su origen el individualismo que se va a confundir con la Ilustración que separa religión y cultura, reduciendo aquella a una ideología. Se pueden distinguir pero no separar, pues lo religioso es una dimensión del hombre en busca de sentido. La religión confiere a la cultura su sentido último mientras que la cultura presta a la religión su lenguaje para que pueda expresarse en un contexto cultural. Todo lenguaje está determinado culturalmente y toda cultura está informada por una visión última de la realidad. De ahí que ninguna religión pueda tener el monopolio de lo religioso, de la dimensión trascendente del ser humano y de su expresión por medio de ritos, culto o celebraciones para acercar lo humano a su más plenaria dimensión. La sabiduría está en aceptar y en respetar las diversas tradiciones religiosas como fenómenos que expresan diferentes expresiones de religiosidad siempre que no vulneren los derechos fundamentales de los seres humanos.
No es de recibo admitir la pretensión que hacen algunos seguidores del hinduismo, del budismo, del judaísmo, del cristianismo o del Islam de que la suya es el culmen de las demás religiones. Todas las religiones arrancan de un sentimiento ante lo misterioso humano primordial, sin embargo, cada tradición religiosa tiene fronteras determinadas con sus límites geográficos e históricos. La pretensión de universalidad y el concepto de misión han llevado a desarraigos y a explotaciones inhumanas e injustas. De la misma manera que los pueblos poderosos han pretendido “civilizar” a quienes consideraron “salvajes” porque vivían en las selvas, los misioneros de esas tradiciones entraron a saco en otras culturas tratando de paganos y de supersticiosos, cuando no de ateos y de idólatras, a quienes no pensaban como ellos: destruían sus símbolos calificándolos de ídolos y los obligaban a arrodillarse ante dos palos cruzados, o ante una caja de metal que guardaba un trozo de pan o ante una imagen de escayola. Renegaban de sus cultos con fuego y resinas aromáticas y ellos usaban incienso, velas y agua. Otros los obligaban a cercenarse el prepucio o a postrarse en dirección a la Meca. ¿Qué fue el colonialismo sino un monoculturalismo cuya esencia es creer que desde una sola cultura se puede abarcar la gama total de la experiencia humana?
El culto verdadero se practica en “espíritu y en verdad”. En espíritu, no importa dónde ni bajo qué forma porque todo lugar es santo. Toda verdad se inscribe en una relación inter personal. La verdad es siempre concreta. Todo está relacionado con todo, de manera que nuestra responsabilidad es universal. Sin sincretismo ni relativismo alguno.
“Amar al prójimo como a uno mismo” entraña una relación de reciprocidad. Porque el otro nunca podrá ser objeto de nuestro amor ya que siempre será sujeto que interpela. El objeto es medio o instrumento para un fin y el otro es un fin en sí mismo. El justo no pretende hacer cosas buenas, sino que bueno es lo que hace el justo. Si se busca el mérito de las acciones, éstas se prostituyen. De ahí que el justo no se preocupe por hacer cosas buenas sino que “bueno es lo que hace el justo”. Justo es el término bíblico para sádhaka, el que se ha puesto en camino descubriendo que camino, verdad y vida son la misma realidad.
Ante la pregunta farisaica se alza la evidencia que descubren los sabios, los niños y los limpios de corazón: El otro soy yo, el próximo.
Es preciso encender un fuego para quien sea y donde sea, sin esperar nada a cambio, por el placer de compartir. Porque la esperanza no es de lo futuro, sino de lo invisible. Y en esa donación se descubre la plenitud del regalo como presente. Pues si siempre hay más gozo en dar que en recibir, esta es una asignatura pendiente: cuando se aprende a recibir se enriquece al donante que se desborda, se vierte y así se establece la conversación (cum versare, verternos juntos) y la conversión o metanoia que nada tiene que ver con la idea de penitencia impuesta por un cierto cristianismo distante del mensaje y la conducta del Rabí de Nazaret. |
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martes, 12 de enero de 2016. |
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Acoger para escuchar y dialogar |
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La sabiduría es aquel arte que transforma las tensiones destructivas en polaridades creadoras. |
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En estos días de tantas decepciones por parte de instituciones, de políticos, de sociólogos, de académicos y de no pocos periodistas vienen a mi mente las sabias palabras del Maestro Raimon Pánikker que tantas veces nos urgía a la reconciliación y al diálogo con los demás y con el propio medio, en el que vivimos nos movemos y somos. Si nadie puede dar lo que no tiene es imposible amar, comprender, acoger, ser portadores de paz si uno no lo ha hecho consigo mismo.
Hay que proseguir sin desmayo los esfuerzos por hablar, por entender y darse a entender, por abrirse a la existencia dialogal. Ocurre algo parecido a lo que sucede con el alcohólico: su problema no es el beber, sino el no poder querer no beber. El problema no es el enemigo, sino el no poder querer tratar con él. La interrupción del diálogo es el solipsismo y la muerte, porque la vida misma es diálogo constante. El otro tiene siempre algo que decir. No soy yo la única ventana por la que se ve el mundo; ni mi yo existe sin un tú y toda la gama de los pronombres personales. ¿Cómo puede el uno saber que es uno sino fuera por el dos, y cómo podría yo saber quién soy sino fuera por ti?
El diálogo es una ciencia y un arte. Implica la ciencia de conocerse a uno mismo como al otro; es la ciencia que sabe que ninguno de estos dos conocimientos es exhaustivo, ni en mí ni en el otro; es una ciencia muy descuidada. Quien se cierra al diálogo podrá ser lo buen estratega y lo astuto que quiera, pero no sabe hablar ni discutir ni, en último término, pensar, por muchos cálculos y predicciones que pueda hacer. Además, el diálogo es también un arte, un quehacer, una actividad, una praxis.
Mucho se ha escrito sobre el diálogo entre las culturas, pero por lo general la mesa del diálogo no ha sido redonda. Se ha presupuesto demasiado rápidamente que las "demás" culturas debían acercarse a nuestra mesa, en la que se come con el cuchillo de los dólares y el tenedor inglés, sobre el mantel de la democracia (entendida a nuestra manera), en platos servidos por el Estado, bebiendo el vino del progreso y utilizando cucharas de desarrollo tecnológico, sentados en la silla de la historia. Con todo ello no decimos que el diálogo deba hacerse sentados en el suelo, comiendo con la mano, bebiendo sólo agua y hablando en chino. Pero sí es cierto que uno de los errores fundamentales es pretender que todos se sienten a una sola mesa, con lo cual lo anglo-sajón sería lo más práctico. El diálogo no es un "meeting" multitudinario en el que sólo hablan los que tienen altavoz y conocen la demagogia; es un acto humano, a escala y con voz humana, en el que los hombres forjan su humanidad discutiendo con la palabra sus divergencias.
Para todo esto hace falta sabiduría, decía Raimon Pánikker. La sabiduría es aquel arte que transforma las tensiones destructivas en polaridades creadoras, y no por estrategia para "salirnos con la nuestra", sino porque esta polaridad constituye la esencia misma de la realidad. La polaridad no es dualismo, no es binaria, puesto que no se rige por la dialéctica de la contradicción entre los dos polos, ya que el uno presupone el otro y viceversa. La polaridad es trinitaria; de otra manera, los dos polos dejarían de ser polos, con su fusión o su separación total. No sólo existen masculino, femenino y neutro sino el utrum, uno y otro, con personalidad propia y diferencias como categorías del ser. Lo mismo le ocurre al diálogo auténtico entre las personas, porque ningún ser humano es una mónada autosuficiente. No es un diálogo para llegar a una solución, sino un diálogo para ser, porque yo no puedo ser sin el otro.
A pesar de todos los obstáculos, el camino hacia la paz consiste en querer caminar por él. Este deseo de paz es ya en sí pacificador. La paz como fruto de la justicia y no como yermo silencio de cementerios. El deseo de paz equivale a deseo de diálogo, y el deseo de diálogo surge cuando pensamos poder aprender algo del otro, a la par que compartir nuestros puntos de vista. Fanatismos y absolutismos impiden caminar juntos, porque hacen creernos autosuficientes o en posesión plena de la Verdad. Y la verdad no la tiene nadie, me respondió una tarde caminando por los montes de Tavertet, la verdad es aquello que buscamos como adecuación de las cosas con el entendimiento; y con la palabra que brota de un corazón a la escucha, Leb shemá, Adonai El Saddai, como pidió el joven Salomón. Esa sabiduría procede del silencio y de saber estar aquí y ahora. |
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martes, 5 de enero de 2016. |
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Ritos y celebraciones, una extraña soledad |
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Ahondar en el propio corazón significa ahondar en el corazón de todos los seres humanos. Todos nos buscamos sin saberlo |
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¿Qué más dará una fecha que otra si el tiempo es usura de la vida? Pero los seres humanos necesitamos la celebración siguiendo el curso de la naturaleza. Antes, celebraban la siega o la vendimia, los ritos de amor o de paso. O fiestas religiosas que coincidían con ancestrales costumbres relacionadas con los ciclos de la agricultura.
Sabíamos que por Navidades comenzaba un tiempo de celebración. No sabíamos que contribuíamos al canto de la vida que supone la fiesta del solsticio de invierno para que no se acabase la luz y volviera a salir el sol después de la noche más larga del año.
Hoy celebramos el permanecer vivos y tratamos de dar sentido a cada momento de nuestra existencia porque se nos escapa el sentido de una vida. Algo no va bien en el mundo y no nos atrevemos a acometer las causas contentándonos con aliviar algún efecto de esa injusticia estructural, para calmar algo la conciencia, de ahí l imosnas y aguinaldos. Pero nos echamos a la calle a comprar para éste o para el otro, mientras el resto del año no encontramos momento para saber cómo se encuentra, para escucharlo. Así corremos el riesgo de convertir “al otro” en objeto de nuestra solicitud, cuando el otro siempre es sujeto que sale al encuentro y nos interpela.
Esta es nuestra asignatura pendiente, escuchar y acoger, dejarnos querer sin abrumar con nuestros consejos o con nuestros regalos. Dejar a las personas como están sin intentar cambiarlas. ¿Por qué cuando alguien dice que nos quiere pretende cambiarnos? Pero si tú me has conocido así, como un disparate que contrastaba y complementaba el tuyo, ¿por qué ahora que vamos madurando pretendemos cambiarnos? Deja a las piedras que sean piedras sin intentar transformarlas en pan. Cuando nos conocimos, yo era un abedul y tú una palmera, nos reíamos y nos sabíamos alas de un mismo vuelo, no nos deteníamos a mirarnos uno al otro sino que aprendimos a mirar juntos en la misma dirección. Aprendimos a compartir el pan y el vino pero sin morder el mismo trozo ni servirnos del mismo vaso. Aquel día, después de una crisis, comprendimos las palabras de Khalil Gibrán: sed como las columnas del templo, todas sostienen la bóveda pero el aire circula entre ellas.
Nos obligamos a reír y a divertirnos: nos di-vertimos, nos apartamos de nosotros mismos y del camino, extraviándonos. ¿No es en estas fiestas cuando nos acomete una extraña soledad, una especie de vacío que llamamos nostalgia y que no es más que hastío? Se diría que tenemos que caer bien a todo el mundo, felicitar hasta a las farolas y empeñarnos en retrasar la hora del sueño como si temiéramos no seguir viviendo. Esta es la más oculta razón de los ritos en el solsticio de invierno mientras que, en el de verano, por San Juan, tenemos que celebrar con cantos, bailes y hogueras la necesidad de afirmarnos y aceptarnos, para asumir nuestra maduración y tratar de ser coherentes con las aportaciones de ese tiempo nuevo que vamos haciendo, porque el tiempo no existe. Según lo vamos necesitando lo vamos hilando; por eso hay un tiempo cronos, siempre igual, y un tiempo kairós, un tiempo existencial, de plenitud y de alborozo, de celebración y hasta de exceso. Como aquel tiempo que eternizaba Zorba cuando bailaba el sirtaki en la playa inmensa sin consuelo por la muerte de su único hijo.
https://www.youtube.com/watch?v=fPWU8hy0McY
Nov 5, 2009 - Uploaded by serapiodeljesus
Ante el desastre total, aprestate a bailar...genial inyeccion de optimismo de Antony Quinn, Mikis Teodorakis ...
Por eso tenemos que aprovechar todos los momentos especiales para hacernos cómplices con la vida, y sostener con Sábato: Tengo la convicción de que debemos penetrar en la noche y, como centinelas, permanecer en guardia por aquellos que están solos y sufren el horror ocasionado por este sistema que es mundial y perverso. Un grito en la mitad de la noche puede bastar para recordarnos que estamos vivos, y que de ninguna manera pensamos entregarnos. Reconocer que nos debemos a nosotros mismos un gesto absoluto de confianza en la vida y de compromiso con el otro. Así lograremos trazar un puente sobre el abismo. Es una decisión que en este momento nos debe abrasar el alma. Como el auténtico honor, que no es sino un reconocimiento que la persona de bien se hace a sí misma. Y el camino, como sugería Kafka, consiste en ahondar en el propio corazón porque eso significa ahondar en el corazón de todos los seres humanos. Ya que todos nos buscamos sin saberlo. |
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martes, 29 de diciembre de 2015. |
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